En esta ocasión vamos a comentar algo sobre el segundo mito que aparece en la novela de Javier Sierra, El ángel perdido, es decir, nos centraremos en el Diluvio universal, sobre el que, al igual que ocurría con el primero de Los ángeles, podrían escribirse bibliotecas completas, y de hecho las debe haber ya escritas, por lo que intentaremos hacer un somero, aunque lo más completo posible, artículo sobre el tema, sabiendo de antemano que se nos quedarán muchos más olvidos que constancias.

El mito del diluvio, o de la inundación, alude a una gran devastación enviada sobre los humanos por una deidad, o deidades, en forma de agua para castigarles a causa de sus desvíos del camino establecido. Este es un tema que, a pesar de ser más conocido por medio de La Biblia o El Corán, está ampliamente extendido entre muchas y diversas culturas, como las historias tradicionales de Manu, en la cultura hindú, de Deucalion, en la mitología griega, o en la Epopeya de Gilgamesh, y muchas más desplegadas por todo el planeta.

La primera leyenda aparecida en el tiempo sobre un diluvio está contenida en un fragmento del mito de la creación sumeria, llamado El Eridu Génesis, hallado por el historiador danés Thorkild Jacobsen, en un trozo de tableta datada alrededor de 1600 años a.C. y encontrada en unas excavaciones de la antigua ciudad sumeria de Nippur, en el actual Irak. La historia en ella escrita cuenta cómo el dios Enki advierte a Ziududra (“El que vio la vida” o también conocido como Atrahasis), de la decisión de los dioses de destruir a la humanidad mediante un diluvio, pues se han convertido en una raza impía. Sin embargo, Enki le da instrucciones a Ziusudra para que construya una gran nave donde se cobijen su familia y los animales. Una vez pasado el diluvio, tras siete días y siete noches de constantes lluvias, se les deja repoblar de nuevo la tierra.

La Epopeya babilónica de Gilgamesh también procede de la zona mesopotámica entre los ríos Tigris y Éufrates, región ésta bastante propensa a las inundaciones, incluso en nuestros días, y se podría fechar en fechas similares a la leyenda anteriormente comentada de la que se dice que fue en parte copiada. En ella, Gigalmesh va en busca de la inmortalidad y llega a Dilmun, una especie de paraíso, donde conoce a Ea (el Enki anterior), quien le advierte sobre el plan de los dioses para destruir la vida en la faz de la Tierra mediante un diluvio y le aconseja que construya un barco en el que pudieran salvarse su familia, sus amigos, su riqueza y el ganado.

En la tradición judeocristiana aparece la versión más conocida del diluvio universal, contenida en el Libro de Génesis (del griego γέvεσιϛ “origen”), es el primer libro de la Biblia hebrea (Tanaj) y del Antiguo Testamento. Su fecha de escritura es desconocida y nos relata que Dios creo un mundo bueno y conveniente para el desarrollo del ser humano, pero cuando éstos se corrompen con el pecado, decide destruir su creación, salvando solamente a Noé y su familia:

Dos libros no canónicos, Enoc y Jubileos, ambos posteriores a Génesis, contienen ciertas explicaciones para este libro. En el primer libro de Enoc se asegura que Dios envió el diluvio para librar a la Tierra de los Nephilim, es decir, de los hijos de los Grigori, o ángeles observadores enviados por Dios a la Tierra, y las hembras humanas (Génesis 6: 1-5). Por su parte, el libro de los Jubileos es una elaboración del relato del Génesis obsesionado con la cronología, por ejemplo, defiende la idea de que la historia se basa en un ciclo de 49 años, el “jubileo” bíblico.

Este episodio también aparece en el Corán, el libro sagrado de los musulmanes, concretamente en la Sura 54, entre los versículos del 9 al 15:

Aunque el Corán cuenta una historia similar a la relatada por la tradición judeocristiana con muy pocas diferencias, por ejemplo, que uno de los cuatro hijos de Noah (Noé) y su esposa se negaron a entrar en el arca pensando que sobrevivirían al diluvio por sí mismos, o que el arca encalló en el monte Judi, cerca de Mosul (Irak), en vez de hacerlo en el monte Ararat (Turquía).

Pero no solamente se habla de un diluvio en esta parte de Asia, sino también en la antigua cultura china existen muchas leyendas sobre inundaciones. Algunas de ellas parecen referirse a un diluvio mundial, sin embargo, la mayoría solo hablan de inundaciones locales o regionales que se basan en hechos históricos totalmente contrastados, teniendo en cuenta que, como en el caso de Mesopotamia, igualmente las primeras civilizaciones chinas se concentraron en las orillas de los ríos, en especial del Huan He, o río Amarillo, pero otras son más épicas y nos hablan de hombres capaces de dominar esas avenidas enfrentándose a dioses hostiles de la naturaleza. Así, podemos nombrar el Shujing, o “Libro de la Historia”, escrito alrededor de 500 años antes de nuestra era, aunque la leyenda que narra está ubicada sobre el año 2348 a.C., en cuyos primeros capítulos se habla del Emperador Yao, quien tuvo que enfrentarse a la llegada de las aguas que “llegan hasta los cielos”. Entonces interviene el héroe Da Yu, que fue capaz de controlar estas inundaciones y luego fundó la primera dinastía china. En otras historias se nombra a una mujer llamada Nüwa, la cual repara los cielos rotos tras una gran inundación, repoblando seguidamente el mundo.

Una vieja tradición de la India cuenta una leyenda donde se dice que el primer avatar de Vishnu fue Matsya, es decir, un pez que salvó a la humanidad. La cosa fue así: un antiguo rey llamado Manu se estaba lavando las manos en el río un pequeño pez le rogó que le salvase la vida. El rey lo recogió entre sus manos y los colocó en un frasco, donde el pececito creció, por lo que lo depositó primero en un estanque, luego en un río y finalmente en el mar. Este pez, agradecido, le avisó de en una semana llegaría un gran diluvio que destruiría toda la vida. Entonces Manu construyó un bote donde guardó muchas “semillas de la vida” y que el pez remolcó hasta la cima de una montaña cuando las aguas cubrieron la Tierra.

En las leyendas de las tribus aborígenes que habitan en las islas de Adamán, un archipiélago situado en el golfo de Bengala y perteneciente a la India, las personas se volvieron negligentes y se olvidaron de los mandatos que se les dieron en la creación, por lo que Puluga, el dios creador, dejó de visitarles y, sin previa advertencia, envió un diluvio devastador sobre el planeta. Solo cuatro personas sobrevivieron a tal enorme catástrofe: dos varones, Loralola y Poilola, y dos hembras, Kalola y Rimalola, de quienes descienden todos los humanos.

En la Península Malaya habita un pueblo de indígenas llamado los Temuan, quienes también tuvieron su castigo, a causa de sus pecados, en forma de “celau”, o “tormenta de castigo”, pues sus dioses y antepasados estaban muy enojados. Solo dos tribus de este pueblo, los Mamak y los Inak Bungsuk, sobrevivieron al encaramarse en el árbol Eaglewood, que crecía en la Montaña Real, por lo que este lugar es venerado como la verdadera cuna de los Temuan.

El pueblo Batak de Indonesia asegura que la Tierra descansa sobre la espalda de una serpiente gigante, la Naga-Padoha. Un buen día, esta serpiente, cansada de cargar sobre sí tanto peso, se sacudió y lanzó la Tierra al mar. Sin embargo, el dios Batara-Guru salvó a su hija al enviar una montaña sobre las aguas y toda la humanidad descendió de ella. Como castigo, la Tierra fue recolocada sobre la serpiente, pero esta vez, en su cabeza.

Los aborígenes australianos de la rivera del río Murray, en los estados de Nueva Gales del Sur y Victoria, donde se producen frecuentes ciclos de inundaciones que palían las insistentes sequías, relatan la leyenda de una enorme rana de la “época de los sueños” que se bebía toda el agua del mundo y la única manera de que no ocurriera era hacerle reír. Por ello, un día, todos los animales de Australia se reunieron e intentaron, por turnos, hacer reír a la rana, pero solo la anguila tuvo éxito:

Muchos animales y humanos perecieron ahogados, pero un pelícano, totalmente negro, se pintó con arcilla blanca y fue rescatando a todo ser vivo que veía depositándolos sobre las montañas. Desde entonces los pelícanos tienen su plumaje blanco y negro.

Al sur de esta gran isla está el archipiélago de Nueva Zelanda, donde se habla de la tradición de los Ngati Porou, una tribu maorí de la costa de la Isla Norte, en la que Ruatapu, el segundo hijo del jefe Uenuku, se enojó con su padre porque éste había reconocido a su hermanastro más joven, Kahutia–te–rangi. Ruatapu atrajo a Kahutia-te-rangi y a sus amigos, una gran cantidad de jóvenes de las familias más notables de la sociedad maorí, hacia su canoa y los llevó mar adentro con intención de ahogarlos. Luego pidió a los dioses que destruyeran a sus enemigos, pero éstos le enviaron las grandes olas del comienzo del verano inundándolo todo. Pero Kahutia-te-rangi, mientras luchaba desesperadamente por mantenerse en vida, recitó un encantamiento invocando a las paikea, las ballenas jorobadas del sur, que lo llevaron a tierra y fue el único superviviente.

Otra historia sobre diluvios neozelandesa se basa en la leyenda de Tawhaki que, al ser el más guapo de la tribu, hace brotar las envidias de sus primos, quienes le dan una buena paliza y lo abandonan creyéndolo muerto, sin embargo, cuando se recupera, decide vengarse y causa una inmensa inundación que destruye las aldeas de sus agresores, repoblando con su gente aquellas tierras, Tras la llegada de los europeos, con la influencia del cristianismo, le aparecieron nuevas ramas genealógicas a Tawhaki y entonces resultó, nada menos, que su abuelo Hema era, nada más ni nada menos, que Shem, uno de los hijos del Noé bíblico.

En las remotas civilizaciones europeas también encontramos diferentes versiones de este mito, tanto en la antigua Grecia, como en los pueblos bárbaros de la vieja Germania, pasando, como no podía ser menos, por las tradiciones de Irlanda y nórdicas.

En la mitología griega aparecen tres diluvios: el de Ogyges, con el que concluye la Edad de piedra; el de Daucalion, con el que concluye la Primera Edad de Bronce, y el de Dardanus.

Ogyges era un mítico rey de Ática y el supuesto fundador de Tebas cuya existencia se presume diez mil años antes de Platón, quien lo nombra en sus Leyes, coincidiendo esta gran inundación con el final de la última era glacial, cuando el nivel del mar subió hasta 130 metros, dejando sumergidas muchas tierras de las que ahora conocemos, como demuestran diversos hallazgos geológico, que vendrían a apoyar la tesis de que el diluvio de Ogyges está basado en algún hecho real.

La segunda nos la cuenta Apolodoro y se parece bastante a la de Noé: Prometeo, el héroe que robó el fuego a los dioses para dárselo a los humanos, a consecuencia de lo cual cada noche le era devorado su hígado por un águila, aconsejó a Deucalion, su hijo, que construyera un cofre donde poder refugiarse. Al poco tiempo, las montañas de Tesalia se separaron y todas las tierras más allá del istmo y del Peloponeso se sumergieron bajo las aguas, pereciendo todos los humanos excepto aquellos que escaparon a las altas montañas. Deucalion y su esposa Pyrrha, después de flotar en el cofre durante nueve días y noches, aterrizaron en el Monte Parnaso. Cuando cesaron las lluvias, hizo un sacrificio en honor a Zeus, quien le ordenó que lazara piedras detrás de él que se convirtieron en hombres, y las piedras que lanzó Pyrrha se convirtieron en mujeres.

Según Dionisio de Halicarnaso, Dardano dejó Arcadia para colonizar una tierra en el noreste del mar Egeo. Cuando llegó el diluvio, la tierra se inundó y la montaña, en la que sobrevivieron él y su familia, formó la isla de Samotracia, la cual abandonó en una piel inflada hacia las costas de Asia Menor y se instaló a los pies del Monte Ida. Debido al temor de otra inundación, no construyeron una ciudad, sino que vivieron al aire libre durante cincuenta años. Su nieto Tros finalmente construyó una ciudad a la que llamaron Troya.

En la mitología nórdica aparecen dos diluvios, ambos bien documentados por los cómics manga. El primero ocurrió en el el inicio de los tiempos, antes de que se formara el mundo. Ymir, el primer gigante, asesinado por el dios Odin y sus hermanos Vili y Ve, cuando cayó, brotó tanta sangre de sus heridas que ahogó a casi toda la raza de gigantes, a excepción del de las heladas Bergelmir y su esposa, quienes escaparon en una nave y sobrevivieron, convirtiéndose en los progenitores de una nueva raza de gigantes. El cuerpo de Ymir fue utilizado para formar la tierra, mientras que su sangre se convirtió en el mar.

El segundo, en el ciclo mitológico nórdico, todavía no ha ocurrido, sino que es una predicción para el futuro y sucederá durante la batalla final entre los dioses y los gigantes, es algo conocido como Ragnarök. Durante este evento apocalíptico, Jormungandr, la Gran Serpiente Mundial que se encuentra debajo del mar que rodea a Midgard, el reino de los mortales, se levantará de las profundidades acuosas para unirse al conflicto, lo que provocará una inundación catastrófica que ahogará la tierra. Sin embargo, después de Ragnarök, la tierra volverá a nacer y comenzará una nueva era de la humanidad. Todos tranquilos…

De acuerdo con la historia apócrifa de Irlanda, Lebor Gabála Érenn, los primeros habitantes de Irlanda encabezados por la nieta de Noé, Cessair, fueron todos eliminados por una inundación de cuarenta días después de llegar a la isla. Más tarde, después de que llegaran la gente de Partholon y Nemed, se produjo otra inundación y mató a todos menos a treinta personas, que se dispersaron por todo el mundo. Como fueron los monjes cristianos quienes primero pusieron por escrito esta historia, que hasta entonces había sido de transmisión oral, es probable que las referencias al Noah bíblico la insertaran ellos, sin más, en un intento de cristianizarla.

En la tradición cultural de Finlandia se conoce una runa titulada «Haava» donde se narra una hazaña heroica que habla de una herida de la que brota sangre, la cual cubre toda la tierra. Este diluvio no se destaca en la versión de Kalevala redactada por Elias Lönnrot, pero la similitud global de la inundación es evidente en las variantes originales de la runa: “La sangre brotó como un diluvio. La sangre corría como un río. No habia Hummock, no hay alta montaña. Todo fue inundado, todo desde el dedo del pie de Väinämöinen. De la rodilla del santo héroe.

Los pueblos amerindios, cuyas leyendas datan de mucho antes de la llegada de los invasores europeos y se conservan gracias al empeño por guardar las costumbres de los escasos descendientes de aquellos pueblos, no tenían sus historias por escrito hasta las recopilaciones de hace pocos años.

En la mitología de los Menominee, un pueblo amerindio de Wisconsin, U.S.A., Manabush, el estafador, fue echado del grupo, y llevado por su ansia de venganza, atacó a los dioses cuando estos estaban jugando. Al zambullirse todos en el agua, surgió una gran inundación. Manabush huyó corriendo, pero el agua, proveniente del lago Michigan, lo persiguió cada vez más rápido, incluso mientras subía las montañas. Manabush rogó hasta cuatro veces al árbol donde estaba subido que creciera un poco más, y cuatro veces lo obligó hasta que no pudo ser más. Pero el agua siguió subiendo hasta que se detuvo en su barbilla. Mirase por donde mirase no había nada más que agua que se extendía hacia el horizonte. Y luego Manabush, ayudado por los animales capaces de bucear, y especialmente el más valiente de todos, la rata almizclera, creó el mundo como lo conocemos hoy.

En la mitología de los Mi’kmaq, una tribu de indios algonquinos de la isla de Terranova, Canadá, el mal y la maldad entre los hombres hacen que se maten unos a otros. Esto causço gran dolor al creador, el dios-sol, quien lloraba lágrimas que se convirtieron en lluvia suficiente como para desencadenar un diluvio. La gente intentaba sobrevivir viajando en canoas de corteza, pero solo un anciano y una mujer lo consiguieron y pudieron repoblar la tierra.

En la mitología de la Nación Caddo, confederación de etnias del sudeste norteamericano, cuatro monstruos crecieron en tamaño y poder hasta que tocaron el cielo. En ese momento, un hombre escuchó una voz que le decía que plantase una caña hueca. Lo hizo, y la caña creció muy grande y rápidamente. El hombre entró en la caña con su esposa y otras parejas de todos los animales buenos. Las aguas subieron y cubrieron todo excepto la parte superior de la caña y las cabezas de los monstruos, los cuales fueron muertos por una tortuga que, cavando debajo de ellos hizo que se hundieran. Entonces las aguas se calmaron y los vientos secaron la tierra.

En la mitología hopi, un pueblo procedente de la meseta central de los Estados Unidos, la gente se alejó de Sotuknang, el creador. Él dios, bastante enojado, destruyó el mundo con fuego, y luego con frío, y lo recreó en ambas ocasiones para las personas que aún seguían las leyes de la creación, que sobrevivieron escondiéndose bajo tierra. De nuevo las personas se volvieron corruptas y guerreras por tercera vez, así que, Sotuknang llevó a un pequño grupo hasta una mujer araña, y ella cortó cañas gigantes y refugió a esta gente en los tallos huecos. Sotuknang causó un gran diluvio y la ellos flotaron sobre el agua en sus cañas, las cuales se posaron en un pequeño trozo de tierra y la gente emergió, con tanta comida como empezaron. Las personas viajaron en sus canoas, guiadas por su sabiduría hacia el noreste, pasando islas progresivamente más grandes, hasta que llegaron al Cuarto Mundo. Cuando llegaron allí, las islas se hundieron en el océano.

Mesoamérica conoce una gran cantidad de mitos sobre las inundaciones, algunos claramente tienen influencia cristiana, pero los eruditos creen que otros representan mitos nativos de las inundaciones de origen precolombino.

Un de ellos es el de Tlapanec y Huaxtecs, el cual tiene a un hombre y a su perro como los únicos sobrevivientes del diluvio, pero el hombre descubre que el perro toma la forma de una mujer durante el día: el hombre y la perra repueblan la tierra. Otro mito encontrado entre los pueblos azteca y totonaca relata cómo una pareja humana sobrevive al esconderse en un recipiente hueco y comienza a cocinar un pescado cuando el agua cede: cuando el humo llega al cielo, los dioses se enojan y los castigan convirtiéndolos en perros. O monos según la versión.

En la mitología maya, tal como se expresa en el Popol Vuh, los dioses creadores intentaron crear criaturas. Lo intentaron tres veces antes de tener éxito. Las tres creaciones anteriores fueron destruidas. La tercera raza de humanos tallados en madera fue destruida por una inundación, mutilada por animales salvajes y destrozada por sus propias herramientas y utensilios. Los únicos sobrevivientes de la inundación fueron los cuatro Bacabs que ocuparon su lugar como defensores de las cuatro esquinas del cielo.

En el mito mesoamericano se dan varias razones para la ocurrencia del diluvio: o el mundo era simplemente muy antiguo y necesitaba ser renovado, o los humanos habían descuidado su deber de adorar a los dioses, o fueron castigados por una transgresión, por ejemplo, canibalismo. Muchos de los mitos modernos incluyen, obviamente, referencias cristianas como el asesinato de Abel por Caín como la razón. Un gran número de mitos de inundaciones mesoamericanas, especialmente registrados entre los pueblos nahuas (aztecas) dicen que no hubo sobrevivientes de la inundación y que la creación tuvo que comenzar de cero, mientras que otros relatos aseguran que los humanos actuales descienden de un pequeño número de sobrevivientes, en algunos relatos, los sobrevivientes transgreden a los dioses al encender un fuego y, en consecuencia, se convierten en animales.

En la mitología inca, Viracocha destruyó a los gigantes con un Gran Diluvio, y dos personas repoblaron la tierra. Excepcionalmente, sobrevivieron en cuevas selladas.

En la mitología mapuche, la Leyenda de Trentren Vilu y Caicai Vilu dice que una batalla entre dos serpientes míticas provocó un Gran Diluvio; y posteriormente creó el mundo mapuche tal como lo conocemos hoy.

Y concluiremos nuestro húmedo recorrido entre las ricas mitologías de los pueblos polinesios, de las que hay que destacar que ninguna de ellas se acerca a la escala del diluvio bíblico.

La gente de Ra’iatea habla de dos amigos, Te-aho-aroa y Ro’o, que fueron a pescar y accidentalmente despertaron al dios del océano Ruahatu con sus anzuelos. Enfurecido, juró hundir a Ra’iatea debajo del mar. Te-aho-aroa y Ro’o pidieron perdón, y Ruahatu les advirtió que solo podían escapar llevando a sus familias al islote de Toamarama. Zarparon, y durante la noche, la isla se deslizó bajo el océano, para volver a levantarse a la mañana siguiente. Nada sobrevivió, excepto estas familias, que erigieron los marae sagrados (templos) dedicados al dios Ruahatu.

Una leyenda similar se encuentra en Tahití. No se da ninguna razón para la tragedia, pero toda la isla se hundió bajo el mar, excepto el Monte Pitohiti. Una pareja humana logró huir allí con sus animales y sobrevivió.

En Hawai, otra pareja humana, Nu’u y Lili-noe, sobrevivieron a una inundación en la cima de Mauna Kea en la Isla Grande. Nu’u hizo sacrificios a la luna, a quien atribuyó erróneamente su seguridad. Kane, el dios creador, descendió a la tierra en un arco iris, explicó el error de Nu’u y aceptó su sacrificio.

En las Marquesas, el gran dios de la guerra Tu se enojó por los comentarios críticos hechos por su hermana Hii-hia. Sus lágrimas atravesaron el suelo del cielo hasta el mundo inferior y crearon un torrente de lluvia que arrasó todo a su paso. Sólo seis personas sobrevivieron.

En conclusión, y tras la relación de este abanico de diferentes leyendas sobre el mismo mito, podemos deducir que los dioses son bastante susceptibles y se enojan por cualquier cosa arrasando con todo lo que han creado, para luego, arrepentirse y prometer que ya no lo volverán a hacer… Y es que la eternidad debe ser muy aburrida… Por otro lado, podemos comprobar que todas se parecen, en todas las diferentes leyendas aparecen puntos comunes y hechos similares, lo que da para pensar si esto de la globalización no estaba ya inventado hace un montón de siglos. Lo de si estos sucesos han sido reales, alegóricos o un simple cuento no estoy capacitado para asegurar nada, así que lo mejor es que concluyamos dando un repaso a algunas diferentes hipótesis que intentan dar veracidad al hecho de que alguna vez hubiera un Diluvio Universal.

Según dos publicaciones, The First Fossil Hunters por Adrienne Mayor, y Fossil Legends of the First Americans, se ha generado la hipótesis de que las historias de inundaciones se han inspirado en antiguas observaciones de conchas marinas y peces en zonas del interior de los continentes y en las cumbres de las montañas. Aunque los griegos, los egipcios, los romanos y los chinos comentaron en antiguos escritos sobre estas conchas y peces, fue Leonardo da Vinci quien postuló que un diluvio inmediato no podría haber causado los estratos ordenados que él encontró en los Apeninos italianos. Los griegos plantearon la hipótesis de que la Tierra había sido cubierta por el agua varias veces, y notaron las conchas marinas y los fósiles de peces que se encuentran en las cimas de las montañas como evidencia de esta creencia. Los nativos americanos también expresaron esta creencia a los primeros europeos. Claro que para qué vamos a hablar sobre placas tectónicas, con sus pliegues, fallas, terremotos y erupciones…

Algunos geólogos creen que una inundación bastante espectacular de algunos ríos en el pasado podría haber influido en estas leyendas. Una de las hipótesis más recientes y bastante controvertidas de este tipo es la Teoría de Ryan-Pitman, que defiende un diluvio catastrófico entre 5600 a.C. desde el Mar Mediterráneo hasta el Mar Negro. Este ha sido un tema de discusión considerable, y un buen artículo del National Geographic News, en febrero de 2009, donde se indica que las inundaciones podrían haber sido «bastante leves».

También ha habido especulaciones de que un gran tsunami en el mar Mediterráneo causado por la erupción de Thera, la isla italiana actualmente conocida como Santorini, durante la época minoica fue la base histórica para el mito de Deucalión. Sin embargo, el tsunami subsiguiente golpeó el sur del mar Egeo y Creta y no afectó a ciudades en el continente de Grecia, como Micenas, Atenas y Tebas, que continuaron prosperando, por lo que tuvo un efecto local más que regional.

Otra teoría es que un meteoro o cometa se estrelló en el Océano Índico en tiempos prehistóricos alrededor del 2800-3000 a.C., creando el cráter submarino Burckle, de 30 kilómetros de diámetro, y generó un tsunami gigante que inundó las tierras costeras.

Se ha postulado que el mito del Diluvio puede estar basado en el aumento repentino en los niveles del mar causado por el drenaje repentino del lago Agassiz prehistórico al final de la última Edad de Hielo, aproximadamente 8,400 años antes del presente, tras verter sus aguas en el mar, este lago dio ligar a la zona de los Grandes Lagos Norteamericanos.

Los defensores de la geología de las inundaciones sostienen que el diluvio bíblico y el arca de Noé deben tomarse literalmente, en el cual los procesos geológicos más observados (como la fosilización o los estratos sedimentarios) son un resultado posterior de este evento.

Si bien algunas personas creen que hubo una inundación mundial, la geología de la inundación en sí misma ha sido rechazada por los geólogos, biólogos e historiadores de la corriente principal, la mayoría de los cuales la consideran pseudociencia. Aunque en un momento, incluso los trabajadores prominentes en la arqueología bíblica estaban dispuestos a argumentar el apoyo a la geología de las inundaciones, esta opinión ya no se sostiene ampliamente.

En la década de 1920, los arqueólogos asociaron la inundación sumeria con una capa de depósitos fluviales que interrumpieron los asentamientos en una amplia zona del sur de Mesopotamia. Esto llevó a la especulación en el momento en que se había encontrado en la inundación mencionada el arca de Noé, al tratar de conectar la antigua leyenda de la inundación del Cercano Oriente con esta inundación histórica. Sin embargo, no hay evidencia de que la leyenda de la inundación en el Génesis de Eridu fuera la misma que la inundación histórica mencionada en la lista del rey, o de que los mismos sumerios los unieran.

Así que no nos queda nada claro, pues por un lado tenemos las leyendas y por el otro una serie de investigaciones que no han conseguido llegar a ninguna conclusión, solo hay, por un lado, las leyendas, por el otro, las hipótesis y, eso sí, en muchos casos, una buena dosis de fe, porque de lo contrario, ya me contaréis cómo consiguió Noé meter en su arca a una pareja de cada especie animal que pululaba por la tierra y los aires…

Una respuesta a “El Diluvio universal, por Antonio Cruzans”

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