Capítulo 0
Dime que no es cierto

¿Qué puedo hacer yo? Cada célula de mi cuerpo me implora salir corriendo y buscar un lugar caliente y cómodo para morir en paz. Noto como se extinguen mis fuerzas, apenas ya puedo arrastrarme por el suelo. La herida de mi muslo es profunda, estoy segura que ha alcanzado alguna arteria. Me desangraré en poco tiempo. Pero no puedo. No puedo dejarla ahí, a merced de a saber qué. Cris me mira con ojos incrédulos, casi creo ver una sonrisa en su cara.
El sol es abrasador, hacía años que no brillaba tanto. Empiezo a sentirme mareada, muy mareada. Ya no tengo energía. No puedo seguir adelante. Arrastrar su cuerpo y el mío es una tarea imposible. No hay forma de avanzar, la mala hierba que nos cubre me pica en las quemaduras. Es una tortura continuar moviéndose. Ella empieza a balbucear, al principio no logro entenderla. Creo escuchar un “yo lo hice”. No es momento para cargar con la culpa, si estábamos apunto de morir ¿Que importa?. Intento responder, decirle que no es su culpa, que tarde o temprano me habrían encontrado. Pero tampoco puedo hablar, respirar es un agotador sacrificio que está empezando a ser imposible así que no digamos hablar. Ella continua diciendo incoherencias. La sonrisa que creía haber visto hace unos segundos vuelve a aparecer en su cara. ¿Cómo podía estar feliz al mismo tiempo que se sentía culpable y moría?
Y entonces lo comprendo.
– Tú… – consigo decir.
Creo que es la ira la que me impulsa, la que hace que consiga hablar. ¿Así que era eso lo que necesitaba para no darme por vencida? Ira. Y tengo a Cris al lado. Ella me delató.
– Yo les dije dónde estabas.
Claro que fue ella. Sólo unos pocos conocían mi posición exacta. Sólo unos pocos sabían dónde me había estado escondiendo los últimos años. Sólo podían haber sido ella, Ana o Javi. Jamás consideré que ellos lo hicieran por que jamás hubiera dudado de ellos. ¡Qué estúpida fui! Lo que le ofrecieron a Cris a cambio de delatarme jamás lo sabré, pero supongo que sería una cifra con bastantes ceros. Eso era lo único que le importaba.
– Fui yo.
No me había dado cuenta hasta este momento de las lágrimas que corrían por mi cara. Tendida en un suelo irregular, lleno de piedras y matorrales, mirando al cielo y sin posibilidad alguna de sobrevivir, decido gastar mis últimas fueras en un cruel y fugaz deseo, la mataría yo misma. No serían sus heridas, la falta de agua o algún animal carroñero quien pusiera fin a sus días. Sería yo. Con mucho cuidado para no rozar más de lo debido mis zonas heridas me doy media vuelta, dejando mi agitado pecho contra el suelo. Así me es mucho más difícil el respirar. Busco a duras penas hasta que encuentro una piedra un poco más grande que mi puño. Con eso me bastará. Repto por el suelo el pequeño espacio que nos separa sintiendo como la carne quemada se me desgarra con cada centímetro, con cada pequeño guijarro de tierra. ¿Qué importa el dolor? Quizá así me debilite más y muera más rápido.
Cuando le miro a los ojos no hay ni una pizca de resentimiento, de pesar. Encuentro mis últimas fuerzas en lo más adentro de mi ser, en mi ira. Consigo alzar la roca y propinarle un buen y certero golpe en su sien. Sus ojos no se cierran pero la sangre que sale del pequeño cráter de su cabeza, que ha salpicado mi cara e inundado mi mano junto con el cese de su respiración me dejan claro que está muerta.
Ahora es mi turno para morir. Y lo haré sola, como la asesina que soy. Todo empieza a estar negro, muy negro. Mis ojos se cierran sin que yo pueda hacer nada para evitarlo. Mi respiración es cada vez más irregular. Deseando que llegue el momento.
No puedo resistir más el dolor.
Así que me abandono a la deriva en un mar de dolor, ya no vale la pena luchar. No mienten cuando dicen que toda la vida te pasa por delante cuando estás a punto de morir.
Soy Angy. Una superviviente del 21-D, tengo 27 años. Después de la tormenta solar y del fallo eléctrico fui obligada a dejar mi casa, mi hogar y me arrastraron hacia la nueva capital del país. Ahí empecé una relación con Javi, uno de mis amigos de la infancia. Y ahí la terminé cuando me encontré con Mario, mi “gran amor”. Jara, quien había tomado el poder de la nación y quien se hacía pasar por el líder de los revolucionarios para tenernos a todos engañados, mató a Mario. Y yo maté a Jara. Entonces hui y me escondí. Sólo dejé una carta escondida para mis tres mejores amigos y mi hermano explicándoles lo sucedido y diciéndoles dónde iba a estar. Durante un tiempo viví en unas cuevas al norte junto con otros exiliados. Al cabo de un par de años nos enteramos de que en el Gran Núcleo habían encontrado la forma de restaurar la electricidad y que el nuevo gobierno formado por los rebeldes había decretado el estado de paz e indultado a todos los culpables de crímenes contra el anterior presidente y su mando. Eso me dejaba en una buena posición, de no ser por que aún quedaban bandos de seguidores de Jara que aclamaban mi cabeza. Por lo que tuve que seguir escondida. Fui hasta el sur, me instalé en un pueblo pesquero y cambié mi nombre por el de Noa. Allí viví en paz durante otros tres años, no me relacionaba con casi nadie y casi nadie intentaba relacionarse conmigo, me tenían como una loca ermitaña, lo cual era perfecto. Cada cierto tiempo llamaba por teléfono a Ana, Cris y a mi hermano, para decirles que estaba bien, pero jamás llamé a Javi. Pensaba que nunca más les volvería a ver. Ni si quiera quería hacerlo. ¿Cómo miras a tus amigos, a tu familia, a la cara después de haber matado a alguien (por mucho que se lo mereciese)? Pero ayer, sin previo aviso Cris apareció en la puerta de mi casa. No me gustó verla, pero supuse que si había venido hasta aquí era por algo importante, me dijo que Ana estaba mal, que estaba muriendo. Y mi mundo se derrumbó. ¿Sería cierto o sólo era parte de la estratagema? Dejé que Cris se instalara en mi habitación, y yo dormí en el sofá del comedor, tuve tantas pesadillas esa noche que cuando escuché las ametralladoras pensé que eran parte de otro mal sueño. Hasta que comprendí que estaba despierta. La cocina estalló y la onda expansiva me lanzó contra la ventana que se rompió en mil pedazos punzantes. Caí al suelo, el humo me asfixiaba, la casa entera estaba en llamas. Corrí a buscar a Cris, y la encontré tendida en el suelo boca abajo, también mi cuarto había estallado. La cogí como pude y la saqué de la casa por la puerta de atrás, justo entonces empecé a escuchar gente corriendo, gritando ordenes para que nos aniquilaran. Busqué en la oscuridad del porche hasta que encontré el rastrillo que usaba para arar mi pequeño huerto. Esquivé todas las balas de puro milagro. Al ser noche cerrada ni si quiera ellos veían muy bien dónde estábamos. Debieron pensar que era una tarea fácil. Uno de los hombres, no, era una mujer, corría hacia mí disparando a discreción, le dí tal palazo con el rastrillo que cayó muerta al instante. Cogí su arma y me aseguré de que Cris seguía respirando. El alba estaba empezando a despuntar, si quería cruzar todo mi huerto y llegar al bosque sin ser vista tenía que ser rápida. Disparé y maté a un par más que venían detrás de mí. Agradecí los meses de preparación con armas en la fábrica clandestina de Kiko (o sea, de Jara). Conseguí llegar al linde del bosque, y vi como uno de ellos, confundido, disparaba a un compañero que abatido intentaba levantar a la chica que había matado con el rastrillo. ¡Capullos! Pensé. Fue entonces cuando sin previo aviso un disparo alcanzó mi muslo, uno de ellos me había seguido. Grité tan alto que todos alertaron mi posición. Aseguré a Cris en mi costado. Disparé al que me había seguido y corrí tanto como nos era posible a las dos. Vi en la cara de Cris que estaba muy mal herida. No iba a conseguir salvarla. Y podía ser que ni yo me salvase. Jadeando me entremetí por los árboles que bien conocía, les despisté. Cuando dejé de oír voces me aventuré a salir al otro lado del bosque, a un páramo de maleza bastante amplio. Tropecé y Cris y yo caímos al suelo. Me arrastré tanto como pude. Pero era inútil.
Y esa es mi historia. Tomo bocanadas de aire mientras noto que me asfixio. Lentamente se me escapa la vida. Y de pronto, alguien me ha cogido en brazos y percibo un olor familiar, el aire que me golpea en la cara me hace intuir que está corriendo. ¿Por que no me he muerto? Deseo hacerlo y justo en ese instante la inconsciencia cae en mí.
Un sentimiento dulce y vibrante recorre mi cuerpo, lo reconozco, es la morfina. Alguien está mitigando mi dolor. Y lo está consiguiendo, pues ya apenas siento nada. Es como si flotara en medio de la nada. Paso horas, quién sabe, incluso días así. Es mejor que la muerte, es mejor que el dolor. De vez en cuando escucho voces, no las reconozco. Pero no tengo miedo, no es la primera vez que me encuentro así, postrada a saber dónde, sin poder despertar pero sin dormir del todo.Y sea quien sea la persona que me está ayudando, me quiere viva. Empiezo a cogerle el gusto a las drogas. Si no muero acabaré siendo una ermitaña yonki. Puedo vivir con ello. Me gusta la idea. Ojalá pudiese vivir aquí y así de por vida. Aunque presiento que no me dejarán. Y así es, después de no sé cuanto tiempo, mi cuerpo empieza a dolerme de nuevo. Empiezo a notar mis articulaciones. Puedo abrir los ojos, aunque no puedo hacer nada más. No hablo, no escucho y no me muevo. Supongo que me están quitando la morfina. Estoy sola en una habitación blanca de hospital con los ojos abiertos. Por largo rato pienso que moriré de desazón. No me importa. Ya nada me importa. He bloqueado todos mis pensamientos, todo lo bueno y malo. ¿De qué me sirve? Hasta que me acuerdo de Ana. Cris me dijo que estaba muriendo ¿Sería cierto? Intento ladear la cabeza buscando a alguien, pues hasta el momento sólo he visto el techo perfecto de la estancia. Me duele el cuello al moverme, definitivamente no hay morfina y me pregunto ¿Cuánto tiempo llevaré aquí para que mi cuerpo se queje de tal manera ante un menor movimiento? A mi izquierda solo hay unas máquinas que registran mis constantes vitales y una puerta. Poco a poco y muy consciente del suplicio que implica tornar mi cuello hacia el otro lado analizo todo lo que soy capaz de ver. Al otro lado hay ventanas por las que veo que es de noche y un sofá dónde alguien descansa hecho un ovillo. No consigo verle la cara. Pero parece un hombre. Me limito a mirarle, parece que ha pasado bastantes horas aquí y no seré yo quien perturbe su sueño. ¿Será la misma persona que me rescató?
Definitivamente moriré de tedio. Pasan las horas, el sol sale y mi silencioso acompañante sigue durmiendo a pierna suelta. De vez en cuando ronca un poco, entonces cambia su postura y cesan los sonidos.Y yo sigo quieta, sin ninguna necesidad de moverme en absoluto, mi delicado cuerpo me implora que no le azuce con más torturas. Deben de haber pasado un par de horas desde el amanecer cuando un basto estremecimiento recorre mis entrañas, desde el estomago hacia arriba. Consigo reprimir la primera arcada, pero cuando llega la segunda no puedo menos que doblarme por la mitad del dolor y vomitar en el suelo. De pronto un frío gélido atraviesa todo mi cuerpo seguido de un calor infernal, es tan rápido que cuando me doy cuenta estoy vomitando de nuevo, las máquinas pitan, y yo empiezo a marearme. Creo que me voy a desmayar. Entonces el hombre que me ha estado “cuidando” despierta y empieza a dar voces. Sigo vomitando, agarrándome las entrañas tan fuerte que pienso que si no las expulso acabaré arrancándomelas yo misma. Dos hombres vestidos de blanco entran por la puerta a toda prisa, regulan un par de botones de los goteros que tengo puestos y al cabo de unos segundos quedo otra vez sedada. Había oído hablar de los efectos secundarios de la abstinencia a la morfina, pero nunca pensé que serían tan fuertes y devastadores.
Esta vez mi letargo dura menos, creo que unas horas a lo sumo. Cuando dejo de flotar en el mundo irreal de las drogas y soy plenamente consciente de todo mi cuerpo tengo un ataque de pánico tan fuerte que las máquinas empiezan a pitar incluso antes de que abra los ojos. Alguien me abofetea la cara para que le de algún tipo de señal. Abro los ojos, y la cara me está mirando, aún rota por el miedo, es más bella de lo que jamás podría haberla recordado. Sus ojos azules, su pelo castaño claro y esa barba de dos o tres días tan sexy hacen que me vuelva a marear en el momento. Sin pleno aviso, más arcadas. Esta vez no vomito. Consigo decir una sola palabra:
– Javi…
Él me mira, creo que feliz de que le haya reconocido. Las lágrimas se escapan de mis ojos y me siento extrañamente a salvo. Pase lo que pase, sé que Javi no me dejará sóla, que no me dejará morir. Lo tengo tan claro como que fue su olor el que distinguí en el páramo. Él me salvó.
– Angy, yo…
– Javi…
Y esa es toda nuestra conversación. Los médicos vuelven a entrar, estabilizan el gotero y esta vez no me duermo, sólo me quedo tonta. Me acomodan la cama para que mi espalda quede ligeramente inclinada. Hablan algo con Javi, pero yo no hago mucho caso. Simplemente miro a Javi y pienso que si algo malo le pasase a Ana me lo diría. Miro su figura, parece mucho más musculoso que la última vez que le vi. Mucho más guapo y sexy. Hacia años que no sentía una atracción así por nadie. ¿Qué sé yo? Debe ser la morfina, que ya me está haciendo delirar. Los médicos salen y Javi se sienta en su sofá. Nos miramos durante unos cinco minutos que parecen eternos. Estoy literalmente flipada con su mirada. Se ha vuelto más dura, más agresiva, más pasional. Supongo que es por la edad. Supongo. Finalmente es él quien habla, lo hace despacio, eligiendo bien las palabras. Duda al principio.
– Angy… yo… yo lo siento tanto. Cuando supimos de los planes de Cris ya era demasiado tarde. Salí tras ella tan pronto como pude, al llegar a la dirección que Ana me dio – ella está bien-, la casa estaba totalmente asolada. Había tíos muertos por todas partes. Yo tuve que… bueno, déjalo, no importa. Empecé a correr y a buscar como un loco. Me adentré en el bosque y ahí encontré otro cadáver. Era todo un caos, salí a la luz del prado y a lo lejos vi como le metías a Cris una piedra entre ceja y ceja. No voy a decir que no lo mereciera… pero… – le miro ansiosa – pero la Angy que yo conocía jamás hubiera matado a una amiga, por muy mal que se hubiese portado con ella.
Me derrumbo ante sus últimas palabras. Es cierto, jamás lo hubiera hecho. Pero yo pensaba que ambas moriríamos tarde o temprano. Casi se puede decir que le hice un regalo. Necesito hacerme creer eso. Soy una asesina, lo sé, pero además he matado a Cris. Yo.
Él espera una respuesta que no sale de mi boca. Espera que le diga algo, pero no encuentro las palabras que puedan justificarme. ¿Qué puedo decirle? ¿Que fue un arrebato de ira, de venganza? Eso no sería suficiente. Él continua, esta vez más afligido.
– La enterramos ayer, no vino mucha gente, pues casi nadie sabe que murió, he sido lo suficientemente discreto además con las causas de su muerte. Dije que te encontré casi muerta a unos cien metros de ella. Si te preguntan dirás que no sabes que le pudo pasar. Que te alejaste de ella al creerla muerta antes de que le dieran el pedrazo. Dirás que no recuerdas nada más. ¿Me entiendes, verdad? Me he asegurado de que la historia sea lo suficiente verosímil. No sé si lo sabes, pero tanto Cris como yo teníamos un buen contacto en el gobierno, él cerrará el caso en unas horas.
Sigue hablando pero desconecto. Estoy llorando, no de pena. Si no de rabia por verme convertida en lo que soy. Lloro por que si quedaba algún resquicio de la vieja Angy murió junto con Cris. Lloro por mí. La nueva versión de mi es lo suficientemente egoísta como para no llorar por Cris y eso hace que llore más. Javi se levanta y me da un beso en la sien. Pero es un beso frío. Lejano.
Los días pasan y yo sigo sin pronunciar palabra, apenas duermo y como. Abochornada descubro que los médicos piensan que es por el shock postraumático. Si no hablo es por que no me da la gana, por que no tengo nada bueno que decir. Y jamás he dormido o comido bien. Al cabo de una semana me dan el alta, pero me asignan un par de sesiones semanales con un reconocido psiquiatra. Le dicen a Javi que no puedo volver a estar sola ya que estoy “mentalmente desequilibrada”.
En el paseo a casa de Javi él me dice que continuaremos con mi falsa identidad. Angy ha muerto, así que veo perfecto ser Noa. El camino se hace largo y me cuesta el andar, aún estoy débil y Javi tiene que cogerme varias veces para evitar que me caiga.
Llegamos a su hogar, un adosado muy acogedor a las afueras de vete a saber qué ciudad, y lo que descubro al entrar al comedor hace que me caiga de rodillas al suelo sin que Javi pueda evitarlo. Hay miles de fotos de Javi y Cris por todas partes, colgadas en las paredes, en marcos en las estanterías, y una grande encima del hallar que capta toda mi atención. Es la foto de su boda. ¡No puede ser cierto! Lloro de la impotencia, del miedo, de la rabia. No he pensado en él ni una sola vez en estos cinco años y además he reducido su, al parecer, feliz vida a cenizas.
Él me agarra por los hombros y me lleva hasta la habitación de invitados.Yo grito, “No, no puede ser” una y otra vez. Me tumba en la cama, saca las pastillas tranquilizantes que me han recetado los doctores y que hemos comprado por el camino y me ofrece una junto con un vaso de agua que ha traído de la cocina. Después de estar tanto tiempo conectada a la morfina la pastilla no hace mucho efecto, así que sigo llorando y repitiendo mi cántico “No, no puede ser”. Javi me pone el pijama y me mete dentro de las sábanas, se tumba en el otro lado de la cama y me acaricia el pelo suavemente. Al fin habla.
– Recuerda que te traicionó y que pensabas que ibais a morir. Nadie te lo recrimina.
Asiento con la cabeza, no por que esté de acuerdo con lo que dice, si no por lo reconfortante de su voz. Porque es cierto, no hay un mínimo de reproche en él. Siente lo que dice. Continua acariciándome el pelo hasta que me duermo.
Entonces las pesadillas invaden mi calma de nuevo y me despierto gritando de dolor, ese dolor que jamás desde hace cinco años he podido eliminar del todo en mis noches. Javi aparece en la habitación, corriendo asustando y con cara de sueño. Tengo la sensación de que se había quedado en vela por si esto ocurría. Vuelve a sentarse en la cama, me acuna sobre él y me duermo. Esta vez sin dolor, sin miedo, sin ese pánico que me asfixia. Me duermo en sus brazos, con su olor bien presente, el cual me recuerda que él está ahí, protegiéndome.

Capítulo 1
Crisis

A la mañana siguiente me despierto con un aroma a café profundo. Viene de la cocina. Oigo el tintinear de los platos. Javi me ha dejado unas zapatillas de estar por casa, seguramente fueran de Cris, así que decido no ponérmelas. Me miro en el espejo y veo que la mujer que me devuelve la mirada debe de tener unos treinta y tantos años.
El pijama que llevo tampoco es mío. Me lo quito y lo dejo perfectamente plegado sobre la cómoda. Me doy una ducha rápida en el baño de la habitación. Agua caliente, en el pequeño pueblo donde vivía no la usaba, me traía malos recuerdos de mi época en el Gran Núcleo. Me visto con la misma ropa que llevaba al salir del hospital. También de Cris, supongo.
Salgo al pasillo y como ayer prácticamente Javi tuvo que traerme a rastras mientras yo gemía, pataleaba y chillaba, no recuerdo muy bien hacia dónde ir. Sigo el sonido de los cacharros de cocina y ahí estoy otra vez, mirando el cuadro de la boda de Javi y Cris. Mil preguntas me invaden la mente. Mil cosas que no sé si quiero saber.
Pierdo la noción de la realidad y sólo vuelvo en mí cuando escucho a Javi carraspear, está mirándome desde la puerta de la cocina. ¿Cuánto tiempo llevará ahí? ¿Cuánto tiempo llevo yo aquí? Estoy llorando otra vez. ¿Cómo es posible?
Pensaba que los días de llanto y de pesar habían terminado. Me costó mucho aceptar que Mario había muerto, cuando estaba escondida en las cuevas mis compañeros tenían que irse a lo más profundo para poder dormir porque mis berridos nocturnos se lo hacían imposible. Luego, durante el día, me limitaba a mirar al vacío, de vez en cuando salía a cazar animales. Compartía mi comida y aceptaba la que me daban, ese era todo mi trato social. A penas hablaba con nadie y la mayor parte del tiempo me la pasaba encogida, sujetándome las rodillas y balanceándome sobre mi misma una y otra vez mientras lloraba a lágrima viva. Entonces, poco a poco mis nervios se fueron calmando, tardé mucho, pero al final aprendí a ser más comunicativa, pensé que ya nunca volvería a pasar por ello.
Pero aquí estoy, mirando a un cuadro en el que Javi coge por la cintura a Cris desde atrás mientras se dan un dulce beso. Es una foto preciosa. Y yo maté a la chica feliz de la imagen. ¿Hace cuánto ya de eso? Entre mis altibajos, mi mudez y mis largos momentos enchufada a mi nueva amiga alucinógena no sé cuánto tiempo estuve en el hospital, cuánto tiempo dormí y cuánto pasó después. ¿Dos semanas? ¿Tres?
Javi sigue mirándome, su expresión es dura otra vez, no como la del chico que ayer me dijo que no me recriminaba nada. No como la del Javi que conocía. Es esa mirada dura, fiera e impertérrita que conocí en el hospital el día que desperté. Sofoco el impulso de salir corriendo y me dejo caer en el sofá con las manos tapándome la cara. Entonces por primera vez hago lo que he estado evitando. Pregunto.
– ¿Cuánto ha pasado desde el día que… que me recogiste? – Después de tantos días mi voz pausada suena a ultratumba.
– Dormiste durante cinco días y después estuviste una semana en el hospital.
– Ah… y…y ¿Cuándo…eeeem, cuándo os casasteis? – Esta pregunta me cuesta más, pero es una de las que más me martillea el cerebro en este momento.
– Hace un par de años.
– ¿Por qué Cris no me lo contó?
– Supongo que por lo mismo que a mí no me contó que estabais en contacto.
– Y ¿Ana? ¿Está bien?
– ¿Qué quieres decir? Tuvo un mal embarazo, pero ya está perfecta.
– ¿Emba… qué?
– ¿No lo sabías?
– Es obvio que no, al parecer ha pasado más tiempo del que pensaba desde la última vez que la llame. Entonces… ¿Ella está bien?
– Sí, ¿Pero por qué tanta insistencia?
– Creía que las preguntas las hacía yo…- Ambos reímos- Cris me dijo que había venido a verme porque Ana estaba muriendo…
– No que yo sepa, hablé con ella justo ayer. Quiere que sepas que en cuanto encuentre un hueco vendrá a verte y a presentarnos a Rafa junior. – Le miro perpleja.
– ¿Rafa? ¿Rafa… Ginés junior?
– Eh… sí. Creía que no se veían desde… bueno, desde que…- evito decir las palabras “mate a Jara”- desde que me fui.
– Y así fue, pero hace unos meses se reencontraron. Él le juró que no sabía nada, que jamás hubiera imaginado que las intenciones de Jara eran matar a nadie inocente.
– Ya, claro…
– Créeme, él no es tan listo como parece.
– Vale… – esta pregunta me cuesta un montón pronunciarla, vuelvo a poner mis manos sobre la cara- ¿La echas mucho de menos?
– Echo de menos a la mujer que creía que era, no a quien resultó ser. – Su respuesta me choca, pero creo que le entiendo.
– ¿Me odias?
– Jamás podría odiarte. Pero si lo que quieres saber es si estoy defraudado te diré que sí. Vivimos tiempos difíciles, no como antes, pero el Gobierno hace la vista gorda a muchas cosas, te dejan matar siempre y cuando reembolses una buena cantidad de dinero, por eso estás viva. Te dejan robar mientras les des una parte y así con un montón de cosas. Y te mentiría si dijera que yo no he cometido ningún “crimen” en estos tiempos. Trabajo para ellos, y me obligan a hacer barbaridades. Pero… ¿matar a un amigo? No sé, supongo que jamás me he visto en esa situación y no lo puedo comprender, te juro que lo intento, pero no puedo. Es cierto que ella iba a morir de todos modos, pero te conozco, siempre hasta el último momento has buscado una solución alternativa. Esperaba que también en esto lo tuvieras. Matarla fue el camino fácil.
– La ira que sentía por dentro era demasiado fuerte, sentía que yo misma me estaba muriendo y sí, era consciente de que ella también iba a morir. Pero no voy a engañarte, aun que entonces hubiera sabido que en cuestión de segundos llegarías tú y que podrías habernos salvado a las dos, incluso entonces, la hubiera matado.
– Lo supongo. – Se calla un momento. – No sé Angy, ya no somos críos de dieciocho años, ni tenemos tampoco veintitrés como cuando todo esto empezó. Lo que ella te hizo, lo que nos hizo, estuvo mal. Nos engañó a los dos. Y yo también te mentiría si te dijera que no me alegro un poco por su final. Pero no era justo para ella, ni para ti. Esto no tendría que haber acabado así.
Los dos callamos un rato. Entonces él se sienta a mi lado en el sofá y pasa un brazo por encima de mí para que me acurruque sobre él. Y veo en su cara que hay algo que se muere por preguntar e intuyo lo que es.
– ¿Por qué no me llamaste ni una sola vez, Angy?
– Por vergüenza, supongo.
– Ya…- comienza a tocarme el pelo. Y yo me quedo dormida otra vez.
Cuando despierto, por primera vez en mucho tiempo tengo hambre. No recuerdo haber comido más de una sopa al día mientras estaba en el hospital, así que ahora estoy totalmente desfallecida.
Javi sigue a mi lado, no se ha ido, y eso me alivia. Me siento mejor cuando está a mi lado. Incluso consigo dormir sin pesadillas. Le miro medio ida, he dormido tanto que apenas puedo abrir los ojos, me noto la cara hinchada, debo tener un aspecto horrible. Él me mira y sonríe, no me había dado cuenta hasta ahora de lo mucho que echaba de menos esa sonrisa.
– Debes de tener hambre.
– Sí- en ese momento muy a mi pesar mis tripas rugen dándome la razón – ¿Qué propones?
– Son casi las dos. ¿Macarrones? – ¿Es posible que aun recuerde que son mi plato favorito o es mera casualidad?
– Claro – Después de lo que me parecen siglos por fin sonrío honestamente.
Nos ponemos manos a la obra y él me informa de todas las cosas que me he perdido, cotilleos y cosas del Gobierno. Hablamos y hablamos sin parar y cuando nos damos cuenta son más de las seis de la tarde. Suena el telefonillo de la puerta y yo casi caigo al suelo del susto.
En mi antigua casa en la costa prescindía de todos los caprichos tecnológicos que fueran de más. Sólo contaba con electricidad y un teléfono móvil de segunda mano, sin ninguna función más allá de hacer llamadas y escribir mensajes. Además, cada cierto tiempo cambiaba el número, para protegerme. ¿Y de qué me sirvió? Javi no puede parar de reírse, literalmente se está tronchando de mi cara. No entiende mi reacción. Vuelve a sonar y él se dirige hacia la puerta. La abre y un torbellino de emociones inundan mi alma.
Es Ana, con el bebé más precioso que he visto en mi vida en sus brazos. Tiene mucho pelo para tener apenas días y definitivamente ha heredado los ojos de su madre. Intento abrazarla pero con el niño a cuestas no sé cómo hacerlo. Ella en un gesto muy poco maternal le da al niño a Javi, el cual se queda mirándolo con cara de circunstancias, ¿o es pena? No me da tiempo a pensarlo por qué la loca de mi mejor amiga me está estrangulando con su abrazo. No para de reír y de llorar al mismo tiempo y yo también. Lloro. Lloro de felicidad. Esto sí que es nuevo.
Al final del día estoy tan agotada que me meto en la cama en cuanto Ana y el bebé salen por la puerta. Me quedo dormida en cuestión de segundos. Y en minutos comienzan los malos sueños.
Estoy corriendo tanto como puedo, pero no consigo ver el final del túnel, miro hacia atrás pero tampoco veo nada. Nadie me persigue, pero tengo miedo, estoy asustada porque sé que si no salgo de ahí a tiempo algo malo va a pasar. Sigo corriendo, me tropiezo cada dos por tres, cada vez está más oscuro, pero lucho, lucho por salir de ahí. Justo cuando empiezo ver luz al final escucho un disparo en el exterior. Corro más rápido por qué algo dentro de mí me dice que alguien acaba de morir. Me estoy asfixiando, las piernas no dan más de sí, así que caigo al suelo y me arrastro tan rápido como puedo, llego afuera justo para ver el cadáver de Mario en los píes de Jara. Lo ha matado delante de un montón de gente que no ha hecho nada para evitarlo. Ahora me está apuntando a mí con la pistola, y sé que moriré, grito pero no consigo articular sonido, mi boca se abre, mis cuerdas vibran pero no hay sonido que salga de mi interior. Entonces Jara deja de apuntarme y dispara a boca jarro a un niño que se esconde detrás de Cris. El niño cae redondo al suelo. Javi corre hacia el pequeño y es el siguiente en recibir un tiro, también cae. Quiero gritar a Jara para que me mate a mí, pero no puedo, no puedo gritar. No puedo hacer nada. Entonces el suelo empieza a temblar. Me zarandeo adelante y atrás en un ritmo frenético…
– Angy, Angy… sólo es un sueño, despierta.
¿Dónde estoy? ¿Qué está pasando? No entiendo nada pero poco a poco todo cobra sentido. No ha muerto nadie otra vez, Javi está aquí y Jara se está pudriendo en algún lugar en el que no quiero ni pensar.
– No parabas de gritar. Ha sido una locura.
– ¿Qué he gritado? – Espero no haber gritado su nombre o el de Mario. Sería la guinda del bochorno.
– Bueno… primero llamabas a Mario – maldigo- después has empezado a gritar mi nombre.
– Teniendo en cuenta que os mataban a los dos…
– ¿Quién?
– Jara.
No dice nada, no hace falta decir nada. Creo que ve el pánico en mi cara. Se recuesta conmigo en la cama. Me abraza y acaricia el antebrazo. Me quedo frita enseguida. Y esta vez no hay pesadillas. Empieza a ser una norma el dejar de lado el mundo de las alucinaciones cuando me duermo con él. Es placentero poder dormir horas sin miedo.
A la mañana siguiente cuando me despierto estoy tan despejada que necesito hacer cosas. Busco a Javi por la casa y lo encuentro dormido en su habitación. Parece un niño cuando duerme. Siempre me ha gustado verlo dormir. Le observo por largo rato. Pero al final decido asear un poco la casa, ayer fue un día tan intenso que lo dejamos todo por el medio. Alrededor de las diez aparece en el comedor completamente acicalado. Parece que vaya a un funeral. Me dice que le han llamado desde el mando y que tiene que ir a hacer un trabajo, no sé por qué no me suena nada bien.
Sobre la una del medio día suena el teléfono y esta vez el susto es menor, aunque estoy segura que Javi se hubiera desternillado al verme tropezar con la escoba. Es él. Me dice que no vendrá a comer. Decido no comer yo tampoco. Me tiro en el sofá. Mala idea. Muy mala idea porque con esa maldita foto central no tardo ni tres minutos en empezar a llorar como una niña. Busco las pastillas, necesito droga. Me tomo un par aunque la receta dice que me tome sólo una en caso de crisis.
Medio drogada llego hasta mi cama y me tiro en ella. Como no, las pesadillas van y vienen a un ritmo enloquecedor. Hay muertos por todos lados, yo los he matado a todos. Después cambian y se convierten en serpientes que me atacan. Vuelven a ser muertos. Un niño me pregunta por qué le maté. Los delirios van a peor cada vez y estoy tan inutilizada por los tranquilizantes que no puedo hacer nada por despertarme, sólo esperar a que pase el efecto.
Me despierto y altero cuando veo la hora. Son más de las once de la noche y Javi no ha llegado a casa. Miro por todas partes buscando algún lugar donde pueda estar apuntado su número de teléfono. Pero es inútil, no aparece por ninguna parte. Estoy de los nervios y no se me ocurre nada que hacer salvo esperar.
A las cinco de la madrugada sigo despierta y no por mi gran siesta sino porque tengo los nervios crispados. Considero la posibilidad de meterme otra pastilla en la garganta, pero la descarto. Ni quiero dormir ni quiero una sobredosis. No he comido nada en todo el día ni en la noche y el estomago me protesta, pero tengo tal nudo en la garganta que vomitaría cualquier cosa que intentara tragar.
Cuando empieza el verdadero ataque de pánico son más de las siete de la mañana. Empiezo a llorar, a gritar y a maldecir, y Javi sigue sin aparecer. ¿Pero qué está pasando? ¿Por qué no me ha llamado al igual que lo hizo para decirme que no vendría a comer? ¿Qué le ha pasado? Me pongo en lo peor, como siempre. Lo veo muerto como en mis pesadillas y eso hace que al llanto se le una la opresión en el pecho. Jadeo acurrucada en una esquina del recibidor mientras no pierdo de vista la puerta.
Estoy al borde del colapso cuando la puerta se abre y aparece él, totalmente bañado en sangre, con una brecha cosida en la frente y una venda en el brazo. Siento como me mareo y todo se empieza a desvanecer. Pero no quiero, no puedo dejarle así. Mal herido y con una inconsciente en el suelo de su casa.

Capítulo 2
Nunca digas que nada podría ir peor.

La vida podría haber sido distinta para mí, podría haber terminado la carrera, podría haber tenido un trabajo, un coche, una casa y puede que hasta una família. Pero no, un día simplemente todo se fue a la mierda. Seis años después de la tormenta solar, con casi todos los sistemas eléctricos establecidos todo vuelve a la normalidad. Todo menos yo. Que no tengo carrera, ni trabajo, ni coche, ni casa, ni família.
Aún me estoy acostumbrando a vivir con Javi, al principio era confuso y difícil. Yo hacía mil preguntas sobre su trabajo y él no respondía ninguna. Ahora es llevadero. Pasa días fuera de casa y viene destrozado, otro día entero y al día siguiente hace como que no pasa nada. Él sabrá. Me deja quedarme aquí, así que no me quejo.
Bueno, no es que me deje, más bien me obliga. Como sea, vivo con él. Así que le debo respeto. Supongo. Mientras tanto yo evito salir a la calle, acercarme a las ventanas y usar el teléfono. Ya no sé de quién me puedo fiar. Y tampoco sé si mis queridos amigos-psicópatas-perros sabrán donde estoy. En los últimos meses he leído quince libros, he hecho nueve puzzles, completado cinco libros de crucigramas y aprendido a tejer.
Estoy recostada en el sofá mirando el hueco que dejó el retrato de boda de mis amigos, de mi amigo en realidad. Javi quitó todas las fotos de Cris cuando se dio cuenta de que casi todas mis crisis venían después de mirar por más de unos minutos a cualquiera de sus fotos. Él ahora está dándose un baño, acaba de llegar de una de sus “misiones”. Esta vez ha vuelto de una pieza. Todo un mérito ya que desde que estoy aquí le he curado dos heridas de bala, tres veces ha llegado con quemaduras y no sé cuantas más con rascaduras.
Miro la bufanda de lana que hice ayer por la tarde. No, no he aprendido a tejer, tiene bultos raros, nudos por todas partes y un par de agujeros donde caben mis puños. Me río de mi misma. Me levanto y voy hacia la cocina. No sé para qué. Me quedo en el medio de la habitación mirando a ninguna parte. Decido ponerme una copa de whisky con hielo, doble. El desayuno de los campeones. Ana siempre se ha preguntado por qué los tipos duros beben Whisky, pero yo no soy una tipa dura… yo sólo estoy unpoco loca.
No me hace falta estar cerca de la puerta de la cocina que da a la calle para darme cuenta de que algo va mal. Muy mal. Todo mi cuerpo reacciona violentamente ante lo que está pasando. Suelto el vaso y cae al suelo rompiéndose en mil pedazos. Todo lo que veo a través de los cristales es un resplandor que inunda todo muy rápidamente y que acaba por cegarme. Cierro los ojos y consigo llegar hasta la puerta, la abro a tientas y salgo. De algún lugar llegan gritos de histeria.
El cielo se ha vuelto dorado. Cubro mis ojos con mis brazos, pues me empiezan a doler. Durante unos minutos todo lo que soy capaz de hacer es quedarme lo más quieta posible. Escucho explosiones a lo lejos, niños llorando, hombres y mujeres llorando. Caos por todas partes. Hasta que por fin, tan abruptamente como ha empezado, se acaba. Abro con miedo los ojos y veo que el cielo se tiñe de azul.
– No… me… jo… das…
Eso es todo lo que digo. Entro corriendo a la cocina, busco el interruptor de la luz. No hay corriente.
– No, no, no, no…. – sigo insistiendo frenéticamente – Por favor, por favor, enciéndete ¡Mierda!¡MIERDA!
Voy corriendo al salón, busco el mando a distancia de la tele. Pulso los botones, más bien los aporreo. No ocurre nada.
– Joder, joder, JODER, JODER, JODER… ¿JAVIIIIIIIIIIIIIII?
Aparece con la toalla envuelta en su cintura. Si no estuviéramos en la situación que estamos me quedaría atontada mirando todos sus perfectos músculos.
– ¿Se ha ido la luz? – pregunta.
– Me da que es peor que eso…
– ¿Qué…? – durante un segundo parece considerar lo que le estoy diciendo.
– Javi, a vuelto a pasar… Lo he visto. Esta pasando otra vez.
– Angy, cálmate, seguro que es el generador. – Sus palabras dicen que no me cree, sus ojos difieren.
– ¿Eres gilipollas o que te pasa? Sal a la calle y compruébalo por ti mismo.
Vuelve a la habitación y yo entro en pánico. Me dejo caer al suelo, apoyada en la pared. Pero la desesperación sólo dura unos pocos minutos. Ya está bien de ser una desequilibrada mental con crisis día sí y día también. Si de verdad está pasando de nuevo no voy a sobrevivir ni tres horas si sigo así de débil. Javi vuelve con unos jeans desgastados y zapatillas de correr. Nada para el torso que aun está un poco mojado.
Va hacia la puerta delantera de la casa y el panorama es sobrecogedor, la gente sale de sus casas en estampidas. Llevan objetos personales, maletas y otros enseres. Una mujer acuna a su bebé en brazos mientras el que debe ser el padre arrastra un saco grande lleno de cosas. Miro a Javi. Está en shock.
Era pleno invierno cuando ocurrió por primera vez, faltaban apenas unos días para Navidad. Yo estaba en casa. Fue una locura, la gente gritaba y lloraba, se había desatado el infierno en la tierra. Se volvieron locos la primera semana. Robos, asesinatos, la locura estaba en el menú Navideño. Días más tarde nos enteramos de que había gente luchando. En mi pequeño pueblo eramos unos mil, de los cuales no creo que sobrevivieran más de doscientos. A casi toda mi familia se le permitióquedarse. En otras palabras, no los querían ni necesitaban en el Gran Núcleo.
– Angy, lo siento… yo… yo…
– Mira, pensaba que habías dejado el narcisismo de lado hace mucho – intento bromear pero no lo consigo ya que el tono lúgubre de mi voz no da para ello – pero no creo que tengas poderes mágicos que hagan que el sol se vuelva loco…
– No, pero… yo lo sabía. Es eso lo que he estado haciendo todo este tiempo. Matar a personas con aptitudes óptimas para revelarse y montar una revolución cuando ésto sucediese.
– ¿Qué? ¿QUÉ? – elevo mi voz al ultrasonido.
– Lo siento de verdad, pero no podía decirlo, mi vida, la tuya, las de nuestros amigos… tenía un resumen preciso de lo que os podría pasar si os enterabais.
– Bien… – cedo, puedo creerme eso. – Pero ¿Cómo podías estar tan tranquilo dándote un baño si sabías que iba a pasar esto?
– Nadie pensaba que fuera a pasar tan pronto, se ha adelantado por lo menos medio año. – ríe- o no, puede que no nos dijeran la verdad sobre eso. No lo sé.
– Genial ¿Y ahora qué?
– Tú tienes que esconderte, tienes que cambiarte y parecer una persona diferente. Estate preparada en una hora. No hay tiempo.
– ¿Qué vamos ha hacer?
– Sólo haz lo que te he dicho.
– ¡A la orden! – hago un gesto típico de soldado a sargento y me marcho a toda prisa.
Cuando me miro al espejo no reconozco a quien me está devolviendo la mirada. Es una chica joven, con el pelo tintado pelirrojo, corto y más largo de un lado que del otro. Lleva una camiseta negra de tirantes, chupa roja, jeans oscuros y botas negras altas sin tacón. No he visto a esa mujer en la vida.

Capítulo 3
Perros, gatos y el resto

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Salgo de la habitación dejando atrás el falso reflejo de diosa de fuego.
-¡Vaya! No esperaba… das miedo… – Es cierto lo que dice, puedo verlo en su cara.
-Tú elegiste el color de pelo – le digo, – yo sólo lo he combinado un poco con un buen disfraz.
-Estás, no sé… despampanante – su rostro se vuelve gélido al decirlo. – Pero no sé, me va a costar asimilar que ésta eres tú. Me gustaba tu pelo castaño.
-Gracias, supongo. – respondo un tanto deprimida.
No entiendo por qué me siento así, sabiendo que hace menos de un mes que su mujer murió, que yo la maté. Él jamás volverá a verme atractiva.
-Bueno ¿Ahora qué? – pregunto.
-Ahora esperaremos.
-¿A qué?
Mientras esperamos a que caiga la noche Javi me intenta poner al día de todo lo que me ha estado ocultando.
El cuerpo de Jara fue encontrado por los perros segundos después de que yo le matara, uno de ellos me vio arrastrándome pero no sé por qué no me mató o persiguió. Simplemente, en ese momento, me ignoraron.
Como es lógico, el cuerpo de Kiko nunca fue encontrado por los revolucionarios. Javi y yo fuimos los últimos que lo vieron, por lo que al desaparecer me convertí en la sospechosa número uno.
Soy el enemigo de ambos bandos, opresores y oprimidos. Los buenos y los malos tal y como Jara dijo. Durante mucho tiempo pensé que sólo tenía que esconderme de los perros pero ahora resulta que todos quieren verme muerta.
En las oficinas donde trabaja Javi hay miles y miles de fotos con mi cara, me han estado buscando sin cesar y durante todo este tiempo he estado en casa de uno de ellos. Javi me ha estado escondiendo de todo el mundo y me ha estado ocultando la verdad: que él mismo se estaba poniendo en un serio aprieto al mantenerme sana y salva.
El caso es que no hay dos bandos, si no tres. Los perros, los gatos, es decir los revolucionarios, y el resto (a quienes decido apodar las ratas).
Las ratas son aquellos que no creen que hayan buenos y malos, son aquellos quienes han luchado en la sombra durante mucho tiempo para mantenerse informados de todas las nuevas estrategias y estratagemas de los demás. No confían en nadie y están totalmente preparados para luchar contra ambos flancos. La mayoría de sus integrantes han estado infiltrados entre perros y gatos. Y lo que más me alucina, todos ellos me ven como algún tipo de heroína a la que hay que proteger. Tienen un líder apodado D. Javi me dice que esté tranquila que no es nadie con ninguna personalidad múltiple dispuesto a dividir al país en tres partes siendo él omnipresente en todas ellas.
Los perros también tienen un nuevo líder, tan invisible que nadie por muy bien infiltrado que haya estado sabe quién es. Los gatos apoyan a Narcy, el tipo que intentó ligar conmigo en la fábrica abandonada la primera noche. Y lo más extraño de todo es que ni unos ni otros sospechan que Kiko y Jara fueron la misma persona. Sólo las ratas lo saben.
En el grupo de Javi están Ana y Rafa, Cris también lo estaba. Ella era una de las infiltradas entre los perros, aunque al final resultó ser al contrario.
Es todo tan complejo que me resulta casi imposible que nadie se halla dado cuenta de nada, que nadie sospeche que en esta guerra callejera hay un bando de más. Supongo que o están haciendo muy bien su trabajo o lo están haciendo tan rematadamente mal que de un momento a otro alguien vendrá a buscarme para meterme un tiro en la cabeza.
En ese momento alguien golpea el picaporte de la puerta y todo mi cuerpo se sacude de terror.
-Pensaba que sólo te daba miedo el telefonillo – bromea.
Mientras va hacia la puerta me hace una señal para que me esconda. Y yo no sé que pensar. Me retiro a la cocina, desde las sombras puedo ver todo el comedor sin ser vista. Javi mira durante un instante en mi dirección y luego abre la puerta decidido. El hombre que aparece es enorme, de piel oscura e intensos ojos negros. Me doy cuenta de que Javi no le ha invitado a pasar, pero tampoco le pone objeción cuando se abre paso.
Su voz me sorprende. Es una voz grabe y alta, con un tono de certeza y seguridad. Sólo por su voz sé que podría confiar en este hombre.
-¿Sabías que pasaría hoy? – Pregunta nuestro reciente invitado.
-Para nada, pensaba que sería de aquí unos meses… – veo como el pánico cruza sus ojos durante un instante. – No sé que pensar Noir, creo que los de arriba sí que lo sabían y si no lo dijeron es por que desconfiaban.
-Los perros tampoco lo imaginaban, ha sido divertido cuando todos han empezado a despotricar corriendo de un lado para otro, al final han pensado que Robert, su polizón en el gobierno, era falso. Creo que lo único reconocible que han dejado de él han sido un par de uñas.
Como no, he vuelto a fallar en mi voto de confianza, si a este hombre le parece divertido que hayan matado a alguien, no es digno de confianza.
-¿Tienes novedades desde arriba?
-Sí, aunque no sé si te van a gustar.
En ese momento me doy cuenta de que Noir está mirando en mi dirección. En fin, si sabe que estoy aquí ¿Qué sentido tiene ocultarse? Salgo de mi escondite con paso lento, intentando no mirarle a los ojos. Son tan intimidantes que creo que si los miro fijamente me convertiré en piedra o algo por el estilo.
-Hola – consigo decir.
Noir parece estar decidiendo si merezco su saludo o no. Al final decide que no porque continua hablando como si yo no hubiese aparecido. Miro a Javi temerosa de habernos metido en un lío, pero el me niega con la cabeza.
-D la quiere con él.
-Y eso ¿Por qué no me tiene que gustar?- Inquiere Javi sin entender.
-Porque tú no vienes. Quiere que vuelvas al gobierno y que apacigües el ambiente con los gatos.
-¿Qué quieres decir?
-Tienes que contarles todo lo que ocurrió la noche que ella mato a Kiko, ellos tienen que saber que eran la misma persona y que ella sólo puso fin a un gran timo. Rafa irá contigo, él te ayudará.
-¡NI DE COÑA! – Soy yo la que está gritando, lo sé por que la voz sale de mi boca, no por que yo haya decidido hablar. – No vas a ir allí. Si ellos desconfían como dices, lo único que vas a conseguir es que te maten. Creerán que eras mí cómplice desde el principio, que acordamos matar a Kiko, que desde entonces me has estado escondiendo y ayudando. ¡No puedes ir!
-No seas idiota, él no lo hará de la noche a la mañana. Todo objetivo toma su tiempo, pero hasta que esté aclarado tú tendrás que marcharte de su lado, ya que como bien dices, en el momento en que la sospecha sea mayor vendrán aquí y te buscarán. Si te encuentran, entonces si que estaréis muertos. Ambos.
-No, no quiero separarme de Javi. No puedo, le he dejado tantas veces de lado que ahora no puedo ni imaginarme la alternativa.
-Angy, ven… – Javi me hace un leve gesto para que le siga.
Dejamos el comedor y vamos hacia mi habitación. Él me coge fuerte de los hombros y me mira fijamente a los ojos durante unos segundos, después reposa su frente sobre la mía y toma varias respiraciones antes de hablar.
-Vas a estar bien, te lo prometo.
-No, no lo voy a estar. ¿Cómo puedo estar bien pensando en que puedes morir en cualquier momento?
-Saldrá bien.
-Eso no puedes saberlo. Y aun en el caso de que salga bien ¿Cuánto durará? Por favor… no lo hagas. No por mí.
-Escúchame, quiero que sepas que… que… – una fina lágrima se desliza por su mejilla. – quiero que sepas que nunca jamás he sentido nada por nadie tal y como lo siento por ti, ni si quiera por Cris. Sé que no es justo que te diga esto ahora, sé que jamás me querrás como quisiste a Mario, pero si me quieres un poco, o si alguna vez me has querido, por favor, déjame hacer lo que tengo que hacer.
-Javi…
Quiero decir algo, quiero decirle que no quiero que se vaya, que no se aleje de mí, quiero abrazarle y hacerle sentir todo lo que siento por que las palabras no me salen. Al final me rompo y no consigo decir nada. Él me abraza y me da un beso en la frente. Después de un leve silencio me coge de la mano y me arrastra hacia el comedor dónde Noir nos espera.
Cuando salgo de la casa, flanqueada por el gorila de metro noventa, miro atrás y veo como Javi, que espera a que nuestras figuras desaparezcan, se va haciendo más y más pequeño según avanzamos. Al final desaparece convirtiéndose en una sombra más. Consigo mantener el impulso de salir corriendo hacia atrás y es entonces cuando me juro a mi misma que jamás volveré a dejarle atrás, que nunca más le abandonaré, sean cuales sean las causas.
Siento un dolor en el pecho que me oprime al darme cuenta de que existe la posibilidad de no volver a ver a Javi y sé de una forma absoluta que he dejado partir mi pena por Mario, me angustia pensar que le estoy traicionando pero el sentimiento por Javi es innegable.
Caminamos en silencio por la ciudad durante un buen rato hasta que llegamos a una antigua y abandonada estación de tren. Después continuamos por las vías sin descanso, hace mucho que no hago ejercicio así que al cabo de un rato tengo que pedirle a mi guardaespaldas que paremos. Me siento durante un instante, lo justo para tomar aire, cuando Noir me dice que debemos seguir adelante. No me había dado cuenta hasta ahora de que lleva calzado de montaña y ropa de deporte. ¿Habrá hecho el viaje de ida también andando? Dudo mucho que ningún animal terrestre conocido sea capaz de soportar tremenda mole de músculos.
Seguimos y seguimos andando, nos cruzamos con varios grupos de personas que al parecer también huyen de la ciudad. Y eso me recuerda algo.
-Mmm… ¿Dónde estamos o estábamos?
-En Nueva Ville y ahora volvemos al Gran Núcleo.
-¡Oh claro! el único lugar en el planeta dónde estoy segura de que nadie podría reconocerme.
-El único dónde no sospecharán que estás.
La caminata se prolonga hasta bien entrada la noche. En la vida había andado tanto. Noir busca un escondrijo entre los matorrales de un gran bosque de coníferas, ahí me ordena que duerma un rato mientras él monta guardia y no pongo objeciones. Al cabo de un par de horas me despierta y pide que sigamos adelante.
Una pregunta sin sentido me ha estado rondando en mis sueños. Así que me atrevo a preguntar a sabiendas de que la sociabilidad de mi compañero de viaje es tan volátil como mi estabilidad mental.
-Noir, ¿Estábamos en Francia?
-Definitivamente no, ¿Por qué lo piensas?
-Bueno, sin ofender, pero Noir es negro en francés y Ville es Villa.
-Vaya, pareces muy perspicaz. Ni tan si quiera sabía el significado de Noir. No es mi nombre de verdad.
-Oh, yo no… – Espero que no haya firmado la sentencia de muerte de nadie por mi aclaración.
-No te preocupes blanca. ¿Te parece mal que te llame así?
-Eh… no.
-Entonces a mi tampoco me parece mal mi apodo.
Al cabo de una hora aproximadamente vislumbro a lo lejos los altos edificios grises, la gran capa de contaminación que hasta ayer era producida por los vehículos y las fábricas en funcionamiento. Hemos llegado al Gran Núcleo.
Todos los recuerdos en este sitio son malos, muy malos. Mario, Jara, Kiko, la fábrica, Javi… Pienso en Javi y se me encoge el estómago. ¿No debería haber venido hasta aquí con nosotros y después haber buscado a la gente del gobierno? Está claro que no, si nos descubriesen estaríamos muertos al instante. Pero de algún modo me reconforta saber que vendrá aquí, que posiblemente esté pisando los mismos lugares que yo he pisado en mi larga noche.
La ciudad ha cambiado desde mi última estancia, ha sido rodeada con un muro enorme de unos veinte metros de alto y a saber cuántos de ancho Lo rodeamos durante un buen rato hasta que encontramos una entrada pequeña dónde dos hombres montan filas. Noir me explica que sólo es la puerta de emergencia.
Al llegar a los hombres Noir me pide que me quede atrás, empieza a hablar con ellos y al final le asesta un codazo a uno en la cara que le hunde la nariz hasta el cerebro y un puñetazo al otro que hace que su cabeza se empotre y rebote contra la gruesa pared. Sin duda los ha matado. Veo que rebusca entre los bolsillos de uno hasta que encuentra un juego de llaves. Cuando consigue acertar la llave de la pequeña puerta me hace señales para que avance.
Las calles del extrarradio siguen tal y como las recordaba. Grandes y luminosas. Llenas de mansiones en su mayoría con todas las puertas y ventanas cerradas. Supongo que sus dueños estarán lo suficientemente asustados como para preferir quedarse dentro y no llamar la atención de nadie. Avanzamos un poco, y al fin nos paramos delante de la casa más grande que he visto jamás. La puerta de hierro que comunica con el jardín mide tres veces la distancia que tenía mi antigua casa en el puerto. Parece infranqueable. Miro a ambos lados. ¿Cómo va a avisar Noir de que estamos aquí? Entonces saca una llave y pienso que soy más estúpida de lo que creía.
En el terreno de la casa cabrían perfectamente dos campos de fútbol y puede que hasta un par de canchas de baloncesto. Es inmenso. Pero no hay nada, sólo árboles y más árboles. Hasta que por fin un detalle llama mi atención. Es una fuente pequeña, de unos tres metros de largo, con tres caños de hierro oxidado por los que sale agua a borbotones. La reconozco casi al instante. Es la fuente que mis antepasados instalaron en mi viejo pueblo para poder abastecer de agua a sus vecinos. ¿Qué está haciendo aquí?
Al entrar en la casa todo me parece extraño. Creo reconocer algunos de los muebles, eran los que estaban en mi casa, también los de mi casa de verano. Hay otros que no reconozco. Las paredes están pintadas del mismo color. Por un momento tengo la sensación de viajar al pasado y de volver a sentir el calor de mi hogar. ¿Qué clase de loco haría esto sólo para que yo me sintiese bien?
Y entonces, por las escaleras principales, aparece la última persona a quien esperaba encontrarme: mi hermano David.

Capítulo 4
A dos pasos del infierno

Corro a los brazos de David, pero de pronto algo hace que todo mí cuerpo se convulsione y caigo al suelo de rodillas.
Ha sido un segundo, pero lo he visto… después me he mareado y he caído. Respirando entrecortadamente y agarrándome el pecho, levanto la mirada y no, no me lo he imaginado.
Mario me observa tan solo un peldaño por encima de David, ambos vienen en mi ayuda pero rechazo cualquier contacto con ellos. Las lágrimas brotan por mi cara ya que no sé si estoy loca o si éste está siendo el sueño más real de toda mi vida.
Ambos parecen no entender el por qué de mí reacción y se miran de reojo sin saber muy bien que hacer o decir.

  • ¿Estoy soñando? – Sollozo mientras David me incorpora y agarra por los hombros.
  • No, no lo estás.

Escuché el disparo, le vi caer y vi la herida en su pecho ¿La vi, verdad? ¿O supuse que había sido un disparo mortal y que si no la caída desde la trampilla le habría rematado? No consigo recordar muy bien nada de aquella noche. Mientras alguien me guía hacia un lugar para sentarme intento poner en orden las piezas del puzzle.
Mario corría hacia la trampilla para bajar a los túneles, le dejé espacio para bajar, pero entonces escuché un disparo y voces, después alguien lo lanzo desde arriba y él cayó a mis píes. ¿Y después? Después hay un borrón porque todo lo que recuerdo es estar frente a Jara con una pistola en mis manos y disparar. Mario pudo haber sobrevivido. ¿Estaba su cuerpo ahí cuando volví atrás? No me acuerdo, no me acuerdo, no me acuerdo…

  • Yo, yo… – No sé que decir, así que vuelvo a cerrar la boca. Frustrada. Así es como me siento.

¿Cómo pude ser tan idiota de darle por muerto sin comprobarlo? Aun que bueno, siempre queda la opción de que realmente esté soñando.

  • Hay muchas cosas que tenemos que contarnos. – David habla más para si mismo que para mí.
  • Sí, supongo.

Sigo dándole vueltas a la misteriosa resurrección de Mario. Hasta que por fin comprendo. ¿Qué más da? Está vivo ¿No? Comienzo a reírme a carcajadas lo que provoca que todos, incluido Noir, se echen también a reír.

  • Empieza – digo al cabo de unos segundos.
  • Bueno, es obvio que no vamos a decirnos cuánto nos hemos echado de menos y tampoco vamos ha hablar de lo muy poco que te has preocupado por mi durante este tiempo ¿Verdad?
  • Eh…

Tendría que decirle que sí, que le he echado de menos, pero lo cierto es que no he tenido mucho tiempo. Ni si quiera me acuerdo de cuándo fue la última vez que hablé con él, si fue antes o después de que Javi me rescatase. Javi. Ahora que tengo delante a Mario, el cual aun no ha dicho palabra, se me ocurre la posibilidad de que… ¿Sabría Javi que Mario estaba vivo? Le mataré si lo sabía.

  • Empieza – vuelvo a exigir.
  • Creo que hay una parte que debería contarte el propio Mario ¿No crees? – David hace un gesto a Mario para que éste empiece.
  • Bueno, no hay mucho que yo tenga que decir, cuando me encontraste en los túneles conseguí verte por unos segundos, después una bala me alcanzó por detrás y perdí el conocimiento, me desperté aquí y aquí he estado desde entonces.
    Cuando habla me doy cuenta de lo elegantes que visten ambos, llevan trajes de chaqueta, corbatas y parece que están hechos para ellos. Vuelvo a acordarme de Javi, de sus trajes de uniforme asesino. Sé que debería estar feliz, por ver de nuevo a David o por encontrarme con la noticia de que Mario está vivo. Pero no puedo dejar de pensar en Javi. Espero que le vaya bien en el gobierno, que no le descubran… no podré soportarlo.
  • No pareces muy contenta. – Me dice Noir con una medio sonrisa.
  • Es que no lo estoy.
  • ¿Preferirías que estuviese muerto? – Pregunta Mario, y es la primera vez que reacciona de una forma más o menos emocional.
  • No, pero preferiría haberme enterado hace unos cuantos años.
  • Si no hubieras salido corriendo sin cerciorarte de si estaba vivo o no, quizá lo hubieras sabido la primera – me reprocha.
  • ¡Oh sí! Acababa de matar al líder revolucionario de todo el mundo y los malditos perros estaban acudiendo al lugar ¿Qué tal esperar a ver si mi amigo, el cual ha recibido un disparo, ha caído desde al menos diez metros y está totalmente inconsciente ha sobrevivido?
  • No te hubiera llevado más de unos segundos. Pero no te molestes en darme explicaciones, me quisiste muerto desde el primer momento en que me viste con los perros.
  • ¿Perdona? – le grito y no doy crédito a sus palabras.
  • Me disparaste.
  • Tú me acababas de disparar a mí. La bala rozó mi cabeza por si no te diste cuenta.
  • ¡Pues claro que me di cuenta! Podría haberte matado, eras un blanco fácil… y escogí fallar.
  • Ya… claro.
  • Chicos, chicos… esto no está funcionando. Tú – me señala a mí – no estás aquí para discutir ni entender las razones de nadie – y tú – señala a Mario – sólo lo estás empeorando. Quizá deberíais dejarnos solos.

Mario y Noir obedecen sin decir palabra. Salen al gran recibidor y veo como suben las escaleras cuchicheando.
David tiene el ceño fruncido, como si intentase comprender en vano el motivo de nuestra discusión, la verdad es que no me apetece hablar con él. Ha sido el capo de todo el movimiento interno que está surgiendo y me ha mantenido en la inopia. Y Javi, él sí que sabía quien era D… ¡Pues claro!

  • ¿No pretenderías que te contáramos nada teniendo en cuenta tu estado mental, verdad? – dice, como si hubiera leído mi mente.
  • No lo sé, yo… yo sólo no sé que pensar.
  • Lo que está pasando es demasiado grande para ti, debes saberlo. Has sufrido mucho, ahora es momento de que todo vuelva a la normalidad para ti, deja que los demás nos encarguemos y agradece que no te veas envuelta de nuevo. Aquí estarás a salvo, pero evita el jardín, nunca se sabe si pueden estar vigilando.
  • ¿Me pides que me quede de brazos cruzados mientras ni tan si quiera sé si Javi está bien? – Le espeto casi cruzando.
  • No, te pido que te quedes quieta, que sobrevivas. Es lo que todos queremos. Incluido Javi. – me dice con expresión cansada. – Mira, sé que no es fácil. Sabía que fliparías un poco al principio, pero sé que si te esfuerzas te mantendrás a salvo. – Por mí, por Javi y por… Mario.
  • Supongo que de todos modos no tengo ninguna opción ¿verdad? – le inquiero.
  • No, te retendría con grilletes sin dudarlo en el momento en el que intentases hacer cualquier tontería.
  • ¿Podré estar informada al menos? – pregunto, si voy a ser una maldita prisionera por lo menos quiero saber lo que ocurre fuera – De todo.
  • No creo que eso nos suponga ningún problema, supongo.

Continuamos hablando durante horas mientras me cuenta que el mundo ha cambiado bastante. Algunas super potencias mundiales como Japón y los Estados Unidos colapsaron casi el doble de rápido que los países pequeños. Las revoluciones fueron más fuertes, los supervivientes estaban más unidos y eso hizo que durante casi todo el tiempo que duró el apagón reinara el caos absoluto. Alemania e Italia también sucumbieron a un régimen dictatorial como el nuestro. El resto de zonas Europeas y Asiáticas fueron más o menos absorbidas por ellas. La población Rusa no aguantó ni un mes al apagón, el frío y las malas condiciones hicieron que todo el mundo huyese o muriese. Ahí no quedo nada aparte de un basto terreno helado. El hemisferio sur por su parte apenas sufrió cambios, Latino América continuó más o menos como estaba. Australia, parece que fue el lugar más cívico y el que mejor reaccionó al fallo. Nada se sabe de los países Africanos, aun que se cree que como la mayoría prescindían desde antes de la electricidad ni si quiera notaron el cambio.
Eso nos deja con un mundo dividido en ocho imperios, como David los llama: Japon, EE.UU, Alemania, Italia, España, Sudamérica, Australia y África.
Además de todo ello me cuenta cómo consiguió él sólo encontrar la fórmula para volver a tener electricidad. Me dice que eso le proporcionó un genial y respetado puesto en todas las sociedades.

  • El Edison del siglo XXI – digo.
  • No es tan complicado, de hecho es tan simple que no entiendo cómo nadie lo intentó antes, sólo se trataba de reajustar la graduación de los polos magnéticos, los cuales también se vieron afectados por la tormenta, y esperar a que toda la magnetósfera se reajustase por si misma. – Le miro con cara de póquer.
  • No has entendido nada, ¿Verdad?
  • Ni una simple palabra.

Al cabo de un rato mi cabeza empieza a saturarse con tanta información y lo único que me queda claro es que nadie a parte de él sabe la fórmula exacta y eso me parece genial. Aunque él cree que no tardarán en adivinarla por su propia cuenta.
Mientras me habla sobre países, electricidad, sobre enfermedades derivadas de la alta radiación y magnetismo y demás tecnicismos yo no puedo dejar de pensar en Javi, lo imagino camino del Gran Núcleo, caminando por las mismas vías de tren por las que yo pasé. Solo. Y se me encoje el corazón.
Finalmente decido interrumpir el monólogo de David acerca de como él y su grupo han pasado desapercibidos durante todos estos años y le pregunto lo que hace rato que quiero saber.

  • ¿Crees que Mario lo conseguirá?
  • Vaya, debes de quererle mucho. No sabía que sintieras algo tan fuerte por él. – responde dubitativo.
  • Yo tampoco lo sabía… bueno no, no lo sé. Lo que sea. No quiero que le pase nada. Si le pasa algo, yo… yo me volveré loca del todo – Durante unos instantes eternos veo como una idea se forma en la mente de David, lo veo en su cara.
  • ¿Sabes qué…? – Espero, porque no sé si quiere que responda, si es una pausa dramática para dar emoción al momento o que ni él tiene claro lo que quiere decir…
  • Tienes razón.
  • ¿Yo? Si no he dicho nada.
  • Voy a mandar a Noir en busca de Javi.
  • ¿Qué? ¿Por qué?
  • Creíamos que la mejor forma de mantenerte a salvo era convencer a todo el mundo de que eras inocente, pero ahora mismo con un nuevo apagón puede que no importe tanto a corto plazo. – parece considerar lo que está diciendo – creo… creo que la mejor forma de mantenerte a salvo es tenerle aquí contigo. ¡Dios sabe que serías capaz de escapar de aquí sólo para asegurarte de que él está bien!
  • Lo haría, de hecho, no se me había ocurrido pero… – lo medito y sí, es cierto, no hubiera aguantado aquí dentro ni veinticuatro horas- …pero creo que lo hubiera hecho.
  • Mi pequeña e idiota hermana – veo un resquicio de cariño y amor en su sonrisa torcida. Puede que no hayamos hablado mucho últimamente, que me haya estado mintiendo, pero sin lugar a dudas, me quiere.
  • Entonces… lo traerás aquí ¿Conmigo?
  • Sí.

Entonces me levanto y lo abrazo tan fuerte como puedo. Él nunca a sido una persona cariñosa, ni sentimental y siempre le ha incomodado el contacto físico, exactamente igual que a mí. Pero en ese momento dejo escapar un resquicio de todo lo que le quiero a través de la armadura que se ha ido formando en mi e intento que mi abrazo le transmita todo lo que siento por él. Ni yo misma me acordaba de lo muy grande que es ese amor. Y me siento mal, me siento fatal porque durante todo este tiempo él ha estado velando por mí en la sombra. Me prometo que no volveré a despreocuparme tanto por la gente que me quiere.
Cuando el abrazo está dejando de ser sentimental y pasa a ser algo tenso y demasiado largo David se zafa y me dice que espere un momento. Sube las escaleras por las que Noir y Mario han desaparecido y al cabo de unos minutos bajan los tres con cara de pocos amigos. Noir sale de la gran casa sin decir palabra, David se disculpa y dice que debe retirarse para poder avanzar en su estudio de la nueva fórmula y eso nos deja a Mario y a mi totalmente a solas.
Ambos desviamos la mirada y yo me quedo abochornada mirando el nudo de su corbata.

  • Al final siempre consigues lo que quieres, ¿eh? – dice al fin.
  • ¿Qué?
  • Javi… – parece estar tan incomodo con la conversación como yo – debes de quererle mucho.
  • Eso dice todo el mundo – consigo decir mientras sigo evitando su cara.
  • Antes he sido un poco… brusco. Lo siento. Pensé que te alegrarías más de verme.
  • Y me alegro, me alegro que estés vivo… – reúno todo el valor que puedo y le miro a los ojos – jamás quise verte muerto, cuando te disparé lo hice por que pensé que eras tú quien quería matarme. Pero en cuanto Kiko, o sea, Jara… da igual, en cuanto él nos dijo que te había mandado a esa misión suicida salí corriendo detrás tuya justo para… para ver, o para creer ver que habías muerto. Fui una idiota al no comprobar que lo estabas, pero en ese momento lo único que paso por mi mente fue el vengarte. Quería matar al hijo de perra que te había hecho eso, y lo hice. Después lo más sensato que pude hacer fue huir, recluirme en unas cuevas apestosas y esperar a que las malditas pesadillas en las que cada noche volvía a verte morir terminasen.

Mario parece escuchar cada palabra y procesarla con detenimiento. Por un segundo creo que va a gritarme otra vez y me preparo para la reprimenda, pero en lugar de ello viene hasta mí, me abraza y me roba un beso. Un beso que por más que desease durante muchísimo tiempo no me sabe a nada. Un beso que no puedo devolverle. Entonces lo entiendo. Sí que quiero a Javi. Mario nota mi desapego y retrocede unos pasos.

  • Lo siento, yo solo… no recuerdo un momento en mi vida que no te haya tenido delante sin desear besarte. – me dice con la mirada perdida en algún punto detrás de mí.
  • Yo tampoco, pero… las cosas han cambiado mucho. Aún tengo que asimilar que estás vivo y…
  • Y Javi… lo sé.

Vuelvo a avergonzarme y a no saber que decir o hacer. Pero lo cierto es que una parte de mí se rompe en mil pedazos al ver su sufrimiento.

  • Eh… Somos amigos, conseguiremos arreglar esto. No sé cómo, pero saldrá bien.
  • Eso espero. – Entonces recuerdo que Javi y Mario también eran amigos y me viene a la mente otra de mis dudas…
  • Mario… eh,… umm, ¿Sabía Javi que… que estabas vivo?
  • No. Aparte de Javi y Noir no lo sabe nadie. Por cierto, hablando de ello, Ana y Rafa estarán aquí por la mañana. David mandó a Noir a por Javi y a un par de chicos a por ellos. Pensé que querrías saberlo.

Bueno, si el no tener electricidad implica que todos estemos escondidos juntos y que Mario esté de vuelta, podré vivir con ello.

Capítulo 5
A dos pasos del infierno

Corro a los brazos de David, pero de pronto algo hace que todo mí cuerpo se convulsione y caigo al suelo de rodillas.
Ha sido un segundo, pero lo he visto… después me he mareado y he caído. Respirando entrecortadamente y agarrándome el pecho, levanto la mirada y no, no me lo he imaginado.
Mario me observa tan solo un peldaño por encima de David, ambos vienen en mi ayuda pero rechazo cualquier contacto con ellos. Las lágrimas brotan por mi cara ya que no sé si estoy loca o si éste está siendo el sueño más real de toda mi vida.
Ambos parecen no entender el por qué de mí reacción y se miran de reojo sin saber muy bien que hacer o decir.

  • ¿Estoy soñando? – Sollozo mientras David me incorpora y agarra por los hombros.
  • No, no lo estás.

Escuché el disparo, le vi caer y vi la herida en su pecho ¿La vi, verdad? ¿O supuse que había sido un disparo mortal y que si no la caída desde la trampilla le habría rematado? No consigo recordar muy bien nada de aquella noche. Mientras alguien me guía hacia un lugar para sentarme intento poner en orden las piezas del puzzle.
Mario corría hacia la trampilla para bajar a los túneles, le dejé espacio para bajar, pero entonces escuché un disparo y voces, después alguien lo lanzo desde arriba y él cayó a mis píes. ¿Y después? Después hay un borrón porque todo lo que recuerdo es estar frente a Jara con una pistola en mis manos y disparar. Mario pudo haber sobrevivido. ¿Estaba su cuerpo ahí cuando volví atrás? No me acuerdo, no me acuerdo, no me acuerdo…

  • Yo, yo… – No sé que decir, así que vuelvo a cerrar la boca. Frustrada. Así es como me siento.

¿Cómo pude ser tan idiota de darle por muerto sin comprobarlo? Aun que bueno, siempre queda la opción de que realmente esté soñando.

  • Hay muchas cosas que tenemos que contarnos. – David habla más para si mismo que para mí.
  • Sí, supongo.

Sigo dándole vueltas a la misteriosa resurrección de Mario. Hasta que por fin comprendo. ¿Qué más da? Está vivo ¿No? Comienzo a reírme a carcajadas lo que provoca que todos, incluido Noir, se echen también a reír.

  • Empieza – digo al cabo de unos segundos.
  • Bueno, es obvio que no vamos a decirnos cuánto nos hemos echado de menos y tampoco vamos ha hablar de lo muy poco que te has preocupado por mi durante este tiempo ¿Verdad?
  • Eh…

Tendría que decirle que sí, que le he echado de menos, pero lo cierto es que no he tenido mucho tiempo. Ni si quiera me acuerdo de cuándo fue la última vez que hablé con él, si fue antes o después de que Javi me rescatase. Javi. Ahora que tengo delante a Mario, el cual aun no ha dicho palabra, se me ocurre la posibilidad de que… ¿Sabría Javi que Mario estaba vivo? Le mataré si lo sabía.

  • Empieza – vuelvo a exigir.
  • Creo que hay una parte que debería contarte el propio Mario ¿No crees? – David hace un gesto a Mario para que éste empiece.
  • Bueno, no hay mucho que yo tenga que decir, cuando me encontraste en los túneles conseguí verte por unos segundos, después una bala me alcanzó por detrás y perdí el conocimiento, me desperté aquí y aquí he estado desde entonces.
    Cuando habla me doy cuenta de lo elegantes que visten ambos, llevan trajes de chaqueta, corbatas y parece que están hechos para ellos. Vuelvo a acordarme de Javi, de sus trajes de uniforme asesino. Sé que debería estar feliz, por ver de nuevo a David o por encontrarme con la noticia de que Mario está vivo. Pero no puedo dejar de pensar en Javi. Espero que le vaya bien en el gobierno, que no le descubran… no podré soportarlo.
  • No pareces muy contenta. – Me dice Noir con una medio sonrisa.
  • Es que no lo estoy.
  • ¿Preferirías que estuviese muerto? – Pregunta Mario, y es la primera vez que reacciona de una forma más o menos emocional.
  • No, pero preferiría haberme enterado hace unos cuantos años.
  • Si no hubieras salido corriendo sin cerciorarte de si estaba vivo o no, quizá lo hubieras sabido la primera – me reprocha.
  • ¡Oh sí! Acababa de matar al líder revolucionario de todo el mundo y los malditos perros estaban acudiendo al lugar ¿Qué tal esperar a ver si mi amigo, el cual ha recibido un disparo, ha caído desde al menos diez metros y está totalmente inconsciente ha sobrevivido?
  • No te hubiera llevado más de unos segundos. Pero no te molestes en darme explicaciones, me quisiste muerto desde el primer momento en que me viste con los perros.
  • ¿Perdona? – le grito y no doy crédito a sus palabras.
  • Me disparaste.
  • Tú me acababas de disparar a mí. La bala rozó mi cabeza por si no te diste cuenta.
  • ¡Pues claro que me di cuenta! Podría haberte matado, eras un blanco fácil… y escogí fallar.
  • Ya… claro.
  • Chicos, chicos… esto no está funcionando. Tú – me señala a mí – no estás aquí para discutir ni entender las razones de nadie – y tú – señala a Mario – sólo lo estás empeorando. Quizá deberíais dejarnos solos.

Mario y Noir obedecen sin decir palabra. Salen al gran recibidor y veo como suben las escaleras cuchicheando.
David tiene el ceño fruncido, como si intentase comprender en vano el motivo de nuestra discusión, la verdad es que no me apetece hablar con él. Ha sido el capo de todo el movimiento interno que está surgiendo y me ha mantenido en la inopia. Y Javi, él sí que sabía quien era D… ¡Pues claro!

  • ¿No pretenderías que te contáramos nada teniendo en cuenta tu estado mental, verdad? – dice, como si hubiera leído mi mente.
  • No lo sé, yo… yo sólo no sé que pensar.
  • Lo que está pasando es demasiado grande para ti, debes saberlo. Has sufrido mucho, ahora es momento de que todo vuelva a la normalidad para ti, deja que los demás nos encarguemos y agradece que no te veas envuelta de nuevo. Aquí estarás a salvo, pero evita el jardín, nunca se sabe si pueden estar vigilando.
  • ¿Me pides que me quede de brazos cruzados mientras ni tan si quiera sé si Javi está bien? – Le espeto casi cruzando.
  • No, te pido que te quedes quieta, que sobrevivas. Es lo que todos queremos. Incluido Javi. – me dice con expresión cansada. – Mira, sé que no es fácil. Sabía que fliparías un poco al principio, pero sé que si te esfuerzas te mantendrás a salvo. – Por mí, por Javi y por… Mario.
  • Supongo que de todos modos no tengo ninguna opción ¿verdad? – le inquiero.
  • No, te retendría con grilletes sin dudarlo en el momento en el que intentases hacer cualquier tontería.
  • ¿Podré estar informada al menos? – pregunto, si voy a ser una maldita prisionera por lo menos quiero saber lo que ocurre fuera – De todo.
  • No creo que eso nos suponga ningún problema, supongo.

Continuamos hablando durante horas mientras me cuenta que el mundo ha cambiado bastante. Algunas super potencias mundiales como Japón y los Estados Unidos colapsaron casi el doble de rápido que los países pequeños. Las revoluciones fueron más fuertes, los supervivientes estaban más unidos y eso hizo que durante casi todo el tiempo que duró el apagón reinara el caos absoluto. Alemania e Italia también sucumbieron a un régimen dictatorial como el nuestro. El resto de zonas Europeas y Asiáticas fueron más o menos absorbidas por ellas. La población Rusa no aguantó ni un mes al apagón, el frío y las malas condiciones hicieron que todo el mundo huyese o muriese. Ahí no quedo nada aparte de un basto terreno helado. El hemisferio sur por su parte apenas sufrió cambios, Latino América continuó más o menos como estaba. Australia, parece que fue el lugar más cívico y el que mejor reaccionó al fallo. Nada se sabe de los países Africanos, aun que se cree que como la mayoría prescindían desde antes de la electricidad ni si quiera notaron el cambio.
Eso nos deja con un mundo dividido en ocho imperios, como David los llama: Japon, EE.UU, Alemania, Italia, España, Sudamérica, Australia y África.
Además de todo ello me cuenta cómo consiguió él sólo encontrar la fórmula para volver a tener electricidad. Me dice que eso le proporcionó un genial y respetado puesto en todas las sociedades.

  • El Edison del siglo XXI – digo.
  • No es tan complicado, de hecho es tan simple que no entiendo cómo nadie lo intentó antes, sólo se trataba de reajustar la graduación de los polos magnéticos, los cuales también se vieron afectados por la tormenta, y esperar a que toda la magnetósfera se reajustase por si misma. – Le miro con cara de póquer.
  • No has entendido nada, ¿Verdad?
  • Ni una simple palabra.

Al cabo de un rato mi cabeza empieza a saturarse con tanta información y lo único que me queda claro es que nadie a parte de él sabe la fórmula exacta y eso me parece genial. Aunque él cree que no tardarán en adivinarla por su propia cuenta.
Mientras me habla sobre países, electricidad, sobre enfermedades derivadas de la alta radiación y magnetismo y demás tecnicismos yo no puedo dejar de pensar en Javi, lo imagino camino del Gran Núcleo, caminando por las mismas vías de tren por las que yo pasé. Solo. Y se me encoje el corazón.
Finalmente decido interrumpir el monólogo de David acerca de como él y su grupo han pasado desapercibidos durante todos estos años y le pregunto lo que hace rato que quiero saber.

  • ¿Crees que Mario lo conseguirá?
  • Vaya, debes de quererle mucho. No sabía que sintieras algo tan fuerte por él. – responde dubitativo.
  • Yo tampoco lo sabía… bueno no, no lo sé. Lo que sea. No quiero que le pase nada. Si le pasa algo, yo… yo me volveré loca del todo – Durante unos instantes eternos veo como una idea se forma en la mente de David, lo veo en su cara.
  • ¿Sabes qué…? – Espero, porque no sé si quiere que responda, si es una pausa dramática para dar emoción al momento o que ni él tiene claro lo que quiere decir…
  • Tienes razón.
  • ¿Yo? Si no he dicho nada.
  • Voy a mandar a Noir en busca de Javi.
  • ¿Qué? ¿Por qué?
  • Creíamos que la mejor forma de mantenerte a salvo era convencer a todo el mundo de que eras inocente, pero ahora mismo con un nuevo apagón puede que no importe tanto a corto plazo. – parece considerar lo que está diciendo – creo… creo que la mejor forma de mantenerte a salvo es tenerle aquí contigo. ¡Dios sabe que serías capaz de escapar de aquí sólo para asegurarte de que él está bien!
  • Lo haría, de hecho, no se me había ocurrido pero… – lo medito y sí, es cierto, no hubiera aguantado aquí dentro ni veinticuatro horas- …pero creo que lo hubiera hecho.
  • Mi pequeña e idiota hermana – veo un resquicio de cariño y amor en su sonrisa torcida. Puede que no hayamos hablado mucho últimamente, que me haya estado mintiendo, pero sin lugar a dudas, me quiere.
  • Entonces… lo traerás aquí ¿Conmigo?
  • Sí.

Entonces me levanto y lo abrazo tan fuerte como puedo. Él nunca a sido una persona cariñosa, ni sentimental y siempre le ha incomodado el contacto físico, exactamente igual que a mí. Pero en ese momento dejo escapar un resquicio de todo lo que le quiero a través de la armadura que se ha ido formando en mi e intento que mi abrazo le transmita todo lo que siento por él. Ni yo misma me acordaba de lo muy grande que es ese amor. Y me siento mal, me siento fatal porque durante todo este tiempo él ha estado velando por mí en la sombra. Me prometo que no volveré a despreocuparme tanto por la gente que me quiere.
Cuando el abrazo está dejando de ser sentimental y pasa a ser algo tenso y demasiado largo David se zafa y me dice que espere un momento. Sube las escaleras por las que Noir y Mario han desaparecido y al cabo de unos minutos bajan los tres con cara de pocos amigos. Noir sale de la gran casa sin decir palabra, David se disculpa y dice que debe retirarse para poder avanzar en su estudio de la nueva fórmula y eso nos deja a Mario y a mi totalmente a solas.
Ambos desviamos la mirada y yo me quedo abochornada mirando el nudo de su corbata.

  • Al final siempre consigues lo que quieres, ¿eh? – dice al fin.
  • ¿Qué?
  • Javi… – parece estar tan incomodo con la conversación como yo – debes de quererle mucho.
  • Eso dice todo el mundo – consigo decir mientras sigo evitando su cara.
  • Antes he sido un poco… brusco. Lo siento. Pensé que te alegrarías más de verme.
  • Y me alegro, me alegro que estés vivo… – reúno todo el valor que puedo y le miro a los ojos – jamás quise verte muerto, cuando te disparé lo hice por que pensé que eras tú quien quería matarme. Pero en cuanto Kiko, o sea, Jara… da igual, en cuanto él nos dijo que te había mandado a esa misión suicida salí corriendo detrás tuya justo para… para ver, o para creer ver que habías muerto. Fui una idiota al no comprobar que lo estabas, pero en ese momento lo único que paso por mi mente fue el vengarte. Quería matar al hijo de perra que te había hecho eso, y lo hice. Después lo más sensato que pude hacer fue huir, recluirme en unas cuevas apestosas y esperar a que las malditas pesadillas en las que cada noche volvía a verte morir terminasen.

Mario parece escuchar cada palabra y procesarla con detenimiento. Por un segundo creo que va a gritarme otra vez y me preparo para la reprimenda, pero en lugar de ello viene hasta mí, me abraza y me roba un beso. Un beso que por más que desease durante muchísimo tiempo no me sabe a nada. Un beso que no puedo devolverle. Entonces lo entiendo. Sí que quiero a Javi. Mario nota mi desapego y retrocede unos pasos.

  • Lo siento, yo solo… no recuerdo un momento en mi vida que no te haya tenido delante sin desear besarte. – me dice con la mirada perdida en algún punto detrás de mí.
  • Yo tampoco, pero… las cosas han cambiado mucho. Aún tengo que asimilar que estás vivo y…
  • Y Javi… lo sé.

Vuelvo a avergonzarme y a no saber que decir o hacer. Pero lo cierto es que una parte de mí se rompe en mil pedazos al ver su sufrimiento.

  • Eh… Somos amigos, conseguiremos arreglar esto. No sé cómo, pero saldrá bien.
  • Eso espero. – Entonces recuerdo que Javi y Mario también eran amigos y me viene a la mente otra de mis dudas…
  • Mario… eh,… umm, ¿Sabía Javi que… que estabas vivo?
  • No. Aparte de Javi y Noir no lo sabe nadie. Por cierto, hablando de ello, Ana y Rafa estarán aquí por la mañana. David mandó a Noir a por Javi y a un par de chicos a por ellos. Pensé que querrías saberlo.

Bueno, si el no tener electricidad implica que todos estemos escondidos juntos y que Mario esté de vuelta, podré vivir con ello.

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