“Que tu medicina sea tu alimento, y el alimento tu medicina. Pero comer cuando estás enfermo alimenta la enfermedad”. 

Hipócrates, S.V a.C.

«No es signo de buena salud estar adaptado a una sociedad enferma»

Krishnamurti, S. XX

Estamos más o menos acostumbrados a que “otros” (médicos, profesores, televisión, revistas y organizaciones) nos digan lo que es la salud y cómo vivir de manera saludable. En este debate proponemos reflexionar sobre lo que es la salud para cada uno de nosotros y si podemos tener y vivir desde un concepto de salud que sea divergente del que nos proponen desde criterios externos. Este es un asunto que nos hace dirigir la mirada hacia otros temas que a menudo no queremos mirar, pero que nos observan constantemente: la enfermedad, el envejecimiento y la muerte. Vamos a reflexionar también, pues, sobre de qué manera podemos vivir saludablemente en cada etapa de nuestra vida, y cuál es nuestra opinión sobre lo que se denomina “muerte digna”.

A partir de las ideas que presentan los textos, que sólo se ofrecen como ejemplos de reflexión, tienes que escribir un texto argumentativo, con un mínimo de 200 palabras, en el que expongas y argumentes tu opinión al respecto. El plazo de entrega para este primer texto concluye el día 1 de abril de 2022, a las 20h..Para la redacción del texto argumentativo debes seguir las pautas dadas en clase. 

Recuerda que los textos enviados no aparecen inmediatamente en la página y que debes asegurarte de que pasados por lo menos dos días ya han sido incluidos.

Éste es un debate abierto, por lo que puedes invitar a participar en él.

Los fragmentos que cito a continuación pertenecen al libro Sano y salvo (y libre de intervenciones médicas innecesarias) de Juan Gérvas y Mercedes Pérez Fernández. Ambos autores son médicos jubilados que actualmente se dedican a la docencia y a la investigación. En sus libros y artículos nos presentan una visión de la salud que difiere bastante de la acostumbrada.

“Hay muchas definiciones de salud. La peor es la de la Organización Mundial de la Salud: ‘La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.’ En esa definición está el germen que lleva a la paradoja de la salud, pues nadie consigue tal estado de salud salvo, quizá, durante el orgasmo.

Estar sano es, primero, estar vivo y ser consciente de ello. Y después, estar sano es disfrutar de la vida con sus inevitables complicaciones. En general, la salud no se percibe, pues es un poco como el aire que respiramos, que sólo se echa de menos cuando falta.

(…)

Creer que hay épocas vitales perfectas anula la posibilidad de disfrutar de los cambios de cada etapa. Por ejemplo, aceptar la juventud como modelo es tan absurdo como aceptar la infancia como ideal. Ser joven es sólo vivir un periodo de la vida, no establecer marcas de perfección. Cada etapa tiene sus ventajas y sus inconvenientes. La vejez también.

(…)

¿Se puede tener una enfermedad grave y al mismo tiempo estar sano? Sí, si en medio del sufrimiento encontramos oportunidades de disfrutar de la vida. (…) Pareciera que el enfermo es sólo un saco de mecanismos que se alteran y que ya no puede tener ese “completo estado de bienestar”. Y no, el enfermo es una persona que puede ser feliz y tener parcelas saludables, con sus expectativas, deseos y fantasías. Estar sano es sentirse vivo, es ser capaz de ser feliz al menos en alguna “parcela”.

¿Se puede morir saludablemente? Sí, cabe morir sanamente. Cabe morir con dignidad. Cabe aceptar la muerte como un final esperado. Cabe disfrutar de las últimas horas y minutos si un médico que nos conoce es capaz de utilizar los inmensos recursos científicos y tecnológicos existentes para aliviar el dolor y otros problemas (estreñimiento, vómitos, edemas, ansiedad, insomnio).

(…)

No todo vale en el combate de la muerte. Sobre todo, porque no es un combate, sino un acompañar y un paliar. La muerte es un proceso personal en un contexto social. Muchas veces la etiología es incierta, el pronóstico es mortal y el tratamiento es experimental. Pero todo se justifica con tal de retrasar la muerte.

La lucha, el combate y toda la fraseología militar confunden al médico, al paciente y a sus familiares. Se olvida la rendición, no ya el repliegue, y se considera indigno abandonar el campo de batalla. Se justifican los excesos, la barbarie y la crueldad. El encarnizamiento se acepta como normal. Nadie se atreve a parar la máquina guerrera, los abusos diagnósticos y terapéuticos. No hay una ética del “¡basta ya!”.

(…)

La salud tiene muchos grados. La salud no es una variable dicotómica en la que sólo quepan el sí y el no. La salud tiene variaciones y modulaciones, altos, bajos y extremos. Si somos humanos, la salud tiene siempre un grado compatible con la enfermedad y con la muerte. La salud no es un estado perfecto, sino posible y cambiante.

Cada cual sabe de su estado vital, de su salud. Sentirse sano es una cuestión personal y posible en cualquier circunstancia y edad. Y en esa percepción personal sobre el estado propio de salud hay gran acierto. Por ejemplo, la percepción de salud tiene mayor valor predictivo respecto a la mortalidad que el juicio clínico. Y esto también funciona a la inversa.

(…)

Si tenemos salud lo vamos a notar porque la disfrutaremos. Podemos elegir entre disfrutar a lo loco, “quemando” horas y días, como en los fuegos artificiales, o podemos disfrutarla a sorbos, tirando un cohete de vez en cuando. Cada cual disfrutará de la salud a su estilo, según su carácter y su personalidad, su edad, su sexo, su situación y sus posibilidades. En su aspecto serio, la salud permite vivir al bebé mamando, al niño estudiando, al adolescente descubriendo, al joven formándose, al adulto trabajando y al anciano reflexionando, pero en todo caso si tenemos salud es porque la disfrutamos de mil maneras y a diario. En otros aspectos, la salud facilita el goce de todo lo que nos trae la vida, desde el sexo a la amistad, desde el baile a la visita a un museo, por ejemplo.

La vida ofrece infinitas posibilidades cuando se acompaña de salud. Quien tiene salud y no la disfruta carece verdaderamente de salud y padece la más grave enfermedad”.

El siguiente fragmento pertenece al libro de Biología y Geología, 3º ESO, editorial Edelvives. Este es un tema que, seguramente, ya habrá sido tratado en clase en alguna ocasión. Puedes utilizar para la argumentación ideas u otros textos que hayan sido comentados por el profesor.

“El concepto de salud es difícil de definir y ha variado a lo largo del tiempo. En la actualidad, la salud se concibe como el estado en el que el organismo presenta las siguientes características:

Ausencia de enfermedad, entendiéndose esta como cualquier tipo de malestar, debido a alteraciones de procesos fisiológicos o mentales que limitan la capacidad de funcionar adecuadamente en diferentes grados.

Situación plena de bienestar físico, psíquico y social (Organización Mundial de la Salud, 1946).

Capacidad de llevar una vida social y económicamente productiva.

Posibilidad de adaptación a los cambios del ambiente.”

Cada vez más en nuestra vivencia cotidiana, incluso en el ámbito del cientifismo, se va integrando una visión holística de la salud, que nos lleva a referirnos a la salud desde diversos planos: la salud física, la psicoemocional, la espiritual…

La salud física es la que se refiere al buen funcionamiento de los órganos vitales; a hábitos saludables: movimiento energetizante, descanso reregenerador, sueño reparador, alimentación consciente y nutriente…

La salud psicoemocional nos lleva a la práctica de hábitos y actitudes: vivir los vínculos sin apegos ni dependencias; entrenarnos en el dar solidario y el tomar agradecido; establecer contacto sin confluencias, sin perdernos en el otro; vivr las relaciones de pareja donde el intercambio de dar/tomar esté en equilibrio; asentir, validar y expresar las emociones; actualizar nuestras necesidades, valores y creencias; abrirnos al pensamiento divergente; practicar la escucha activa; responsabilizarnos de nuestras decisiones y de nuestro crecimiento, favoreciendo la emancipación…

La salud espiritual nos conecta, sobre todo, con actitudes: relacionarnos con presencia; escuchar nuestra intuición; favorecer espacios y tiempos de creatividad, que nos pongan en conexión con nuestros recursos; entrar en contacto con la belleza en todas sus posibilidades; distinguir los límites de lo que es nuestro y de lo que no… soltar aquello que no nos pertenece…

La poesía nos ayuda a encontrar (nos) en salud. En una ocasión al poeta Joan Margarit le preguntaron para qué servía la poesía. Él contestó: «Para nada; pero, a veces, te salva la vida».

Que rompan las olas y no las ganas.
Que suba a bordo nuestra alma.
Que zarpemos con la certeza del misterio.
Que en las tempestades se oiga nuestra risa.
Que en la calma crezca nuestro valor.
Que nos dejemos a la deriva de la confianza.
Que entre naufragar o colonizar prefiramos lo primero.
Que entre esclavo o polizón elijamos lo segundo.
Que si partimos sea para retornar a casa.
Que auroras y estrellas acompañen la travesía.
Y que el océano nos acoja hasta el horizonte y más allá.
María Colodrón, febrero, 2022

También existen teorías y propuestas más ocurrentes que plantean el tema de la salud en relación a la inteligencia. Y consideran que un hábito saludable es mantenerse alejado de los “estúpidos”. A este respecto es muy interesante el libro de Carlos M. Cipolla, Allegro ma non troppo, del que cito un pequeño fragmento a continuación:

“Una persona estúpida es una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio.

 A la vista de esta Tercera Ley Fundamental, las personas racionales reaccionan instintivamente con escepticismo e incredulidad. El caso es que las personas razonables tienen dificultades para imaginar y comprender un comportamiento irracional. Pero dejémonos de teorías y veamos qué es lo que nos ocurre en la práctica en la vida diaria. Todos nosotros recordamos ocasiones en que, desgraciadamente, estuvimos relacionados con un individuo que consiguió una ganancia, causándonos un perjuicio a nosotros: nos encontrábamos frente a un malvado. También podemos recordar ocasiones en que un individuo realizó una acción, cuyo resultado fue una pérdida para él y una ganancia para nosotros: habíamos entrado en contacto con un incauto. Nótese la precisión «un individuo realizó una acción». El hecho de que fue él quien inició la acción es decisivo a la hora de establecer que se trata de un incauto. Si hubiese sido yo quien inició la acción que determinó mi ganancia y su pérdida, la conclusión sería diferente: en este caso yo habría actuado como un malvado. Igualmente nos vienen a la memoria ocasiones en que un individuo realizó una acción de la que ambas partes obtuvimos provecho: se trataba de una persona inteligente. Tales casos ocurren continuamente. Pero si reflexionamos bien, habrá que admitir que no representan la totalidad de los acontecimientos que caracterizan nuestra vida diaria. Nuestra vida está salpicada de ocasiones en que sufrimos pérdidas de dinero, tiempo, energía, apetito, tranquilidad y buen humor por culpa de las dudosas acciones de alguna absurda criatura a la que, en los momentos más impensables e inconvenientes, se le ocurre causarnos daños, frustraciones y dificultades, sin que ella vaya a ganar absolutamente nada con sus acciones. Nadie sabe, entiende o puede explicar por qué esta absurda criatura hace lo que hace. En realidad, no existe explicación -o mejor dicho- sólo hay una explicación: la persona en cuestión es estúpida.”

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