Prefacio: Recuerdos

Párate sólo 5 minutos…

Cierra los ojos y dedícate sólo a pensar, a recordar…

Respira hondo, relájate. Deja que todo fluya. Sin más…

Ahora escoge un recuerdo, uno que te haga feliz. No tiene por qué ser el más feliz de tu vida, ni el más importante, solo un recuerdo feliz. Siente como si lo volvieras a vivir y hazlo real dentro de ti…

Cuando era una niña que corría por el antiguo callejón que comunicaba las escuelas con un mundo totalmente “Narniano”, con los brazos extendidos cortando el viento, podía trotar largo rato sin cansarme, sin mirar atrás.

El viento azotaba mi cabello semi-recogido con una coleta ya bastante despeinada, pero no importaba…no teníamos que estar perfectos en ningún momento. Vivíamos sumergidos en un mundo de fantasía aparentemente inmortal.

Yo podía ser la princesa guerrera que protegiera el fuerte del malvado marajá, saltando entre las piedras del antiguo castillo… O podía ser una exploradora de las más oscuras selvas, siempre prevenida contra el malvado cazador de animales… Siempre vivamos en busca de secretos ocultos. No importaba quiénes fuéramos o qué quisiéramos ser.

Entonces los colores, las formas y los sonidos tenían connotaciones totalmente distintas. Una piedra podía convertirse en mi arma secreta. El resol que se colaba tras las hojas de los árboles; la llave para abrir la puerta con forma de oso de la cueva escondida… Y durante las horas de clase inventábamos nuevas contraseñas para acceder a los pasadizos secretos del torreón. Y así día tras día…

Entonces, cuando llegaba la noche, cogía un folio en blanco y dibujaba aquellos únicos paraísos iluminados, cargados de color y de formas de vida diferentes. Todo lo que mi cabeza y mi imaginación daban de sí.

Lo malo de esos pensamientos es que continúan vagando entre recuerdos de antaño y algunos más recientes. Protagonistas de mis mejores escenas de niñez retoman sus papeles en el presente, entrelazando momentos felices y no tan felices. Ahora maldigo mis memorias:

¿Por qué hoy?…

¿Por qué no ayer?…

¿O la semana pasada?…

¿Por qué ahora soy capaz de cerrar los ojos y ver tu cara perfecta?…

¿Por qué en este instante puedo escucharte?…

¿Cómo es posible esta sensación hipnótica?…

Es como si estuvieras a mi lado…

Como si de un gran amor se hubiera tratado. Te siento extrañamente cerca, ahí en un rinconcito de mi cabeza que parece que hasta este momento haya estado dormido y de pronto alguien o algo lo haya despertado. ¡Puf! Sin previo aviso. No estabas y de pronto apareces como de la nada, con tus ojos siempre llenos de vida, tus dientes alineados, tus finos labios y tu suave piel. En un contexto puramente angelical, como venido del cielo, salido de la nada. Extraviado en mis pensamientos sin un por qué. Sin razón. Simplemente apareces en mi mente y haces que se me corte la respiración. Se me encoge el estomago con solo recordar una caricia tuya o una leve respiración. Un beso, tierno y pasional. Un abrazo ligero pero protector. Una carcajada sincera y picara. Simplemente estás. Y no estás, pues solo mi mente te retiene…

¿Dónde estarás de verdad? ¿Con quién? ¿Qué harás? ¿Recordarás mi pelo, mi piel, mis ojos o mi voz? ¿O no signifiqué nada para ti?…

Aún así, no cambio nada. Por mucho que a día de hoy pensarte me retuerza el estomago y arrebate la cordura no deja de ser mi pensamiento feliz del día. Y ¿quién sabe? Puede que el más feliz y real de una infancia un tanto cruel.

Capítulo I

Y de pronto, un único comentario drenó toda la sangre de mi cabeza, me sentí mareada, como si el mundo de pronto se hubiera parado, congelado. Y yo, totalmente desorientada no podía más que escuchar el latir de mi corazón. ¡Bum, bum!¡Bum, bum!

Sólo duró un segundo y no bastó para procesar la conmoción. Pero sí para pasar inadvertida. Después de eso todo recobró su camino original, la música continuó sonando, la gente bailando y bebiendo. Nosotros mirándonos fijamente.

Él esperando una respuesta, una reacción. Mi mente a cien por hora, encauzando pensamientos, dando vueltas y vueltas. Intentando encontrar el sentido a esas palabras:

-Sé que entonces perdí mi oportunidad contigo.

Decidí que quizá lo mejor era simplemente no contestar.

-Otro chupito por favor.

-Que sean dos.

De un sólo trago. Sin respirar. Noté como el alcohol inundaba todo mi ser. Como me desinhibía un poco más. Y una carcajada involuntaria surgió de mis adentros. Me puse roja y él también comenzó a reír. Bueno, la situación era patética, pero por lo menos los dos la veíamos del mismo modo. El problema era que todavía no le había dado una respuesta. Yo sólo deseaba besarle.

Con ese pensamiento perturbador vuelvo de mi largo letargo (A veces puedo pasar horas fantaseando). Sé que no estaba del todo dormida ni tampoco plenamente consciente por que podía escuchar perfectamente lo que ocurría fuera.

Cuando consigo desperezarme y recobrar un poco el sentido son casi las cuatrocho un vistazo rápido a lo que ahora es mi “hogar”: Una habitación fría y cochambrosa. No estoy hecha para ella.

Decido que lo mejor por ahora es darme una ducha. En el momento en que la primera gota caliente se desliza por mi espalda me doy cuenta de lo poco que he apreciado ese momento hasta ahora. Me gusta sentir el suave líquido corriendo sobre mi cuerpo. Apuro hasta el máximo, hasta que el agua empieza a enfriarse.

De regreso a mi habitación, la 764, me siento un poco mejor. Me tiro en la cama con tanta fuerza que creo podría haberla roto. Y me repito la historia de los últimos meses y como ha cambiado mi vida desde entonces:

Soy Angy. Una superviviente del 21-D, tengo 23 años. Después de la tormenta solar y del fallo eléctrico fui obligada a dejar mi casa, mi hogar y me arrastraron hacia la nueva capital del país. Todo el mundo evita las referencias al pasado por lo que ahora se conoce como el Gran Núcleo. El gobierno calló casi tan pronto como se dio por finalizada la búsqueda de supervivientes. Jara se proclamó líder después de que todos los ministros, diputados y demás políticos desaparecieran. Supongo que algunos estarán muertos, otros estarán escondidos.

El culmen de Jara en su introducción al poder fue cuando el ejército se le declaró aliado. La reyerta no duró más de dos semanas. Hubo más muertes además de los muchos que no sobrevivieron al fallo eléctrico, a las guerras callejeras, al hambre y a la penuria. Otros tantos cayeron defendiendo lo poco que tenían. El mundo estaba enfurecido, deseoso de acabar con Jara. El problema fue que también estaban desnutridos, desprovistos de hogares salubres y de armamento así que no fue difícil acabar con ellos y con todas sus familias. Después de eso ya nadie se atrevió a plantar cara. Entonces vinieron y nos llevaron, cualquier persona sana y en edad de trabajar fue obligada a rendirse ante el nuevo régimen. A trabajar para ellos.

Mi hermano está en el edificio A del Gran Núcleo, sus conocimientos mecánicos le han dado un lugar prestigioso. Jara está buscando un modo para que las máquinas funcionen sin ningún tipo de electricidad.

En mi edificio, el G, nos dedicamos al textil. No puedo quejarme. Tengo la suerte de estar en el Gran Núcleo. Otros muchos fueron destinados a los campos para mantener la agricultura, a las minas o al ejército.

Cuando me doy cuenta de que ya he repetido mentalmente esta historia mil veces y regreso al frío de mi lúgubre y oscuro cuarto, son ya casi las seis de la tarde, si quiero salir es mejor hacerlo mientras quede algo de luz. Me visto con mi uniforme de calle. No sé en qué estaban pensando los que lo diseñaron porque es realmente feo e incomodo.

Cuando estoy a punto de salir, otra imagen viene a mi cabeza, él. ¿Dónde estará? ¿Qué le habrán hecho? Me retuerzo. Mario. Si cierro los ojos ahora puedo ver su cara, sus ojos mirándome incrédulo. Sus carcajadas. Aún que he vivido media vida enamorada de él, jamás se lo dije. No hubiera podido estropear nuestra amistad. Durante las primeras semanas que siguieron a mi llegada al Gran Núcleo intenté vaciar mi mente de sus recuerdos. Cada vez que lo hago algo arde en mi interior. La peor de las bestias surge en mi estomago. Todos lo habrán oído.

La primera cara que me encuentro es la de Laury, es una chica que conocí el día que llegué, fue quien me explicó cómo funcionaban las cosas aquí y qué había que hacer para mantenerse con vida. No llamar la atención de los militares. No hablar muy alto ni muy bajo. Hacer lo que se te ordene. No meterse en líos. No beber, no fumar. Y sobre todo, no intentar acceder al centro del Gran Núcleo. Reglas fáciles de memorizar cuando la alternativa es una fosa común.

Laury me saluda con su tono de falsa alegría:

-¿Cómo va? – Me dice, después de ello me mira de forma extraña. Algo en mi cara no va bien.- ¿Te encuentras bien?

-He pasado por días peores. – Le digo, y es cierto. Soy un poco brusca y eso hace que ella de unos pasos atrás dejándome salir. No le digo adiós. ¿Por qué soy tan borde? Al fin y al cabo ella me ha ayudado mucho.

Es extraño salir a la calle, todo el Gran Núcleo parece haber sido decorado y cuidadosamente teñido de ese color. Durante largo rato deambulo por las calles sin saber muy bien hacia dónde voy. Cuando por fin me doy cuenta estoy en frente de la casa donde trabaja mi amiga Ana. Me escondo detrás de unos matorrales secos y voy hacia la puerta trasera. Me deslizo hacia dentro y la veo, leyendo algo que parece una guía de cocina.

-¿Ahora también cocinas? – Le digo con sarna. Ella levanta la cabeza y entonces el mundo entero se me viene encima. Tiene una herida que se ve muy fea en la barbilla y un ojo morado.- Ana. ¿Qué te ha pasado?

-Nada, es el estúpido del hijo de los Ginés. – ¿Nada? Eso no es nada, pienso. – Al parecer anda escaso de sexo últimamente y creyó que dándome un día libre y llevándome a escondidas al campo podría tener alguna oportunidad.

-Él no…- no puedo ni decirlo, la idea de que haya podido ocurrir algo peor que esas heridas y moratones me deja sin aliento.- ¿Intentó forzarte?

-Evidentemente, ¿crees que tendría esta cara de no haberlo hecho? Pero no te preocupes, él está mucho peor…

-Debería estar entre rejas- Le espeto sin un mínimo de piedad. – Tendría que haberlo contado.

-Para qué? Además, en mucho tiempo es el primer hombre, si puede llamarse así, que se ha interesado por mí. – Dice.

Me cabreo y salgo de la cocina dando un portazo, otra vez. Para ser domingo, día oficial de descanso, la tarde está siendo demasiado larga. De todos modos creo que Ana siente algo por Rafa, el único hijo superviviente de la familia Ginés. Desde que escondida detrás de los matorrales vi como lo miraba y como sus ojos brillaban con cada tontería que él hacía, lo supe. Los Ginés son una de esas familias que nosotros llamamos “Los privilegiados.” Creo que son parientes de Jara, o algo así.

Vuelvo a casa rápido, pues ya está oscureciendo. Estoy tan concentrada en la ira que siento ahora mismo por ese chiquillo, que de poco no me doy cuenta. A unos veinte metros de mi un grupo de soldados, perfectamente alineados, avanza a empujones entre la calle abarrotada de personas que vuelven a sus casas. Pero no es eso lo que me llama la atención. Su voz. He escuchado su voz. La voz de Mario. Debo estar loca, es imposible ¿Mario entre ellos? Me aparto para dejarles paso justo en el momento que mi corazón da un vuelco, noto como mis piernas se tambalean y como mi cabeza empieza a irse. Es él. De verdad es él. No lo he imaginado. Por un momento siento su mirada clavada en mis ojos, pero no encuentro por ninguna parte la dulzura que conocía en su semblante. Al contrario, lo único que percibo es un gran gesto de indiferencia total.

Sigue vivo entonces. Y eso es en lo único que puedo concentrarme ahora. Por mucho que su mirada haya retorcido todos mis órganos vitales y las lágrimas hayan saltado de mis ojos casi al instante, él está vivo. Y sano. El ejército pertenece al más alto nivel de “los privilegiados” por lo que no le irá mal. Y eso explicaría que no lo haya visto antes. Huyo de ellos rápidamente y sólo si no puedo evitarlo, paso por su lado. Y ahora Mario está con ellos.

Estoy ya en mi habitación y mi mente vuela al pasado.

Estamos los dos juntos, hace unos cinco años, en la cena de fin de curso. Él estaba guapísimo, con su traje gris oscuro y su camisa y corbata verdes. Yo lucía un vestido azul eléctrico de corte simple y un chal plateado. Rebosábamos juventud, alegría. Sus ojos, -los que hoy he visto tan cambiados-, eran tan cálidos y conocidos.

Hablábamos de lo que haríamos después. Ambos iríamos a la misma universidad. Viviríamos cerca. Aunque no tendríamos clases juntos, podríamos vernos a menudo.

Éramos felices, pero algo en mi interior me decía que nada volvería a ser como antes. A medida que pasaban las horas, mi pena crecía. No quería dejar ir ese momento. Esa fue la única vez que realmente me planteé decirle lo que sentía.

Debían de ser las cinco de la mañana y nos habíamos quedado solos en las puertas del restaurante, algún borracho quedaba dentro, otros ya dormían en sus casas. Sentados en el suelo y apoyados en la pared, él me abrazaba fuerte, la conversación había terminado hacía mucho rato. Pero daba igual. Él era una de esas personas con las que los momentos de silencio se disfrutaban de igual modo. También parecía triste, ido. ¿Sería por mí?

Es en este punto cuando mi cerebro racional dice basta, estoy hecha un ovillo en mi cama, llorando silenciosamente. A pesar de que la noche está ya bien entrada aún queda gente fuera.

Pienso en Javi, que está tres pisos por encima del mío. Me levanto como puedo de la cama, salgo de mi cuarto y me deslizo a hurtadillas por las escaleras oscuras hacia su cuarto. Doy tres golpes en su puerta y le llamo.

-¿Javi? – ¡Por favor, por favor, por favor que me oiga!

-¿Angy?

Escucho las llaves y veo girar el pomo. No le doy opción a decir nada más. Me lanzo en sus brazos en un amargo intento de evadirme. Desde que he llegado al Gran Núcleo él ha estado siempre ahí para mí. Busco sus labios calientes y los presiono con los míos mientras una última lágrima mana de mis ojos. Entonces dejo fluir el resentimiento hacia Rafa, hacia Ana por enamorarse de él, hacia los Ginés por no haber sabido educar a su hijo, hacia Jara y sus militares. Hacia Mario.

Capítulo 2

Oh, esto ha estado muy, muy bien. Pienso, es divertido hacer estas cosas con Javi, sabe lo que se hace. Y es muy terapéutico, por unos segundos me siento tan liberada que podría hasta dormirme, pero tengo un plan.

No tengo muy claro lo que siento por Javi, sé que siempre ha estado ahí y que uno de sus abrazos puede hacer milagros. A veces sólo voy a él para que me abrace, me hace sentir bien. Otras veces, desesperada busco en él los besos y las caricias que nadie me da. También hablar con él es bueno, sabe usar muy bien las palabras y es particularmente divertido.

Primer jueves de agosto de 2012, empiezan las grandes fiestas y borracheras. Es un atardecer precioso. La Luna está mirando cómo me fumo un cigarrillo sentada en el alfeizar del bar. Y yo a ella, mientras me hago mil preguntas y no consigo encontrar ninguna respuesta. A veces tengo una facilidad para evadirme un poco preocupante. Javi me devuelve a la realidad.

-Me encanta ese vestido. ¿Es nuevo?

-Sí, lo compré la semana pasada.

-Te queda genial, esta noche vas a ligar con quien quieras.

-No creo que ligue con nadie.

-Porque no querrás, entonces.

-¿Quién sabe, no? – Reímos.

La noche se hace larga y aburridísima, el alcohol está actuando más lento de lo normal. Y tengo muchas, muchas ganas de emborracharme. La música suena alta y la gente baila al son, entusiasmados. Cada dos por tres, miro de reojo al resto e inconscientemente acabo buscando a Mario. Él se da cuenta y me sonríe se acerca a mí. Me agarra por la cintura. ¡Oh dios mío! Se me tensa el estómago.

-Hoy estás guapísima.

-Gracias, aunque no se puede decir lo mismo de ti.

Me mira como intentando parecer enfadado y con un poco de picardía y después se forma una media sonrisa en sus labios. Creo que mis entrañas van a explotar. ¡Uff! Me da un suave y dulce beso en la mejilla, muy cerca de la comisura de los labios y vuelve con sus amigos. Creo que es entonces cuando todo el alcohol llega de golpe a mi cabeza, me tambaleo y, cuando me recobro, decido celebrar ese pequeño contacto y empiezo a bailar, a dejar que la música me llene. Es tan placentero.

El sol ya ha hecho su aparición. Un amanecer tan bello como siempre. Llego a casa. Los chupitos me han dejado totalmente descolocada y mi mente hace horas que ha desconectado.

Antes de darme cuenta estoy durmiendo como un angelito, y antes de lo que hubiera querido me despierto. Soñando con Mario, estamos en un lugar muy cálido el me abraza y yo quiero estallar.

El teléfono. Descuelgo. Es Javi. ¡Mierda!

Intento no pensar mientras hablo. O mejor dicho, me habla. No me interesa su vida, no quiero saber lo que hace, si tiene ganas de verme o si no las tiene, me da igual. Ahora no.

-¿Ahora?

-¿Por qué no? ¿Tienes miedo?

-Miedo a perder el sueño, sólo eso.

-Joder, quiero verte.

-No te he oído.

-Que te qui…

-¿Hola? ¿Me escuchas?

-Te decía que si te apetece que te recoja, como quieras.

-Ahora no Javi. Piensa un plan para más tarde – sé que no lo hará.

-No me lo digas dos veces

-Haz lo que quieras, yo voy a dormir ¿vale?

-¡Joder, eres una rajada!

-Como quieras…

-¿Me vas a dejar así?

-Como si fuera mi culpa que estés borracho…y algo más.

-No has parado de mirarme en toda la noche…

-Eso no es verdad – Me enfado, ¿se puede ser más idiota? Yo tampoco tengo la culpa de que él sea el mejor amigo de Mario y haya pensado que le miraba a él cuando mi mente bailaba con el chico que estaba a su lado mientras irradiaba pasión.

-Si es tuya, sí.

-Bueno, ya me cuentas mañana, ¿vale?

Viernes, siete de la mañana otra vez, he vuelto a ver amanecer. Llego a casa, me tumbo en la cama y salto de ella al segundo para ir corriendo al baño a vomitar. Odio los chupitos, no volveré a probarlos. Me duermo. El teléfono vuelve a despertarme.

-¡Ey!

-Javi, estoy borracha, ¿Qué quieres?

-Ya lo sabes…

-No, no lo sé.

-Haz el esfuerzo. Por cierto ¿Te he dicho que sé un método de que se te pase la borrachera?

-Yo también lo sé. Dormir la mona. Buenas Noches Mario, Javi. – Mierda.

Sábado por la tarde, estoy tirada en el césped de la piscina. Mis Rayban hacen que sea más sobre llevable el dolor de cabeza. Mario aparece en el peor momento, estoy untándome con mi crema ultra protección que deja unos ronchones blancos horribles. ¿Se puede tener más mala suerte?

-¿Hoy fiesta?

-No lo sé. ¿Cuántas toneladas de maquillaje puedo necesitar para arreglar mi cara de zombi?

-Estás más guapa sin maquillar.

-Y en pijama.

-Vale, me lo apunto. Espero verte esta noche sin maquillar y en pijama.

Estreno mi segundo vestido nuevo, nada de ropa de cama. Y rezo para no acabar sucumbiendo a los placeres de los pequeños tragos de Satán.

Nueve de la mañana. Llego a casa. Mario no ha aparecido en toda la noche ¿Dónde habrá estado? En casa están todos despiertos. Consigo disimular y meterme rápido en mi cuarto. Evitando conversaciones largas y miradas fijas.

Me gusta mirar a Javi mientras duerme, su sonrisa sigue ahí y se encuentra tan plácidamente que podría decir que está teniendo un fantástico sueño. Podría pasar toda la noche aquí pero no lo haré. Lentamente intento separar sus brazos de mi cuerpo, intentando no arruinarle el sueño. Pero se despierta incluso antes de que haya conseguido moverme ni un centímetro.

-¿Ya te vas? – Me dice. Puedo ver como arruga el ceño. No parece querer ocultar su molestia- ¿No crees qué es un poco desconsiderado por tu parte despertarme tan tarde y volver a hacerlo ahora?

-¿Entonces lo que te molesta es qué te despierte y no que me vaya, no?- Le contesto en tono divertido.

-He aprendido la lección Angy, cuando te sientes sola, cabreada o cuando tan sólo estás aburrida vienes a mí. Pero no quieres nada más. Soy tu juguete. – Dice él en un tono que entremezcla la conformidad con la tristeza.

-No es verdad, tú, tú me gustas. De no ser así no vendría. – Le contesto y es cierto, sé que me gusta, pero el recuerdo de Mario, de esta tarde, está tan presente que no puedo concentrarme en pensar otra cosa. Sobre todo por qué si hay algo de lo que estoy segura es de que a Mario siempre le querré de un modo mucho más fuerte y especial.

-Entonces, ¿te gustaría tener algo más conmigo? Vamos vuelve a la cama… – Me esfuerzo para no salir corriendo.

-Le doy el beso más dulce que jamás le he dado.

-Hoy he visto a Mario- Cambio de tema, no me gusta la dirección que ha tomado el momento- ¿Sabías que estaba por aquí?

-¿Mario? No, no tenía ni idea. -Entorna los ojos, parece enfadado o preocupado, o triste, no lo sé- Es por él, ¿verdad?

-Tengo que irme Javi, lo siento, de verdad. Mañana hablamos de esto, ¿vale?

Estoy un poco cabreada la verdad y necesito hablar con Mario, saber que está haciendo aquí. ¿Qué coño estás haciendo aquí?

Vuelvo a mi cuchitril, cojo el saquito con todos los ahorros que he podido hacer en mi nueva vida y salgo a la calle. Me doy cuenta que llevo el pijama puesto. ¡Esto le gustará! (Creo). Cruzo la calle, a un par de manzanas de mi edificio se encuentra un viejo polideportivo descubierto donde ahora se reúnen algunos inconformistas. Se hacen llamar “La leyenda” o algo así.

Sé por Ana que es el único mercado negro que no ha sido descubierto todavía, Rafa le ha hablado de ese lugar porque él suele ir allí en busca de cigarrillos. El lugar es realmente inquietante, pero a la vez, el titilar de las luces de las fogatas hace que cualquiera que pase por la zona se sienta atraído como las luciérnagas lo hacían a las bombillas de neón. No entiendo como Jara no ha descubierto ese centro clandestino. No, definitivamente lo conoce, lo que no sé qué beneficio se llevará él para dejarlo en marcha…

Me acerco y en seguida me doy cuenta de que mi atuendo no es el más adecuado. Pero aún así no tengo miedo, camino rígida y decidida.

-Monada ¿Te has perdido? – No, gracias. ¿Sabes dónde puedo encontrar a Kiko? – Oh mierda, ahora sí que tengo miedo.

-Has venido al lugar correcto, guapa. Pero yo puedo darte más de lo que ese te dará jamás. -Hace un gesto grosero con la cadera y brazos-. Dicen que perdió un testículo en una batalla con uno de “los perros”.

-Oh, no te preocupes, creo que podré apañármelas. No creo que requiera esos “servicios” de él, ni de nadie- le digo mirándole fijamente, dejándole claro que tampoco quiero nada con él.

-¿Quieres probarme monada? o ¿sólo buscas cabrearme?

-Ambas. – Le dedico mi mirada más dura. Pero creo que no es suficiente. Ya estoy empezando a sudar y a arrepentirme cuando otra persona habla.

-Me han dicho que una preciosa jovencita vestida con pijama me estaba buscando. ¿Querrías venir conmigo preciosa?- Un hombre de unos cuarenta y tantos, con una cicatriz que le cruza media cara (y continua por el cuello hasta quién sabe dónde) aparece de entre las sombras.

Me tiemblan las piernas. Asustada sería quedarse muy, muy corta. Busco posibles lugares por donde salir corriendo. No me había dado cuenta hasta entonces de la cantidad de gente que por ahí circula. Todos vagan entre las sombras y no puedo reconocerles. No sabría a quién pedir ayuda.

-Estoy buscando a Kiko.

-Yo soy Kiko. ¿Me acompañas? – ¿Qué más puedo hacer? Pienso. Le sigo, y creo que voy a tropezar varias veces conmigo misma porque mis piernas siguen sin responder.

-Espero que mi amigo Narci no te haya molestado. – Niego con la cabeza- Y bien, ¿Qué te trae por aquí?

-Quiero tabaco.

-Una nenita como tú no debería fumar. No en los tiempos que corren.

-Me da igual. ¿Cuánto?

-¿Cuánto? Creo que no lo comprendes. No te vendería tabaco ni por todo el dinero del mundo. Sería una desgracia perder a una cara tan bonita como la tuya.

-Deja las adulaciones, por favor- Vuelco el contenido de mi bolsa de ahorros sobre mi mano. Debe haber unos doscientos euros. Espero que sea suficiente.

-Cariño, con eso tendrías para un par de cajetillas. Y aun así, no sé si podría fiarme de ti. – Veo en sus ojos azules la intriga y la diversión entremezcladas. – ¿Cómo sé que si te pillan no dirás que te lo he pasado yo?

-Es la primera vez que te veo, me he perdido para llegar a este sitio- en eso último miento-, así que no sabría indicar a nadie como llegar aquí. ¿Vas a darme el tabaco o no?

-¿Tan desesperada estás? – Saca dos cajetillas de Fortuna de su bolsillo interior de la chaqueta. Me las ofrece. Sólo quiero una. Pero le doy todo el dinero. A fin de cuentas, no creo que lo vaya a necesitar después de lo que pretendo hacer. Oh dios mío, debo de estar volviéndome loca.

-Gracias.

Siento curiosidad por ese lugar y por la gente que por allí anda a escondidas apenas sin hablar. No tiene mucho sentido.

Antes de salir a la calle abierta, donde cualquiera podría verme, enciendo un cigarrillo con unas cerillas que cogí de mi cuchitril y salgo a plena vista Si uno solo de, ¿cómo los han llamado “los perros” ?, me encontrara sería encarcelada en cuestión de ¿segundos? “Venga Mario, ven, ven Perrito, ven a buscarme.”

No ocurre nada y ya estoy empezando a cansarme. He encendido mi segundo cigarro con la colilla del primero. ¡Qué ganas tenía de fumar! Sin darme cuenta he andado tanto que estoy a los bordes de la zona prohibida y sin previo aviso ¡PUUUUUUUUUM! Noto un fuerte golpe en mi nuca y caigo de bruces al suelo sin poder hacer nada. El dolor es insoportable y me desmayo.

Capítulo 3

Oigo ruidos, voces. Parecen estar a mi lado, aunque a veces las escucho muy lejos. ¿Por qué sigo viva? Joder, este no era el plan. ¿Van a torturarme? Me remuevo y enseguida noto que estoy atada. Intento abrir los ojos pero no puedo. O no quiero. Me pesan tanto…

Es entonces cuando me doy cuenta del gran dolor de cabeza. Gimo, o eso creo. Escucho las voces de nuevo y esta vez puedo distinguir que están cerca, aunque sigo sin saber que están diciendo.

Tengo tanto frío que me duelen los huesos. Mierda, ¿así se sienten los moribundos? Me siento al borde del precipicio, no sé qué hacer, no puedo moverme. Ah, he notado un fuerte pinchazo en el brazo. ¿Qué me están haciendo ahora? Empiezo a dormirme. No, no, no…

Hace tanto calor que creo que voy a derretirme, pero es tan placentero, nos hemos tomado un día para nosotras y hemos salido de excursión. Por primera vez en mucho tiempo estamos todas: Jenny, Pat, Cris, Sofi, Maria, Nere, Ana y Yo.

-La morfina ya debería hacerle efecto- Esperemos que se recupere…

¿Pero qué…? ¿Dónde estoy? Quiero moverme, joder. No puedo…

Hemos decidido venir al viejo pantano, a pasar el soleado día primaveral. No pensaba que fuera a hacer tanto calor. Ana, Cris y yo pasamos toda la tarde cuchicheando los últimos rumores. Últimamente no tenemos mucho tiempo para estar las tres solas, Cris ha conocido a un chico.

-¿Crees que lo hará? Ha perdido mucha sangre.

-Bueno, no soy médico así que no lo sé.

-Es una lástima.

Eh, un momento, ¿Están hablando de mi? ¿Quieren ayudarme? Intento de nuevo, en vano, moverme.

-¿Por qué crees que lo haría? Ya sabes, normalmente las chicas no van por ahí jugándosela.

-Ni idea. Lo único que sé es que es una suerte que esos malditos perros la dieran por muerta en el primer golpe.

-¿Viste como le miraba el último? Parecía loco de ira…pero le brillaban tanto los ojos, creo que lloraba…

Joder, quiero hablar, quiero preguntar. ¿Quién lloraba? ¿Un perro? ¿Mario? ¿Estoy entonces con los buenos? ¿No estoy muerta ni van a matarme?

Otra vez el sueño se cuela en mi mente, pero ahora no soy capaz de soñar, ni de escuchar. Pasan las horas, o los días. No estoy segura. Empiezo a desesperarme internamente. ¡Quiero despertar!

Al cabo de un tiempo que parece eterno noto como me sueltan las extremidades, por lo que intuyo ya puedo moverme. Lo intento y cuando veo que mis músculos responden me hago un ovillo.

Oigo otra vez las voces, esta vez muy claras. Las oigo y… y las reconozco. ¿Por eso he estado soñando con ellas? ¿Con mis amigas? Esa voz, es ella…no lo puedo creer, ¡es Cris!

Lucho con mi cuerpo para que me deje hacer a mi antojo y ¡por fin! después de qué sé yo cuánto tiempo consigo abrir los ojos. Y lo que veo me deja tan alucinada que creo que voy a desmayarme de nuevo.

No solo está Cris, también el estúpido hijo de los Ginés, Rafa y Kiko, el hombre raro que me vendió los cigarrillos. Creo que mis ojos dejan clara mi incertidumbre ¿Qué está pasando?

Kiko habla primero.

-A ver pequeña ¿Puedes explicarme por qué confié en ti para que tú luego salieras a la calle totalmente expuesta y decidida a morir?

-Eh yo…´Oh… ¿Por qué lo hice? Buena pregunta… para atraer la atención de Mario…un perro. No, no puedo decir eso.- Eh, no… no lo recuerdo.

-Te han dado un buen golpe ¿eh?

-Mmm, supongo. Cris… ¿qué… qué estás haciendo aquí? Te dábamos por desaparecida…

-Ella lleva aquí desde las primeras semanas. Ya te lo explicará…ahora querida…deja que te explique algo: Para los perros has muerto, no vas a poder salir ahí arriba o te pillarán, querrán saber y harán preguntas sobre nosotros. Jara nos mantiene con vida porque cree que somos inofensivos, un mercadillo negro del cual él puede salirse beneficiado siempre que quiera… Pero hay más, no sólo somos un mercadillo o una cuadrilla de chiflados. Miles de personas no aceptan a Jara y estamos congregándonos, vamos a luchar, pero esta vez no estaremos desarmados, necesitamos más gente y te necesitamos a ti ¡tienes pelotas pequeña!… ¿lo pillas?

-Emm… creo. Necesito, necesito estar sola…

-Te daremos unos minutos.

Tengo la mente colapsada, y la cabeza me duele de nuevo, no puedo pensar con total claridad. A ver… respira, Angy, respira… Estoy viva, y Cris también, Rafa y Kiko están formando un ejército para contraatacar a Jara y como los Perros piensan que he muerto no tengo más remedio que quedarme aquí de brazos cruzados o unirme a este montón de miles de chiflados talibanes. Este sería el típico caso que me gustaría hablar o deliberar con Ana, o por lo menos con Javi. Pero ahora ya no los tengo a ninguno y puede que no vuelva a verles y a Mario tampoco. ¡Enhorabuena Angy! Lo has conseguido, por fin has metido la pata tan adentro del charco que has conseguido llegar a Australia.

Las lágrimas me surcan la cara sin poder hacer nada para evitarlo ¿Joder, no era todo suficientemente complicado ya? No puedo, no puedo no volver a verles, les necesito tanto. Les quiero tanto. Daría lo que fuera por verles y explicárselo. De pronto caigo…quizá y sólo quizá…

Intento incorporarme, pero me mareo y caigo al suelo. Oigo pasos y antes de darme cuenta de que unos fuertes brazos me amarran y me levantan. Es Kiko. En fin, voy a tener que proponérselo ahora, o nunca lo haré…

-Esto yo…emmm… había pensado, creo que podré…emmm..- no sé cuál es la palabra correcta- trabajar con vosotros, pero ya que «me necesitáis y yo necesito también algo- trago saliva- …había pensado…algo así…emmm…- lo suelto tan deprisa que las palabras se entrelazan entre ellas – ¿Creesquepodríastraertambiénaquíadosamigos?

-Veo que tu amiga Cris te conoce maravillosamente bien, durante los tres días que has dormido ya nos puso en aviso, sabía que pedirías a Ana y a Javi aquí a cambio de ayudarnos.- Me quedo estupefacta. ¿Ya están aquí?-Creo que sí que podría traernos -oh, no, no están aquí- pero primero tendrás que demostrarme hasta que punto vas a sernos valida – ¿Qué quiere decir con eso?- Entiéndeme, podrías trabajar en la cocina, o ayudando a Cris con los problemillas más fáciles, pero esos trabajos no requieren de una persona especifica… y mucho menos traen una recompensa… ¿lo pillas?

-Lo pillo, lo pillo – Si quiero a Ana y a Javi aquí voy a tener que demostrar lo que valgo, y eso es un problema, porque no sé qué puedo hacer yo para ayudar que no pueda hacer cualquier otro… -Noto como Javi me mira y casi como me lee la mente.

-Valor, querida, tú tienes valor.

-Ah…vale- Y ya no sé que más decir. Me quedo muda.

-Necesitas dormir un poco más, sigues pareciendo un zombi. Descansa. Ah! Y es una orden- Sale por la puerta cerrándola él.

Me tiro sobre la cama deseando ahora que me volviesen a inyectar la morfina. No me vendría nada mal. Pero no tardo en dormirme, estoy tan cansada y saturada que el sueño no tarda mucho en llegar.

Capítulo 4

Era la primera vez que rompía las reglas dentro del nuevo régimen. Javi había traído una botella (nada más y nada menos) de tequila. Seguramente comprada en algún mercado negro que en ese momento desconocía.

Javi se había convertido en un gran amigo. Cosa que jamás hubiera imaginado. En el último mes, el primero de reclusión en el Gran Núcleo habíamos pasado todo el tiempo posible juntos. Me consolaba mucho tenerle cerca y empezaba a ver que detrás de esa imagen de Casanova había un gran corazón. Me apenaba pensar que en cualquier otra circunstancia jamás hubiera conocido esa parte de su persona. Con él era fácil ser yo misma, era fácil no querer gritar o si quería hacerlo, podía pues Javi jamás me reprimía. Podía llorar también. Era todo fantástico. Llegó a ser muy importante para mí en muy poco tiempo, aunque quizá, por miedo en muchas ocasiones, yo no quería aceptarlo.

Esa noche ambos bebíamos chupitos en mi habitación mientras hablábamos de todo un poco y de nada en general. Recuerdo que solía quedarme mirando fijamente durante largos ratos a sus enormes ojos azules. Me transmitían mucha sinceridad y en ocasiones, lo que su voz no se atrevía a decir. Sabía que una parte de él aun me deseaba gracias a la intensidad con la que su mirada me recorría. Y empezaba a no molestarme esa situación. De hecho, de algún modo, empezaba a desearle yo a él también. No es que comenzara a gustarme como pareja ni nada por el estilo. Pero en determinadas ocasiones un fuego crecía en mi interior que no me dejaba más opción que la de maravillarme con sus músculos, sus ojos y su sensual voz.

Javi era realmente atractivo: su pelo oscuro alborotado, sus ojos azul intenso que hacían de su mirada un mundo de intriga y provocación, su curtido cuerpo. El roce contra su piel en un abrazo era lo suficientemente devastador en mí como para provocar una reacción en cadena que comenzaba en mi piel y terminaba en mis entrañas. Impresionante.

En ese momento, tenía su rostro a menos de veinte centímetros de mi. Estábamos tirados en la cama, mareados por el alcohol y sin apenas hablar, pues ya poco de lo que conseguíamos decir tenía sentido. Con uno de sus fuertes brazos me recogía hacia él en un gesto totalmente abrumador mientras me acariciaba el antebrazo con esas manos tan suaves. El alcohol, la adrenalina de estar rompiendo las normas y él estaban tan presentes en mi cabeza, que no dudé ni un solo momento al lanzarme sobre su cuerpo. Quedando sentada a horcajadas sobre su estómago.

-¿Qué estás haciendo?

-No lo sé, de verdad que no, pero sí que sé lo que quiero. Y ahora lo que quiero es a ti. – Dije. La ebriedad me hace ser así de sincera y directa. –

-¿En serio? – La expresión que apareció en su cara, en sus fracciones me dejó claro que él quería lo mismo.

El brillo de sus ojos mirándome fijamente fue…¡uff!, no puedo describirlo. Todo mi cuerpo se contrajo al unísono. Incluso creo que mi corazón, durante unos segundos, dejó de latir. Así que muy despacio me fui acercando a sus finos labios, que entonces se encontraban curvados en una media sonrisa expectante. ¡Dios, como disfruté de ese pequeño momento! El primer contacto, tan fresco y cálido al mismo tiempo.

¡Uff!, me despierto de la cama del que ha sido mi «hogar» durante los últimos seis meses totalmente desubicada Todo ha sido tan rápido. La tormenta en diciembre. La proclama de Jara en Enero. La llegada al gran núcleo en febrero y en abril mi «muerte» figurada de cara a los perros. Seis meses tan largos y cortos como jamás hubiera imaginado encerrada en los sótanos de una antigua fábrica, formando parte de la reyerta oculta que se está congregando para atacar. Cada día llegan personas nuevas, somos unas doscientas aquí abajo, pero hay muchas más escondidas por otros lugares. Rafa, el hijo de los Ginés, es quien está encargando de la comunicación entre unos y otros. Por su puesto privilegiado puede hacer lo que le dé la gana, salir y entrar al Gran Núcleo cada vez que quiera. Al final sí que era cierto que es sobrino de Jara.

En cuanto a mí, aún no tengo nada claro que es lo que se supone que tengo que hacer. Me han enseñado a disparar varios tipos de armas de fuego. Todos los días me obligan a entrenar mi cuerpo físicamente durante horas en «el gimnasio» si es que se le puede llamar así. Tengo el culo tan duro que si Javi lo viera le daba un ataque… casi tan duro como el suyo. Además, también he aprendido a camuflarme, a crear granadas, a pelear con palos y por si fuera poco Kiko está empeñado en convertirme en algo así como una licenciada de la estrategia No puedo decir que me queje en absoluto de todo esto. De hecho me siento cada día más poderosa…y sexy. Pero tengo ganas de que me manden a hacer lo que sea que tenga que hacer para que me traigan a Ana y a Javi. Después de seis meses es en todo lo que puedo pensar. Me aterra el pensar cómo lo estarán pasando, si habrá corrido el rumor de mi muerte con los perros o si sólo piensan que estoy desaparecida (lo cual es casi peor).

Me sorprende el asalto de Kiko en mi habitación en plena noche por que la pesadilla que estaba teniendo era aterradora.

Soñaba con que era la única que podía acabar con el dominio de Jara y que para ello tenía que matar a Mario, y que él tenía órdenes explicitas de matarme. Le miré a los ojos y ya no sentía nada por él. Sólo odio. Notaba como el mismo odio recorría todos sus nervios. Aferraba en su mano una pistola con la cual me apuntaba directamente a la cabeza. Y yo estaba indefensa a su merced.

La puerta se abre justo cuando en mi sueño el disparo de mi muerte se produce e instintivamente salto en posición de ataque. Kiko se da un buen susto y después me mira totalmente impresionado y se echa a reír.

-¿Qué haces aquí a estas horas joder? ¡Qué susto me has dado!… Tu -primera misión, pequeña.

-¿Qué? ¿Ahora? No jod…

-¿Quieres recuperar a tus amigos o no?

-Sí…eh… claro.

-Bien, tienes que acompañar a unos cuantos. Lo que hoy vais a hacer es relativamente fácil. Sólo tenéis que entrar en el depósito del Gran Núcleo y conseguir varias jeringas de insulina.

-¿De qué?

-Insulina, pequeña, Insulina. Para la diabetes.

-¿Y para qué…?

-No necesito darte explicación alguna de para qué o quién la necesita. Tú simplemente haz lo que te digo. ¿Entendido?

-Emm…

-¿Entendido? – Esta vez levanta la voz una octava y mis oídos adormilados protestan.

-Sí, vale, sí. Lo he entendido. Ir al depósito y conseguir insulina. ¿Cómo lo hacemos?

-Ya te lo explicarán ellos. Te esperan en la puerta del mercado. ¡Rápido!

Cuando llego a las puertas veo a un grupo de unas siete personas, a las cuales sólo conozco de vista, esperándome con cara de malhumorados. Todos van vestidos con la ropa de los perros. Uno de ellos, el que tiene pinta de ser el cabecilla, me señala un montón de ropa apilada en el suelo. Sin decir nada me la pongo. Y cuando estoy lista inician la marcha apenas sin hablar. No sé por qué, pero no parecen muy contentos de que les acompañe. Hay un par de chicas a las que intento acercarme, sin embargo pronto me doy cuenta de que ellas están igual de descontentas que el resto.

-Mira no sé qué estás haciendo aquí, ni por qué Kiko te manda con nosotros, pero si por tu culpa nos pillan, juro que si no te matan ellos lo haré yo misma. – Esto ya es demasiado para mí, llevo mucho tiempo controlando mis nervios y mi carácter.

-Tranquila gatita, esconde las uñas y preocúpate porque no te pillen a ti, porque entonces yo no tendré la clemencia suficiente para matarte…-¡Oh…! ¿Eso lo he dicho yo?…

Justo cuando ella empieza a cuadrarse de hombros y yo a acojonarme el tío que tiene pinta de cabecilla se acerca y nos separa de una forma muy convincente y sin mediar palabra. La verdad que el tío tiene cara de rata. Continuamos hasta llegar a los túneles del metro por donde accedemos a la red más fácil para atravesar la ciudad sin ser vistos.

El alba está empezando a despuntar cuando volvemos a los túneles con la insulina. La verdad es que ha sido un trabajo realmente fácil en el que no he tenido que hacer nada. Cuando creo que ya llevamos más de la mitad del camino de vuelta recorrido escuchamos voces a la izquierda. Todos sacan armas de sus uniformes. Yo no tengo ninguna. ¿Qué esperaban, que me defienda lanzando piedras? Empiezan a sonar disparos desde todas partes, los túneles se iluminan discontinuamente y oigo a varias personas gritar y caer. Una de ellas es la chica con la que he tenido el altercado. El grupo se deshace y yo me quedo bloqueada sin saber hacia dónde correr. Los perros empiezan a aparecer de todas partes, estamos acorralados. Me lanzo al suelo y le robo la pistola a la chica que parece estar agonizando pues una bala le ha alcanzado en el estomago. Disparo un par de veces hacia donde creo que es adelante. Y oigo gritos. He acertado. Me levanto muy deprisa y veo que por detrás tengo a tres perros y sólo uno por delante. Dos de mis compañeros están heridos en el suelo, la chica y el cara de rata. Uno parece estar muerto. El resto ha salido corriendo antes de que nos rodearan. Disparo un par de veces al que tengo delante pero no consigo darle. El de la cara de rata está intentando erguirse en vano, pero no ha soltado la pistola y ha podido dar a dos de los perros. ¡Madre mía!… Empiezo a ver una solución, si consigo darle a uno de ellos podré salir corriendo hacia el lado opuesto, pero no me da tiempo. Una granada suena y lanza contra la pared al perro que tenía detrás. La chica empieza a gritar como una loca, cuando la miro veo que un trozo de metralla se le ha incrustado en el pecho. Busco a cara de rata, pero ha desaparecido. Creo que la granada la ha lanzado él y ha aprovechado para salir por patas. Por lo que sólo quedamos uno de los perros y yo. Como no hay mucha luz no lo veo venir y el perro me lanza algo así como una patada voladora haciendo que mi arma sale volando por los aires y tirándome al suelo. Otra vez estoy al borde de la muerte. ¡¡¡Joder!!! ¿De verdad Kiko pensaba que yo podría hacer algo contra los malditos bulldogs éstos? Creo que el perro no sabe exactamente donde he caído porque durante unos instantes no pasa nada. Entonces lanza una bengala y veo un arma que tengo a menos de dos palmos y le veo a él. Él me ve. ¡¡¡MALDITA SEA MI MALA SUERTE!!! Nos miramos fijamente, y yo, como en mi sueño, estoy totalmente desarmada a merced de mi oponente mientras él me apunta con una pistola directamente a la cabeza. Pero al contrario que en mi sueño no quiero, no voy a morir hoy. Giro sobre mi cuerpo para poder alcanzar la pistola al mismo tiempo que él dispara la suya. ¡¡¡Mario me ha disparado!!! Cuando consigo alcanzar mi objetivo lo agarro con fuera y le apunto directamente al corazón. Estoy muerta de miedo, de nervios y de ansiedad y él lo nota.

-¿Vas a dispararme Angy? ¿A mí?

-Joder, igual que tú has hecho. – Le digo sin poder evitar elevar mi voz al tono que solo los perros pueden oír. Nunca mejor pensado.

-¿Podrás vivir con ello? ¿Podrás vivir sabiendo que me has matado? ¡Venga ya! Sabes que no. – Es ese tono de arrogancia el que me aporta todo el valor que necesito.

Sin pensarlo dos veces le apunto al muslo y disparo, sólo tengo unos segundos para salir corriendo por delante de sus narices. Lo oigo gritar y gemir. ¡Joder, le he disparado! Fin de la bonita historia de amor que jamás tuvo lugar. Fin de todo. Me odia y ahora con más motivos.

Continúo corriendo por un buen rato hasta que por fin me choco contra el tío con cara de rata. Por lo menos él sabe cómo llegar a la fábrica. Cuando lo hacemos me doy cuenta de que no tengo ni puñetera idea de dónde está la insulina y que eso va a cabrear mucho a Kiko. «Lo que hoy vais a hacer es relativamente fácil» Imito su voz en mi cabeza… ¡¡¡LOS COJONES FÁCIL!!!

Capítulo 5

Ella ha salido corriendo, y yo detrás de ella. Tengo que detenerla, pero mi maldita pierna no para de sangrar. ¡La muy zorra me ha disparado!¡Como si yo no hubiera calculado el ángulo de desviación cuando disparé hacia su cabeza para no acertar! ¡Soy idiota! ¡Soy un capullo, que se ha pasado la vida en la friendzone para que ahora ella coja y me dispare! Javi tenía razón, no es más que una maldita calienta braguetas que se pasaba la vida haciéndome carantoñas mientras se liaba con otros. ¡Como si no fuera suficiente tener que verla tontear con él! Aún recuerdo el maldito día en que me enteré de su relación con Lucas…

Era una tarde de Julio, poco después de selectividad y estábamos tomando unas birras en el antro de turno. Manu parecía ido. Y entre unos y otros conseguimos sacarle la verdad, llevaba horas pensando en ella. Resulta que habían estado quedando durante meses, y él no quería nada serio, aunque al parecer ella sí. ¡¡¡Lo hubiera matado en ese mismo momento!!! Visualicé de una forma muy real cómo podría arrancarle la cabeza en unos sencillos pasos. El monstruo de mi interior gritaba. Gritaba muy alto. Y mi cara debía de ser todo un poema pues recuerdo que Javi me dio un pisotón muy poco merecido para calmarme. Él me conocía tan bien… Pensábamos casi igual en muchas cosas, éramos como un dos en uno. Quizá por eso a él también le gustaba Angy. Pero a él se lo perdonaba, siempre y cuando no pasara nada entre ellos. El caso es que después de un tiempo descubrimos que Angy jamás había querido nada serio con Manu, sólo fueron diversos calentones post-alcohol. O eso le dijo ella a Manu. El pobre se quedó destrozado. Y yo me sentí Victorioso. Fue entonces cuando Javi hizo su sentencia:

-Tío, y ¿No será que es un poco putón la chica?

-Como si tu nunca hubieras tenido una chica comodín para tus calentones ocasionales.

-Ya, pero…no sé, Lucas me contó algo…no sé si debería decírtelo – Su ceño fruncido me indicaba que ni yo sabía si quería saberlo.

-Bueno dímelo, de todas formas, no creo que pueda ser peor…

-Al parecer, Manu sólo era el comodín de repuesto.

-¿Qué quieres decir?

-Pueees…-dudó un momento- Al parecer, ella con quien sí estaba teniendo…emmm, digamos relaciones más profundas era con…Lucas.

-¿Lucas? ¿Lucas el catalán? – No sé porque no me sorprendía.

Ese día no pude dormir muy bien, la verdad es que no tenía ninguna relación con Lucas, al vivir en un pueblo pequeño era imposible no conocerlo, pero el caso es que jamás había tenido relación. Lo único que conocía sobre él es que era un Casanova, que todas las tías estaban locas con su cuerpo y que tenía a aquella que quisiera.

Creo que por eso me molestó tanto. Y desde entonces, jamás pude mirarla con los mismos ojos. Nunca dejé de quererla, pero ya no podía verla como antes. Nuestra relación se fue deteriorando. Ya no teníamos clases juntos, ni pasábamos las tardes muertas viendo la tele en mi casa. Éramos amigos, pero ya no éramos los mejores amigos. Cuando nos veíamos yo sólo podía tontear un poco, pues ya no la veía como una amiga, sino como una mujer. Una mujer que según sus propios principio sólo me hubiera utilizado para usar y tirar. Así que no intenté nada más allá de lo que sabía que ella quería. Pero ella jamás me demostró que quisiera nada. Recuerdo la noche en que apunto estuve de lanzarme a su cuello. Y como la cagué años más tarde diciéndole que yo ya sabía que había perdido cualquier oportunidad con ella. Se cabreó mucho, no sé por qué. Y justo después, desapareció con Manu. ¡¡Bien hecho amigo, algún día te mataré!! Y por si fuera poco, Javi aprovecho mi distanciamiento para empezar una carrera a contra reloj para acercarse a ella. He de decir que sus métodos fueron un tanto más vulgares yo lo hubiera llamado acoso. La llamaba borracha, le tiraba los trastos. Veía en ella un mero trofeo. Y eso me molestaba. No es que yo hiciera las cosas mucho mejor, pero jamás le ofrecí sexo descaradamente ni le agobié con mensajes subidos de tono. Igual ese fue mi fallo ¿Quién sabe? Y después de todo eso vino lo peor…la maldita tormenta de los cojones. No supe de ella hasta hace unos meses cuando la vi en la calle, después de que los milicianos me encontraran escondido con otros en una cueva y nos obligarán a formarnos como parte del ejercito de Jara. El día que llegué al Gran Núcleo. Mientras nos mostraban todo lo que había que saber. La vi, en una esquina. Me miró incluso con asco. ¡¡¡Quise morir de la rabia!!! Meses pensando que podía estar muerta y cuando me la encuentro me mira como quien está observando un calcetín sudado. Horas después, en mi primera ronda me la encuentro nada más y nada menos que en pijama (el cual le quedaba muy sexy) fumando tranquilamente un cigarro en medio de las calles del Gran Núcleo. ¡¡¡Maldita suicida!!! Y poco pude hacer para que uno de los que hacían ronda conmigo no le diera un buen golpe en la cabeza. ¿Estaba muerta? ¡Joder, quise matar al capullo ese! La dejaron tendida en el suelo con todos los cigarros desperdigados, para que todo el mundo pudiese ver lo que les pasaba a los que infringían las normas. Las lágrimas rebosaban en mis ojos. Y simplemente me fui, la dejé ahí en el suelo tendida reprimiendo el impulso de ir corriendo a abrazarla. A intentar reanimarla. Se había ido y no había nada que pudiera hacer.

En ese momento juré que me vengaría, no sabía ni cómo ni cuándo, pero lo haría. Pagarían por esto. Todos ellos, así tuviera que gastar mi último aliento para conseguirlo.

Durante los meses siguientes pude saber que Javi estaba también en el Gran Núcleo, al igual que Ana, la amiga de Angy. Supongo que Javi achacaría mi llegada a la muerte de Angy así que jamás intenté ponerme en contacto con él. Fueron malos meses pero lo peor estaba por llegar porque aquí me encuentro, con un disparo en la pierna asestado por la revivida mujer de mi vida. Una mujer que al parecer me odia y aborrece. No sé si estoy soñando, pues cuando salimos a la luz del día veo como ella corre hacia las puertas de una gran fábrica abandonada (que han estado usando como mercado clandestino gracias a los favores a Jara) donde Javi la espera con los brazos abiertos. Se funden en un beso tierno y muy alargado. ¡¡¡Demasiado!!! Corro también detrás de ellos, pero un tío que no he visto venir con cara de rata me asesta un golpe en el estomago y me tumba en el suelo.

-Quieto colega. ¿Te has perdido?

-Eh, Javi, Al final has conseguido tu carnaza ¿eh? -Río entre dientes, estoy ansioso y la verdad, acojonado. – Qué poco me has respetado ¿no?

-Venga ya tío, estabas desaparecido, y cuando supimos de ti, estabas con los perros. – Javi se escusa con muy poca veracidad.

-¡Porque me obligaron!¡Me iban a matar de lo contrario!

-¿Por eso me disparaste en la cabeza, no?- Es Angy la que habla. La pobre está temblando. El tono de sus palabras sube una octava. Está histérica.

-No quería acertar, sólo que pareciera que quería.

-Venga ya. – Las lágrimas recorren su tierna cara. Javi la abraza con más fuera.

-¿Qué coño está pasando? – Alguien detrás de ellos habla, es un tío de unos cincuenta años. Es acojonante.

-Nos han encontrado y disparado. Hemos tenido por lo menos tres bajas, y este nos ha seguido. – Habla el que me ha golpeado en el estomago.

-¿Y lo conocéis?

-Sí- Era nuestro amigo- Responde Javi.

-Vaya muchacho, tienes suerte.

-¿Suerte? ¿De qué? ¿De que me vayan a matar mis antiguos mejores amigos? ¿De verlos juntos y enamorados?…

Capítulo 6

«I confess I’ve lost control,
I let my guard down,
I let the truth out.
Oh I confess I’ve lost control,
I let my guard down,
I let the truth out.»
(Garbage)

Suena el despertador, hora de empezar otro día gris de trabajo en el Gran Núcleo, otro día más. Me visto con mi uniforme, aún recuerdo como los aborrecía Angy. Recuerdo que siempre decía: «No sé en qué pensaban los que lo diseñaron, porque son realmente feos e incómodos». Mi pequeña inconformista, Angy. La chica que odiaba todo lo que le rodeaba, todo lo que estaba a su alrededor, ya fuese malo o bueno. Odiosa como ella sola, Angy. Y ahora, ahora ya no está. Desaparecida durante meses ¿muerta? La última vez que la vi fue saliendo de mi cama, y no me comporté muy bien con ella. El mismo día que Mario apareció en el Gran Núcleo entre las filas de los milicianos. Ya no está…

Salgo de mi habitación, «los cuchitriles» de Angy. No hay algo en este lugar que no me recuerde a ella. Me dirijo hacia el comedor. Como un par de naranjas y otra vez recuerdo su voz: «Vaya mierda de Naranjas». No consigo reprimir las lágrimas y tengo que salir corriendo de allí para que nadie me vea. No me gusta que me vean llorar.

Cuando salgo a la calle me encuentro con Ana, la amiga de Angy. Está con otro chico, no mucho mayor que nosotros. Quizá unos 26. Están cogidos de la mano.

-Javi, antes de que te vuelvas loco, debes comprender que no podíamos decirte la verdad, no hasta ahora…- Ana duda al hablar, incluso se le traban algunas palabras.

-¿La verdad, sobre qué?- pregunto.

-Angy…- ¿Es que nadie comprende que no necesito saber si está viva o muerta? No quiero saberlo. Porque si está muerta…yo…yo…

-No quiero saberlo…

-Está aquí, Javi. En el Gran Núcleo, siempre ha estado aquí. Pero tenía que estar oculta. Los perros la daban por…

-¿Los perros?

-Los milicianos la daban por muerta. La encontraron hace unos meses tendida en el suelo con un montón de cigarros que había comprado en el mercado negro a su alrededor y con un buen golpe en la cabeza.

-¿Qué? – Me quedo estupefacto.

-Lo has oído bien. Y ahora, Javi ¿Vienes con nosotros o…?

-Voy – Le cortó- No necesito escuchar nada más, voy con vosotros.

-Bien.

No tardo ni cinco minutos en recoger todas mis cosas, guardarlas en una bolsa de deporte vieja y en bajar las escaleras tan rápido que tropiezo en varias ocasiones. Cuando llego abajo Ana me presenta al otro tipo, se llama Rafa y es uno de los altos cargos del lugar a donde voy.

Llegamos a una fábrica, donde hay muchas personas, no me lo esperaba. Y al parecer hay más en otros lugares. Todos dados por muertos o desaparecidos para el nuevo régimen. Me presentan a un montón de gente. Kiko es el «líder», un tío realmente acojonante. Angy está en alguna misión, supuestamente fácil y segura. No tardará mucho en llegar. Todos acceden un poco más en la oscuridad de la fábrica y yo me quedo donde estoy. Ya me estarán buscando y ahora comienza mi juego del escondite.

De pronto veo a Angy salir de un túnel del metro, corriendo como loca junto a otro tío con cara rara. Ella viene hacia mí, extiendo los brazos y una gran sonrisa se forma en mi cara, está viva, está viva… ¡ESTA VIVA! El impacto de su cuerpo con el mío es genial. La beso y le susurro en el oído que la quiero, ella me devuelve el beso más apasionado que jamás me ha dado.

Es entonces cuando el tío con cara rara, que se había quedado más rezagado intercepta a un miliciano que les estaba siguiendo. Le suelta un buen mamporro en el estomago. ¡¡¡Au!!! Eso ha debido doler. Cuando me fijo en la cara de dolor del otro tipo me doy cuenta de que es Mario. Abro bien los ojos, no me lo puedo creer. El de la cara rara le pregunta algo que no entiendo y él responde mirándome a mí con la voz muy alta pero entre jadeos:

-Eh, Javi, Al final has conseguido tu carnaza ¿eh? – ¡¡Será subnormal!! – Qué poco me has respetado ¿no?

-Venga ya tío, estabas desaparecido – digo esto de forma que no sé por qué suena a disculpa. No, no quiero disculparme – Y cuando supimos de ti, estabas con los perros. – Le espeto.

-¡Porque me obligaron!¡Me iban a matar de lo contrario! – Parece que dice la verdad, pero dudo. Sus ojos dicen que no miente. Conozco su mirada. Pero no quiero, no quiero creerle…el intentó matar a Angy, la dio por muerta… Henry Louis Mencken dijo «Todo hombre normal se tiene que sentir tentado a veces, de escupir en sus propias manos, levantar la bandera negra… y comenzar a cortar gargantas» y eso es lo que quiero hacer.

-Por eso me disparaste en la cabeza, ¿no?

Cuando Angy hace esta pregunta, instintivamente la acerco a mi cuerpo mientras aprieto los nudillos muy fuerte. Podría matar a Mario, podría hacerlo y creo que me dejarían hacerlo. Pierdo la concentración durante unos segundos y cuando vuelvo, es Kiko quien está hablando.

-Vaya muchacho, tienes suerte… no acostumbro a matar amigos de mis amigos.

-No es mi amigo. – Hablo con voz queda, no sé si estoy seguro de lo que digo. Angy me mira. Su cara es de confusión. No logro entender.

-Creo que podremos interrogarle. Ratón, ayúdame a llevarlo abajo – toma aire y nos mira a Angy y a mi- Ya veremos lo que hacemos después.

No puedo creerme que la tenga entre mis brazos, no puedo creerlo. Estamos en la cama abrazándonos Ella acaricia suavemente mi antebrazo. Me encanta, me relaja y… y no puedo reprimir mi impulso de lanzarme encima de ella y besarle. Besarle como si fuera la primera última vez que lo hago. Infinidad de recuerdos recorren mi mente a una velocidad de vértigo…

Las noches de verbena… su mirada lejana… el primer beso… como ella adoraba a Mario… como se hizo mía… las llamadas a las siete de la mañana… El deseo que sólo ella me provoca… ella hablando con Mario…

La beso más intensamente, reclamando lo que ahora es mío, lo que nadie me va a quitar…

La sensación de no poder hacer nada con ella… de saber que jamás sería mía…creer que me odiaba… su piel rozando la mía…

Le arranco la camiseta y me quito la mía…

Creer que había muerto… su vestido nuevo azul con la espalda descubierta…su forma de bailar… Mario llorando por ella…

La abrazo fuerte, no puedo perderle…

Todas las noches que vino a mí… Su olor, su risa, su respiración entrecortada, su pelo,

Dejo de pensar y me dejo ir.

Cuando me despierto ella me mira absorta. Parece feliz.

-¿Hoy también te irás?

-No, hoy creo que dormiré contigo… ¿sabes qué?- Duda…- Creo que estoy enamorada…

-MARIO. HARÉ LO QUE ME DIGAS..

-Ya he contado esta historia infinidad de veces.

-A ver chico ¿Dices que no tienes ni quieres tener nada que ver con los perros?

-Sí.

-¿Pero eras uno de ellos?

-Sí.

-¿Por qué?

-Porque me obligaron.

-¿Por eso intentaste matar a Angy, dos veces?

-Jamás intenté matarla. La primera vez no fui yo, sólo estaba allí y cuando creía que la habían matado no tuve más opción que huir. La segunda vez apunté mal a propósito. ¿Por qué es Angy tan importante?

-Las preguntas las hago yo. ¿Cómo les descubristéis esta mañana?

-Alguien de guardia escuchó ruidos en la sección de enfermería. Nos limitamos a seguirles y a acorralarles cuando nos fue posible.

-¿Quién más sabe que hemos sido nosotros?

-Nadie que esté vivo.

-¿Has visto a Jara alguna vez en persona?

-No ¿Qué más dará eso?

-Da y mucho.

-¿Dónde guardan las armas?

-En el pabellón A.

-¿Sabrías llegar hasta ellas?

-Sí.

-Quieres hacernos un favor y demostrar que estás con nosotros?

-Sí.

-Consígueme armas, tantas como puedas, y trae insulina. Tienes veinticuatro horas a partir de ya.

Ojalá Angy pueda perdonarme. Ojalá algún día pueda entenderme. Ojalá esto sirva de algo.

ANGY..MIL VECES MIERDA.

-No, hoy creo que dormiré contigo… ¿sabes qué?- Duda…- Creo que estoy enamorada…

Llaman a la puerta. Me visto rápidamente mientras Javi busca sus tejanos. Cuando por fin logra ponérselos abro y es Kiko el que espera.

-He enviado al chico a por la insulina que tú no pudiste traerme y a por armas. Le he dado un plazo de veinticuatro horas. Si vuelve demostrará que vale la pena que se quede. Si no, estará muerto y me dará igual.

-¿Pero y si les cuenta a los perros todo lo que ha visto aquí?- Es Javi el que pregunta. Yo estoy abochornada. ¿Cómo que si muere le dará igual?

-Si le pillan no le dejarán vivir. Él sabe que existimos y Jara no permitiría que nadie pudiera poner en duda su ley.

-Pero… – no sé bien que decir- eso, eso es cruel…-elevo mi tono de voz al ultrasonido.

-El quiso matarte Angy- Javi parece descolocado. Discutiremos por esto, lo sé.

-De hecho el asegura que no fue así, dice que la quiere y que solo intentaba salvarla…

-¿Pareciendo que intentaba matarme? ¿Por qué?

-Ya te lo he dicho, te quiere…

¿Que Mario me quiere? Estoy sintiendo un ictus cerebral. O algo. No sé. ¿En serio? ¿Y por qué me siento así? Yo, yo estaba declarándome a Javi…y ahora…¡¡¡MIERDA!!!

Capítulo 7

-A ver chico ¿Dices que no querías tener nada que ver con los perros?

-Sí.

-¿Pero eras uno de ellos?

-Sí.

-¿Por qué?

-Porque me obligaron.

-¿Por eso intentaste matar a Angy, dos veces?

-Jamás intenté matarla. La primera vez no fui yo, sólo estaba allí y cuando creía que la habían matado no tuve más opción que huir. La segunda vez apunté mal a propósito. ¿Por qué es Angy tan importante?

-Las preguntas las hago yo. ¿Cómo les descubristeis esta mañana?

-Alguien de guardia escuchó ruidos. Nos limitamos a seguirles y a acorralarles cuando nos fue posible.

-¿Quién más sabe que hemos sido nosotros?

-Nadie que esté vivo.

-¿Has visto a Jara alguna vez en persona?

-No ¿Qué más da eso?

-Mucho.

-¿Dónde guardan las armas?

-En la sección A. Junto a las a la enfermería. Pero eso tú ya lo sabes, ¿verdad?

-No es asunto tuyo ¿Sabes llegar hasta ellas?

-Sí.

-¿Quieres hacernos un favor para que me piense si te dejo con vida?

-¿Tengo alguna opción?

-No

-Consígueme armas, tantas como puedas, y trae insulina. Ahora.

Creo que dormiré con Javi, lo merece. Y quiero hacerlo. ¿Por qué no? Estoy genial en sus brazos, apoyada en su pecho. Me siento bien.

Llaman a la puerta. Me visto rápidamente mientras Javi busca sus tejanos. Cuando por fin logra ponérselos abro y es Kiko el que espera.

-He enviado al chico a por la insulina que tú no pudiste traerme y a por armas. Si vuelve demostrará que vale la pena que se quede. Si no, estará muerto y me dará igual.

-¿Pero y si les cuenta a los perros todo lo que ha visto aquí?- Es Javi el que pregunta. Yo estoy en shock ¿Cómo que si muere le dará igual?

-Si le pillan estará muerto en cuestión de segundos. Jara sabe que existimos y no permitiría que nadie pudiera poner en duda su ley.

-Pero… lo has mandado al SUICIDIO…- elevo mi tono de voz al ultrasonido.

-El quiso matarte Angy, deja de preocuparte.

Noto que me mareo, que se me encoge el estomago y poco a poco pierdo la visión, creo que me estoy desmayando…

Mario lleva toda la noche ido, totalmente ido. Mirando al cielo como un pánfilo. ¿Tendrá el valor de venir a hablar conmigo o tendré que hacerlo yo como siempre?

La verdad es que no estoy haciendo ni caso a lo que hablan Cris y Ana. Me importa poco si las uñas de porcelana son mejor o peor que las de gel.

Me doy cuenta que Javi y Mario están un poco distantes. ¿Será por mi culpa? Mario no debería estar celoso. Javi sólo es un amigo que me cae bien y al que yo…bueno, es igual. Mientras Mario no parece ni darse cuenta de lo que hago o no, Javi no ha dejado de mirarme en toda la noche. ¿Podría darle una oportunidad a Javi? No, la verdad es que como «hombre» deja bastante que desear. Como amigo…bueno, está bien. Pero nada más. Juego con la pajita de mi cubata inconscientemente.

Cris y Ana siguen debatiendo sobre como cortarse el pelo para estar más monas este verano ¡¡¡Son el eterno cliché femenino!!! Aun así las adoro. Si no fuera por ellas mi sentido de la moda sería nulo.

-Angy, Angy…- Es Ana- Tierra llamando a Angy ¿Me recibes?

-Sí claro, ¿qué pasa? ¿En qué piensas? ¡¡¡Deja de mirarle y haz algo!!!

-Eh, no…qué va, yo estaba pensando que no te deberías cortar el pelo…te queda muy bien así.

-Ya claro, estabas pensando en mi pelo mientras no pierdes ojo de Mario.
Ya, ya.- Es Cris.

-¿Y tú como sabes lo de Mario?

-Si yo ya lo sabía, yo lo sabía desde siempre – Ella es así.

-Ya…

Veo que Mario da grandes tragos a su cerveza. Va a por otra. Quizá pueda aprovechar el momento para hablar con él…

-Suerte… – Ana me güiña un ojo.

-Que te den…

Hablamos un poco, pero nada. Lo más que he conseguido ha sido un leve roce y él ni se ha inmutado. ¡Qué rabia!

Voy con mis amigas, no se crean que estoy ligando…

No les hagas caso y démosles de su propia medicina- Me alejo riendo…

No me gusta que sea tan evidente que voy detrás de él. Ya tienen suficientes cosas de las que hablar sobre mí. ¡¡¡Faltaría!!! Además, no sé como protegería mi autoestima si todo el mundo supiera que estoy colada de un tío que ni me mira. Lo siento, pero mi ego y yo no estamos dispuestos a pasar por ahí también.

Despierto, creo que horas más tarde, y comienzo mi propio rezo diario…

Soy Angy. Una superviviente del 21-D, tengo 23 años. Después de la tormenta solar y del fallo eléctrico fui obligada a dejar mi casa, mi hogar y me arrastraron hacia la nueva capital del país. Todo el mundo evita las referencias al pasado por lo que ahora se conoce como el Gran Núcleo. El gobierno calló casi tan pronto como se dio por finalizada la búsqueda de supervivientes. Jara se proclamó líder después de que todos los ministros, diputados y demás políticos desaparecieran. Supongo que algunos estarán muertos, otros estarán escondidos.

El culmen de Jara en su introducción al poder fue cuando el ejército se le declaró aliado. La reyerta no duró más de dos semanas. Hubo más muertes además de los muchos que no sobrevivieron al fallo eléctrico, a las guerras callejeras, al hambre y a la penuria. Otros tantos cayeron defendiendo lo poco que tenían. El mundo estaba enfurecido, deseoso de acabar con Jara. El problema fue que también estaban desnutridos, desprovistos de hogares salubres y de armamento así que no fue difícil acabar con ellos y con todas sus familias. Después de eso ya nadie se atrevió a plantar cara. Entonces vinieron y nos llevaron, cualquier persona sana y en edad de trabajar fue obligada a rendirse ante el nuevo régimen. A trabajar para ellos.

Hace meses fui rescatada por los sublevados después de que los perros y Mario me dieran por muerta. Durante muchos meses estuve desaparecida, Ana sabía la verdad gracias al hijo de los Jara, pero Javi pasó mucho tiempo pensando que había muerto. Ayer me mandaron a robar la insulina ambos fueron traídos al centro clandestino bajo tierra que dirige Kiko. Me he reencontrado con Mario, el cual ha fingido dispararme y después me ha perseguido para saber dónde me escondía y cómo me podía ayudar. Los hombres de Kiko lo han capturado y enviado a una muerte casi segura.

Decido que no voy a dejar que Mario vaya solo así que salgo de la cama de Javi,. Me odiará de por vida, apenas nos hemos reencontrado y ya me voy. No lo pienso más. Consigo no despertarle. Le dejo una nota.

«Este adiós no maquilla un hasta luego, este nunca no esconde un ojalá, esta ceniza no juega con fuego, este ciego no mira para atrás.»
Joaquin Sabina, Nos sobran los motivos.

Salgo al exterior y vuelvo a los pasadizos del metro, ayer corría para salir y hoy entro voluntariamente a sabiendas de que puede que no vuelva. Mario me lleva ya algo de ventaja y yo me pierdo con facilidad, así que paso largo rato tratando de orientarme en cada bifurcación. Finalmente reconozco algunos lugares, las indicaciones que antes se usaban para los empleados de mantenimiento supongo. Es una especie de mapa, ayer no lo vi, lo cual quiere decir que me he equivocado y que no estoy en el camino correcto. El lugar donde me dirijo, debe de estar en lo que antes era «Puerta del Sol» así que busco la ruta más cercana y comienzo a correr. Cuando llevo casi dos horas dentro de los túneles y creo que ya estamos llegando escucho un tiroteo encima de mi cabeza. Esa es la señal, he llegado y Mario también. Lo que no sé es si estará vivo.

Subo las escaleras y la estampa es sobrecogedora, Mario lleva una escopeta en una mano y otras dos en la espalda. Nadie me ha visto aun, pero Mario corre hacia donde estoy, supongo que intentando escapar, así que salto abajo de nuevo justo en el momento que escucho un disparo y un golpe seco contra el suelo. Todo se oscurece ¡NO, NO, NO! Me quedo helada. Totalmente en shock. La sangre empieza a gotear y oigo risas y voces. No puede ser, estoy soñando. La luz vuelve a aparecer entre la boca de las escaleras y oigo otro ruido, como un deslizamiento seguido de otro que me indica que han lanzado algo. El cuerpo de Mario se estrella ensangrentado a mis píes. Rígido e inmóvil. La trampilla se cierra y nadie me ha visto.

Sigo en shock. No sé si lanzarme hacia él o salir corriendo. Noto como las rodillas me tiemblan y me vence la gravedad. Caigo al suelo arrodillada frente a él. No me he dado cuenta hasta ese momento de que estoy llorando. Y de pronto un fuego crece en mi tan fuerte y atroz que subo por la escalera, no sé muy bien qué estoy haciendo pero me da igual.

Es un lugar amplio, al parecer construido por Jara. Ayer me quedé abajo esperando así que no conocía este lugar. Todo está en calma. Hay un montón de cajas de medicamentos y en la pared pistolas, rifles, escopetas y demás armas apoyadas. Cojo una magnum 44, típica de películas y compruebo que está cargada.

Doy un rodeo a la zona en busca de insulina. Puede que yo misma pueda clavársela en los ojos a Kiko, él es el culpable de la muerte de Mario. Sólo él. Y me vengaré. Alguien entra por una de las puertas, ni me había fijado que había tantas, por lo menos cinco.

-¿Pequeña, qué estás haciendo tú aquí?- Es Kiko ¿Qué hace él aquí?

-No, ¿Qué haces tú aquí?

-Verás, todos tenemos secretos.

-Empieza a hablar…- Le apunto con la pistola.

-Tranquila, no querrás hacerme daño, ¿verdad?

-Eso es precisamente lo qué quiero. Mario ha muerto, ¡¡HA MUERTO!! Por tu culpa.

-Ha muerto, pero fue él quien decidió venir. Yo sólo ordené que le mataran

– Creo que estoy alucinando. Es otra pesadilla, seguro.

-¿Qué tu qué…? ¿A quién?

-A los perros. Dime, ¿Sabes cuál es el nombre completo de Jara?

-No, no lo sé. Ni me importa ¿Qué tiene eso que ver?- Y entonces caigo, no sé por qué, pero lo tengo claro, él es Jara.

-Tú, TÚUUUU…- mi cuerpo tiembla y yo deseo despertar. Ahora estoy bastante segura de que es una pesadilla.

-Sí querida, la única forma de tener bajo raya a tanto revolucionario es siendo uno de ellos… siendo su líder. Y cuando nadie te ha visto, cuando nadie sabe cómo eres, ni cuál es tu cara… eso es fácil.

-MALDITO HIJO DE…

-¡CALMA! Vas a conseguir que tenga que matarte…

¿Por qué no lo has hecho ya? ¿Por qué me rescataste? ¿Por qué me dejaste vivir cuando podías haberme dejado muerta?

-Verás, hay cosas que no tienen explicación. No eres especial, ni importante. No eres nada. Pero eres guapa… no quería estropear esa bonita cara.

-Eso no explica que me engañaras, que me hicieras creer parte de algo… que me dijeras que me querías entre vosotros.- Mi voz suena más grave de lo normal, pues está empezando a dolerme la garganta de tanto contener los gritos.

-¿Qué clase de líder hubiera sido si no te hubiera hecho creer importante?

-Eres…ERES…- Noto como vuelvo a marearme, no, no, ¡NO! No es momento para desmayarse.

-Soy el líder de los buenos, y el de los malos. Un plan perfecto ¿no te parece?

-¿Y la insulina? ¿Para qué tantos viajes…? – En ese momento caigo en que todavía hay piezas sueltas en el puzle.

-La insulina era para que pensarais que estoy enfermo y débil.

-No te funcionó, CABRÓN…- Avanzo unos pasos hacia él. Aun apuntándole. Pero él saca una beretta 92 (es un tipo de pistola) y me apunta directamente a la cabeza.

-Vamos pequeña, morirías tú primero…

-Puede que tengas razón… – Dudo…

-Bien hecho pequeña…- y me dispara en el hombro derecho haciendo que mi pistola salga disparada.

Grito tan fuerte como puedo, dejando ya salir las lágrimas, el dolor y la frustración. Me tambaleo y caigo al suelo de rodillas, miro la herida, se ve fea. Sangro mucho y eso hace que me maree todavía más. Presiono con fuerza mi hombro y sé que este es mi final. Oigo lejana la risa de Kiko, de Jara. Eso me da fuerzas para reincorporarme. Dejo de presionarme la herida y busco en mis bolsillos. El me mira muerto de la risa.

Encuentro la cajita. Palpo dentro de ella hasta que encuentro una jeringa. La agarro con fuerza y me yergo.

El dolor es terrible. Empiezo a querer morir, me mareo y apenas veo, así que imploro a Mario que si me está viendo desde dónde sea que esté que me ayude. Respiro dos veces mirando a la cara al asesino de Mario, él me devuelve la mirada, ya no parece tan divertido. No sé cómo he conseguido desenfundar la jeringa y menos sé de dónde sale la corriente eléctrica que me impulsa hacia Jara, hacia su cuello. No sé qué extraño poder es el que hace que la aguja vaya directa a él y se clave con total precisión.

Ambos caemos al suelo, al lado de la magnum, la agarro mientras Jara empieza a convulsionar, no sé si la dosis era mortal o no, pero no quiero saberlo. Apunto a su corazón, y disparo. Sin pensarlo dos veces.

Capítulo 8

Me despierto cuando el despertador marca las siete y media de la mañana.

Abro un poco los ojos, la luz ya entra por la ventana. Estoy totalmente desorientada y alterada. Solo ha sido un sueño. Un maldito sueño. Noto como mi corazón quiere escaparse. Quiere salirse por mi boca. Ana me mira cautelosa desde su cama al otro lado de la habitación.

-¿Estás bien? – Pregunta.

-Sí, sólo era una pesadilla. Una muy real. ¿Sabes esas veces que sueñas que eres tú, y luego ya no y luego vuelves a serlo?

-No, la verdad que no. – Me mira y bosteza restándole importancia.

-Joder, he soñado que él se moría.

-¿ÉL? ¿Cómo? – Ahora está realmente interesada.

-Era un mundo futurista, no sé, no había luz, ni móviles, ni facebook, nada. Y un tío loco quería dominar el mundo. Tenía, tenía la misma cara que… que Antonio. Era él quien le mataba.

-¿Y por qué iba Antonio a matarle a él si es casi como de su familia?

-Y yo que sé. Era sólo un sueño…

-¿Qué más pasaba en el sueño?

-Ehh… yo tenía una especie de lío amoroso con Javi.

-¿Con Javi? ¿En serio? ¿Javi? – Empieza a reírse.

-Sí, como lo oyes. – Le lanzo mi almohada en gesto de desaprobación a su risa.

-Estás fatal de la cabeza. Deberías escribir un libro.

-Lo haré… En serio…

Bajamos pronto al hall del hotel, Cris y Marta siguen durmiendo. Así que decidimos ver la ciudad nosotras solas. Paseamos por Roma, desayunamos en la Fontana di Trevi y visitamos la Piazza Navona.

Mientras tanto, mi estúpida cabeza no deja de dar vueltas al sueño. ¿Cómo sería un mundo que se quedase sin electricidad repentinamente? Sin teléfonos ni ordenadores, sin luz…

Solemos pensar que volveríamos a la sociedad del “cara a cara”, que el capitalismo se extinguiría y que viviríamos mejor. Creemos que sería mejor, pero… ¿Realmente lo sería? ¿Cuánto tardarían los más listos en tomar el poder? ¿Cuánto tardarían los más pobres en caer?

-¿Te imaginas un mundo sin electricidad? – Pregunto.

-No acabaría bien…

-Eso mismo pienso yo… no he podido dejar de pensar, seguro que este sueño, que él aparezca, tiene algo que ver con el hecho de que hayamos coincidido en el viaje con él y sus amigos.

-Bueno, eso de que hemos coincidido… en fin, estoy segura de que Cris lo tenía todo planeado, por Javi, ya sabes… Dices que estabas liada en el sueño con él, ¿no?

-Sí.

-Ella te matará.

-No se va a enterar…

Hacemos un descanso en el parque de Villa Borghese, estamos tiradas sobre el césped. Ana ha cogido un panfleto no sé de dónde, lo leo…

«Párate sólo 5 minutos…

Cierra los ojos y dedícate sólo a pensar, a recordar…

Respira hondo, relájate. Deja que todo fluya. Sin más…

Ahora escoge un recuerdo, uno que te haga feliz. No tiene por qué ser el más feliz de tu vida, ni el más importante, solo un recuerdo feliz. Siente como si lo volvieras a vivir y hazlo real dentro de ti…”

Cierro los ojos…

Cuando era una niña que corría por el antiguo callejón que comunicaba las escuelas con un mundo totalmente “Narniano”, con los brazos extendidos cortando el viento, podía trotar largo rato sin cansarme, sin mirar atrás.

El viento azotaba mi cabello semi-recogido con una coleta ya bastante despeinada, pero no importaba…no teníamos que estar perfectos en ningún momento. Vivíamos sumergidos en un mundo de fantasía aparentemente inmortal.

Yo podía ser la princesa guerrera que protegiera el fuerte del malvado marajá, saltando entre las piedras del antiguo castillo… O podía ser una exploradora de las más oscuras selvas, siempre prevenida contra el malvado cazador de animales… Siempre vivamos en busca de secretos ocultos. No importaba quiénes fuéramos o qué quisiéramos ser.

Entonces los colores, las formas y los sonidos tenían connotaciones totalmente distintas. Una piedra podía convertirse en mi arma secreta. El resol que se colaba tras las hojas de los árboles; la llave para abrir la puerta con forma de oso de la cueva escondida… Y durante las horas de clase inventábamos nuevas contraseñas para acceder a los pasadizos secretos del torreón. Y así día tras día…

Entonces, cuando llegaba la noche, cogía un folio en blanco y dibujaba aquellos únicos paraísos iluminados, cargados de color y de formas de vida diferentes. Todo lo que mi cabeza y mi imaginación daban de sí.

Lo malo de esos pensamientos es que continúan vagando entre recuerdos de antaño y algunos más recientes. Protagonistas de mis mejores escenas de niñez retoman sus papeles en el presente, entrelazando momentos felices y no tan felices. Ahora maldigo mis memorias. Le maldigo a él, por ser quien es, por ser como es, por haber estado tanto tiempo a mi lado, por no estar ahora…

¿Por qué hoy?… ¿Por qué no ayer?… ¿O la semana pasada?… ¿Por qué ahora soy capaz de cerrar los ojos y ver tu cara perfecta?… ¿Por qué en este instante puedo escucharte?… ¿Cómo es posible esta sensación hipnótica?… Es como si estuvieras a mi lado…

Como si de un gran amor se hubiera tratado. Te siento extrañamente cerca, ahí en un rinconcito de mi cabeza que parece que hasta este momento haya estado dormido y de pronto alguien o algo lo haya despertado. ¡Puf! Sin previo aviso. No estabas y de pronto apareces como de la nada, con tus ojos siempre llenos de vida, tus dientes alineados, tus finos labios y tu suave piel. En un contexto puramente angelical, como venido del cielo, salido de la nada. Extraviado en mis pensamientos sin un por qué. Sin razón. Simplemente apareces en mi mente y haces que se me corte la respiración. Se me encoge el estómago con solo recordar una caricia tuya o una leve respiración. Un abrazo ligero pero protector. Una carcajada sincera y picara. Simplemente estás y no estás, pues solo mi mente te retiene…

¿Dónde estarás de verdad? ¿Con quién? ¿Qué harás? ¿Recordarás mi pelo, mi piel, mis ojos o mi voz? ¿O no signifiqué nada para ti?…

Con ese pensamiento me quedo dormida sobre la hierba fresca.

Cuando estamos buscando algún lugar donde comer en el barrio del Trastevere escucho su voz e instintivamente miro a Ana, ella explota a reír y una gran sonrisa se dibuja en mi rostro. Él viene corriendo a saludarme, deja a sus amigos de lado, ni si quiera mira a Ana, me da un abrazo y sonríe. Aquí estás, vivito y coleando…

-Me alegro de verte… – digo con voz trémula.

-Y yo… – se sonroja- ¿en serio?

-Créeme, estoy mintiendo.

Me despierto. Un sueño. Un maldito sueño. JODER.

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