
En esta ocasión vamos a debatir sobre el tema de la nutrición. Pocos temas como este puede afectar directamente a nuestras vidas. Lo que comemos no sólo afecta a nuestra salud y bienestar, sino que también influye en nuestros hábitos sociales y culturales. La gastronomía y los hábitos saludables en la alimentación son, incluso, paradigma de publicidad y una manera de fomentar el turismo.
Hipócrates fue un médico de la Antigua Grecia, del S.V a.C. ampliamente reconocido por sus importantes contribuciones a la ciencia de la medicina. A él se le atribuye el concepto del “juramento hipocrático”, que orienta al médico en la práctica ética de su profesión. De Hipócrates es la cita: “Que la comida sea tu alimento y el alimento tu medicina”.
Te proponemos que argumentes sobre este motivador tema, que presentes tu visión y tu propia experiencia sobre el mismo y que lo relaciones con otros temas que también afecten de igual manera a tu vivencia diaria. ¿Cómo te alimentas? ¿Es un bulo la tan citada dieta mediterránea? ¿Qué cantidad de comida basura ingieres? ¿Relacionas tu alimentación con tu salud física y mental? ¿Cómo nos influye lo que comemos? ¿Somos lo que comemos?…
Como siempre te presentamos algunos textos que pueden inspirar tu opinión y argumentos, y esta vez también te animamos a proponer otras lecturas o autores que puedan hacernos reflexionar sobre este tema. Es por ello por lo que en la primera parte del debate deberás utilizar alguna cita de autoridad, en la que puedes incluir citas literarias, científicas, refranes… que sirvan para sustentar y nutrir tu argumentación.
Algunos de estos textos han sido escritos por dietistas, que nos plantean temas como el “realfooding”, como el libro de Carlos Ríos, “Come comida real”, o el “derecho” a una alimentación saludable que nos presenta Julio Basulto en el artículo “Tenemos derecho a una alimentación saludable”. Reflexionemos, pues, sobre lo que significa “real” y lo que tiene que ver con los hábitos saludables.

La comida también ha sido un tema recurrente en la literatura. Y en numerosas ocasiones se relaciona la comida con los placeres de la vida. La anacreóntica, creada por el poeta Anacreonte en el S.VI a.C., es una composición lírica en verso de arte menor que canta a los placeres de la vida, el vino y el amor. Y la misma Isabel Allende escribe un libro que titula “Afrodita. Cuentos, recetas y otros afrodisíacos” en el que integra recetas de cocina con consejos eróticos y citas líricas sobre comida y afrodisíacos. En este libro la escritora cita un poema:

TEXTO 1º
“Oda a la ciruela”:
de Pablo Neruda
Desde entonces
la tierra, el sol, la nieve,
las rachas
de la lluvia, en octubre,
en los caminos,
todo,
la luz, el agua,
dejaron
en mi memoria
olor
y transparencia
de ciruela:
La vida
ovaló en una copa
su claridad, su sombra,
su frescura.
¡Oh beso
de la boca
en la ciruela,
dientes
y labios
llenos
del ámbar oloroso,
de la líquida
luz de la ciruela!

TEXTO 2º
Tenemos derecho a una alimentación saludable
de Julio Basurto Marset
Las autoridades deben garantizar algo más que productos seguros: alimentos nutritivos y sanos
El Nobel Gabriel García Márquez explicó que Macondo, la aldea en la que desarrolla la trama de Cien años de soledad, era tan antigua que “muchas cosas carecían de nombre y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo”. Pero ¿cómo se señala algo que no es tridimensional, algo intangible y tan abstracto como la nostalgia, el escepticismo… o el derecho de la nutrición? No se puede. Hay quien postula, de hecho, que en este dilema radica el inicio del lenguaje. Y es que un concepto que no tiene nombre es como si no existiera, aunque en realidad tenga implicaciones en el plano físico. La soberbia, el valor, los celos o la calma existían antes de que alguien les pusiera nombre y han influido sobremanera en la historia de la humanidad.
Con el derecho de la nutrición sucede algo similar. Antes de que el abogado Francisco José Ojuelos lo bautizara, dicho derecho parecía no existir, pero influía en nuestras vidas tanto como la ley de la gravedad. Al ponerle nombre, Ojuelos obliga de forma implícita al legislador y a los responsables políticos a tenerlo presente y a perseguir la consecución del fin último de este derecho: proteger la salud de la población.
¿Qué tiene de novedoso el derecho de la nutrición? Que se distingue de un derecho muy desarrollado (y muy necesario), que es el derecho alimentario. Así, mientras que el derecho alimentario nos garantiza el acceso a una alimentación segura (nos defiende, por ejemplo, de fraudes alimentarios o de malas prácticas de higiene), el derecho de la nutrición busca salvaguardar a la población de los efectos negativos sobre su salud a medio o largo plazo del consumo generalizado de alimentos seguros (sin patógenos) pero malsanos. Es decir, persigue garantizar que la población tenga un paraguas que le proteja del diluvio de fuerzas que conspiran para que sigamos un patrón de alimentación “insaludable”.
Entenderán mejor el anterior párrafo con un ejemplo. En 2014 comparé, basándome en dos investigaciones (Rekhy, 2014 y Federal Trade Commision, 2008), la inversión en la campaña “5 al día” por parte de Estados Unidos y la inversión de la industria alimentaria de este país en el marketing del fast food dirigido a niños y adolescentes. Para quien no lo sepa, “5 al día” es el nombre que recibe la campaña, instaurada en varios países (incluyendo España), que promueve el consumo de un mínimo de cinco raciones de frutas y hortalizas cada día. Pues bien, mientras que la inversión en “5 al día” ascendió a un rango de entre tres y cinco millones de dólares al año, la industria del fast food dirigida a niños invirtió cinco millones al día en anunciar sus productos a niños y adolescentes. Cinco millones al año contra cinco millones al día. No extraña que el 88% de la población adulta americana presente exceso de peso (dato de 2017).
Como ningún gobierno puede invertir 5 millones de dólares cada día para contrarrestar el efecto negativo del marketing de los productos malsanos (¿se hacen a la idea del gasto sanitario y de la tragedia personal y social que supone para un Estado tener al 88% de su población con exceso de peso?), es necesario instaurar un derecho que ponga coto a este tsunami. En Europa no tenemos todavía el drama sanitario que se vive en Estados Unidos, pero eso no significa que podamos relajarnos: nuestras cifras de exceso de peso no dejan de aumentar, tal y como acaban de revelar la doctora Elisa Pineda y sus colaboradores en Obesity Facts.
Otro ejemplo nos lo brindan las bebidas azucaradas. La disminución en el consumo de los mal llamados “refrescos” (productos seguros, pero malsanos) es una prioridad mundial. Por eso, tal y como relata Francisco José Ojuelos en su libro, la Generalitat de Catalunya lanzó el 1 de mayo de 2017 un impuesto a las bebidas azucaradas. Un año después, en abril de 2018, una investigación llevada a cabo por la Universitat Pompeu Fabra constató, para alegría de todos los nutricionistas, que el impuesto se tradujo en una reducción del 22% del consumo de estas bebidas con respecto a la situación antes del impuesto. Ello supuso el consumo de 107 calorías menos por persona y semana entre sus consumidores. Y supuso también la prueba de que, como he indicado hace unas líneas, el derecho de la nutrición existía antes de tener nombre.
Tener un derecho de la nutrición significa muchas cosas, que no puedo detallar en este texto, pero que tienen pormenorizadas en el libro “El derecho de la nutrición”, que he tenido el honor de prologar. Aunque sí puedo avanzar que la existencia del derecho de la nutrición supone que tenemos derecho a estar bien informados. Como mínimo, tanto como los fabricantes de alimentos. Hoy existe un enorme desequilibrio entre los conocimientos que maneja la industria alimentaria (que suele contar en sus filas con expertos nutricionistas) y los que tiene la población general. Una población claramente desorientada ante tantas noticias contradictorias, tantos famosos anunciando productos cargados de azúcar, tantas sociedades científicas vendidas a fabricantes de productos malsanos, tanta desinformación en las etiquetas de los alimentos, tanta publicidad depredadora, tanta afinidad entre la industria alimentaria y los gobiernos o, en resumen, ante tanto caos nutricional.
La existencia del derecho de la nutrición también supone tomar medidas contra la publicidad de alimentos insanos en horario infantil, incluir advertencias sanitarias en las bebidas alcohólicas, regular el etiquetado nutricional, garantizar el acceso gratuito a nutricionistas, etc.
La importancia (y la urgencia) de la consumación de este derecho podemos constatarla revisando el último informe del European Heart Network, que justifica que la primera causa de muerte en Europa son las enfermedades cardiovasculares y que la principal causa de tales enfermedades son factores dietéticos modificables.
En su última novela, Trilogía de la guerra, el físico y escritor Agustín Fernández Mallo, expone que “…la actitud del poeta y la del científico es la misma: redefinir lo que hasta ese momento creíamos estable y cerrado”. Es justamente esta actitud la que ha demostrado poseer el abogado Francisco José Ojuelos en su libro El derecho de la nutrición (Amarante) ya que nadie, hasta la fecha, había definido con tanto tino que precisamos algo más que una alimentación segura (estabilizada gracias al derecho alimentario): tenemos derecho a una alimentación saludable.

TEXTO 3º
¿Qué es el Realfooding?
Del libro Come comida real de Carlos Ríos, creador del movimiento Realfooding
El Realfooding es un estilo de vida basado en comer comida real y evitar los ultraprocesados. Es un movimiento que defiende el derecho a una alimentación saludable para la población. Es una revolución que lucha con conocimiento y conciencia contra el lado oscuro de la industria alimentaria. Porque juntos podemos acabar con el sistema alimentario dominado por los ultraprocesados para devolver la soberanía a la comida real, la comida de verdad que nunca debió ser reemplazada.
(…)
LAS TRES REGLAS BÁSICAS DEL REALFOODING
- Basa tu alimentación en alimentos mínimamente procesados, priorizando los de origen vegetal. Estos son los alimentos que llevan un solo ingrediente en la etiqueta o directamente no llevan etiqueta. (…)
- Complementa tu alimentación con buenos procesados, sin que sustituyan a los alimentos mínimamente procesados. El buen procesado suele estar envasado y lleva una etiqueta nutricional donde figuran de uno a cinco ingredientes, entre los cuales no se encuentran cantidades significativas (…) de azúcar añadido, harina refinada o aceite vegetal refinado. Estos productos deben ocupar un papel complementario en nuestra alimentación, y podemos incluirlos siempre que no desplacen el consumo de alimentos frescos. Por ejemplo, no debemos consumir más pescado enlatado que fresco, o comer más fruta desecada que fresca. Los buenos procesados ayudan a comer alimentos mínimamente procesados y llevar una alimentación más placentera y cómoda, por ejemplo, cuando utilizamos aceite de oliva virgen extra (AOVE) para cocinar o mezclamos el yogur natural con frutos secos o fruta. (…)
- Evita los ultraprocesados (más de cinco ingredientes en la etiqueta, entre ellos azúcares, harinas y aceites vegetales refinados, aditivos y sal). El consumo debe ser ocasional, como alguna vez al mes. La recomendación es que cuanto menos, mejor. Se recomienda no comprarlos ni tenerlos en lugares habituales como en casa o en el trabajo. Los ultraprocesados pueden formar parte de un consumo ocasional voluntario y sin remordimientos, relacionado con eventos sociales y culturales (10%), pero manteniendo una frecuencia baja, sin desplazar una alimentación basada en comida real (90%).







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