Procesión a la que asisto. Mucha gente, con sus mejores galas. Ropa, joyas etc, las señoras. Los caballeros, autoridades, de manera especial, traje oscuro.

Un grupo de jóvenes, uniformados con nickis amarillos, siguen las andas que llevan a la virgen. Digo andas porque no sé cómo se denomina una pequeña plataforma con ruedas, que empujan por turno. Debe ser un honor hacerlo porque la dificultad es mínima. Largas filas de personas, (mayoría de mujeres) con velas encendidas se reparten los dos lados de la calle. Yo también, sin vela. Sigo a mi amiga Maruja. Vamos muy despacio y el trayecto, ocupado por muchos vecinos curiosos pegados a la pared, no se hace tan pesado por causas varias. No sé lo que hacen los demás procesionarios. Tengo que ser devota y no llevar mi curiosidad más allá de lo que hace Maruja, que va delante de mí y lo que escucho de una pareja que chismorrea detrás.

Conforme avanzaba la procesión, lenta, muy lentamente, yo tenía más tiempo de contemplar el camino. Personas pegadas a las paredes de las casas, contemplando el desfile, no sé si por devoción o por curiosidad.

Yo pensaba en un desfile de modelos. Todos/as elegantes, enjoyados,… charlando unos con otros y saludando a los que nos contemplaban desde las aceras. Preguntando por sus familias, la salud, los viajes… Ni un minuto de descanso en los cambios de noticias. Aprendí mucho sobre lo que era un desfile procesional. Original.

Los balcones eran otra nueva atracción. Llenos de flores en primera fila y en segunda de los orgullosos propietarios. Había banderas españolas, en algunas barandillas, seguramente las mismas que celebraron el triunfo de los españoles en África. No quiero olvidarme de la iluminación. Aquí sí pregunté y me dijeron que era la misma de todos los años y que servía para las fiestas, Semana Santa y Navidad. Para tiempos de crisis me pareció excelente y con el sonido de la banda municipal, que cerraba el desfile, pensé que era el Final. Pero no, aún había más.

Maruja sabe mucho de estos actos y yo me dejo conducir por ella.

-Crucemos al otro lado y podremos salir en la próxima calle- me dijo.

Bueno, no entendí el porqué, pero sabía que ella sí y la seguí.

Pasamos de la fila de la derecha a la de la izquierda, con lo que encontramos personas distintas a las que saludar. (yo seguía sin entender el cambio, pero tampoco me preocupaba demasiado). Al llegar a la esquina de la calle, Maruja se salió, discretamente de su lugar y torció hacía la izquierda y yo detrás. Seguro que sería lo mejor.

Mientras la procesión seguía el trayecto fijado y daba las vueltas que tenía marcadas “desde siempre” nosotros llegamos a la Iglesia. Absolutamente vacía. Nos acomodamos donde quisimos y esperamos.

Llegaron con la cruz, los estandartes, la Virgen en su anda, los mozos que deberían portearla, el cura, las autoridades y la música. Y muy importante, los fieles en sus filas y con sus velas. Que se repartieron por los bancos de la Iglesia y los llenaron en un santiamén.

Se cantaron los gozos, y esa fue mi sorpresa. No me enteré bien de la letra, pero me pareció emocionante la manera fervorosa en que la dijeron.

Nuevamente la banda salió hacia la plaza y supongo que allí volvería a tocar alguna pieza de su repertorio. Son muchos y suenan bien.

Pero yo estaba cansada y cuando Maruja me dio a elegir, entre concierto o casa, me incliné por lo segundo. Pido perdón a la banda, no es un desprecio, es que estaba hecha polvo.

Espero que esto sea una despedida, solo, hasta el próximo año. ¡¡Interesante!!

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