Nacido en North Terre Haute, Indiana, USA, el 26 de enero de 1918, Philip José Farmer fue un autor de relatos y novelas de ciencia ficción, en las que no desechaba incluir temas tan dispares como el sexo o la religión, y cuyos personajes eran, en muchas ocasiones, reales o pertenecientes a obras anteriores escritas por otros autores.

Una de sus novelas, Los amantes, indignó el pensamiento puritano de su época al narrar, con los más mínimos detalles, las relaciones eróticas entre un hombre, Hal Yarrow, para más “inri”, miembro de una comunidad puritana, y una hembra alienígena que, para más detalles, era algo similar a un insecto capaz de mimetizarse en cualquier otro ser, de cuya relación nacerán “niños insecto”.

Tampoco dejó indiferente a nadie que la leyera, La imagen de la bestia, en cuyo inicio una mujer está practicando una felación a un hombre y, cuando ya éste ya está llegando al apogeo, ella se cambia la dentadura por otra con dientes como cuchillas y lo castra así, sin más…

Pero no sólo de sexo viven los relatos de Farmer, pues sus historias están repletas de aventuras y acción, como el ciclo El mundo del río, donde aparecen como personajes el explorador británico, Richard Francis Burton, o el líder nazi Hermann Göring, o el escritor norteamericano Mark Twain, entre otros muchos, pues estas historias se basan en la existencia de un valle donde vuelven a la vida diferentes personajes del pasado.

También, como ya he comentado más arriba, la religión no le dejaba indiferente, y así podemos ver a un sacerdote asesino, el padre Carmody, que va predicando por diferentes planetas de la galaxia, o el mismísimo Jesús, quien aparece en la saga del río como un personaje más.

Tampoco hacía ascos a la hora de utilizar personajes ajenos como el Mago de Oz, Philias Fogg o Tarzán, al cual incluso le dedicó todo un ensayo: Tarzan alive, a definitive biography of Lord Greystoke.

Con una personalidad alegre, bromista y desinhibida, incluso, a veces, inclinada a ser blasfema e irreverente, era un hombre que producía reacciones encontradas, pues mientras algunos pedían que fuera “quemado en la hoguera”, en otros despertaba una sincera simpatía e incluso fue reconocido con bastantes premios y homenajes.

En el siguiente relato tenemos un ejemplo del estilo de Farmer donde se combinan elementos de ciencia ficción, aventura y exploración de las relaciones entre las especies bastante original y que nos lleva a reflexionar sobre la naturaleza de la inteligencia y el poder.

EL REY DE LAS BESTIAS

De Philip José Farmer

El biólogo estaba mostrándole al visitante el laboratorio y el zoo.

—Nuestro presupuesto —dijo—, es demasiado limitado para recrear todas las especies extintas conocidas. Así que devolvemos a la vida sólo los animales superiores, los más bellos que fueron cruelmente exterminados. Por así decirlo, estoy tratando de compensar la crueldad y la estupidez. Se podría decir que el hombre abofeteaba el rostro de Dios cada vez que aniquilaba una especie del reino animal.

Hizo una pausa, y miraron más allá de los fosos y los campos de fuerza. Los cervatillos brincaban y galopaban, mientras el Sol les iluminaba los flancos. La foca sacaba sus humorísticos bigotes del agua. El gorila atisbaba tras los bambúes. Las palomas mensajeras se atusaban las plumas. Un rinoceronte trotaba como un cómico acorazado. Una jirafa los miró con delicados ojos y luego volvió a comer hojas.

—Ahí está el dronte. No es hermoso, pero es muy raro, y totalmente inerme. Venga, le mostraré el proceso de recreación.

En el gran edificio pasaron junto a hileras de voluminosos y altos tanques. Podían ver claramente por las ventanas de sus flancos, y a través de la gelatina interior.

—Esos son embriones de elefantes africanos — dijo el biólogo-. Planeamos producir una gran manada y soltarla en la nueva reserva gubernamental.

—Casi se le puede ver irradiar felicidad —dijo el distinguido visitante—. Ama mucho a los animales, ¿no?

—Amo todo lo vivo.

—Dígame —dijo el visitante—, ¿de dónde obtiene los datos para la recreación?

—Principalmente de esqueletos y pieles que había en los antiguos museos. Y de libros y películas que hemos encontrado en excavaciones arqueológicas y que hemos logrado restaurar y luego traducir. ¡Ah!, ¿ve esos grandes huevos? En su interior están gestándose los polluelos del gran moa. Y casi a punto para ser sacados del tanque se hallan los cachorros de tigre. Cuando estén crecidos serán peligrosos, pero estarán confinados en la reserva.

El visitante se detuvo ante el último de los tanques.

—¿Sólo uno? —preguntó—. ¿Qué es?

—Pobrecillo —dijo el biólogo ahora triste—. ¡Estará tan solo! Pero yo le daré todo el cariño que pueda.

—¿Es tan peligroso? —preguntó el visitante—. ¿Peor que los elefantes, tigres, y osos?

—Tuve que conseguir un permiso especial antes de hacer crecer éste —explicó el biólogo; su voz temblaba.

El visitante dio un paso hacia atrás asustado, apartándose del tanque. Y exclamó:

—Entonces, debe de ser… ¡Pero no, no se atrevería!

El biólogo asintió con la cabeza.

—Sí, es un hombre

FIN

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