Lara Moreno (Sevilla, 1978) es una de las voces más destacadas de la narrativa contemporánea española, con una trayectoria que abarca novelas, poesía y relatos cortos. Conocida por obras como “Por si se va la luz” (2013), “Piel de lobo” (2016) o “La ciudad”, Moreno regresa al género del relato con “Ningún amor está vivo en el recuerdo” (Lumen, 2025), una colección de quince historias, muchas de ellas inéditas, que exploran las grietas invisibles de las relaciones humanas. Este libro, publicado en junio de 2025, consolida su estilo introspectivo y punzante, donde lo íntimo se entreteje con lo social y político, sin concesiones al sentimentalismo.

El volumen no sigue una trama lineal, sino que se compone de relatos independientes que orbitan alrededor de temas comunes. En ellos, Moreno retrata situaciones cotidianas cargadas de tensión subterránea: una mujer se reencuentra con un antiguo amante y descubre solo un vacío emocional; otra experimenta la opresión de la soledad en una ciudad fronteriza como Melilla; una familia huye de un incendio que simboliza la destrucción de lo familiar; un hombre reprime sus impulsos perversos durante su cumpleaños; otro imagina la vida de su exmujer sin su presencia; una pareja enfrenta una decisión que erosiona su amor mientras una rata invade su espacio; y dos vecinos conviven marcados por la incomunicación y los prejuicios. El relato homónimo, por ejemplo, narra el encuentro fortuito de una mujer con un examor en una ciudad ajena, después de siete años, revelando cómo el tiempo transforma el afecto en ausencia y el deseo en indiferencia. Estas historias, ambientadas en escenarios urbanos y periféricos, capturan momentos de crisis que revelan la fragilidad de los vínculos.
Uno de los ejes centrales del libro es la soledad y el desamor, presentados no como estados dramáticos, sino como realidades cotidianas y opresivas. Moreno explora cómo el amor se disuelve en el recuerdo, dejando un hueco que no se llena con nostalgia, sino con vacío. Este tema se entrelaza con la violencia contenida, especialmente las «violencias nuevas y viejas sobre el cuerpo de las mujeres», como señala la crítica Marta García Miranda. Los relatos ahondan en agresiones sutiles, como la incomunicación en las parejas o los prejuicios sociales, que actúan como formas de precariedad emocional y material. No se trata solo de violencia física, sino de una «precariedad que no es solo económica», donde lo político irrumpe en lo íntimo: incendios que obligan a huir, fronteras que aíslan, o decisiones que rompen equilibrios frágiles.

Otro tema recurrente es la memoria y el afecto fallido, donde el pasado no redime, sino que acentúa la desconexión presente. Moreno camina «entre lo que se rompe y lo que permanece», equilibrando lo personal con lo colectivo, como en las historias que tocan la familia disfuncional o los vecinos alienados. Esta dualidad refleja una visión del mundo contemporáneo marcado por el aislamiento, el cambio climático (mencionado metafóricamente en el relato titular) y la mutación invisible de las relaciones.
El estilo de Moreno es «punzante» y «sensorial», según describe María Jesús Espinosa de los Monteros, con una prosa que genera emociones rugosas y evita el melodrama. Utiliza una narración en primera persona en varios relatos, lo que intensifica la introspección y la ansiedad de los personajes, sumergiendo al lector en «la desesperación de aquellas a las que nadie espera». Su escritura es precisa, como la de una «cirujana», diseccionando silencios y detalles cotidianos (una rata, un pastrami con pepinillos, un hotel solitario) para revelar tensiones profundas. La ausencia de resoluciones felices refuerza un tono inquietante, con influencias de la literatura realista contemporánea, pero con toques poéticos heredados de su trasfondo como poeta.
Los personajes de Moreno son mayoritariamente mujeres en situaciones de vulnerabilidad, pero no victimizadas de forma pasiva: ellas observan, reflexionan y resisten en silencio. Por ejemplo, la protagonista del relato titular se adapta a la «felicidad» de la soledad en un hotel, solo para confrontar un reencuentro que la deja indiferente. Los hombres, en cambio, a menudo encarnan la violencia reprimida o la ausencia, como el asesino en su cumpleaños o el exmarido imaginario. Esta dicotomía genera un retrato polifacético de las relaciones, donde nadie es héroe ni villano absoluto, sino productos de un entorno precario. La autora destaca por su «capacidad de inquietar» al humanizar lo perturbador.
La recepción ha sido mayoritariamente positiva, con elogios a su «voz propia» y «vigoroso talento narrativo». Críticos como Rosa Montero la llaman «bella y poderosa», mientras que El Cultural destaca sus «soledades, desamores, secretas violencias y ocultos desencantos». En un contexto literario donde el relato corto gana terreno, este libro se posiciona como un espejo incómodo de la sociedad actual, invitando a reflexionar sobre los afectos erosionados.
En resumen, “Ningún amor está vivo en el recuerdo” es una obra madura que confirma a Lara Moreno como una narradora esencial, capaz de transformar lo cotidiano en un territorio de profunda inquietud humana. Su lectura deja un «rastro rugoso» de emociones, ideal para quienes buscan literatura que interpele sin consuelos fáciles.






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