
“Dublineses” (1914) de James Joyce es una colección de quince relatos que retratan la vida en Dublín a principios del siglo XX, explorando las complejidades de la condición humana a través de la lente de una ciudad marcada por el estancamiento, la parálisis y la búsqueda de significado. En el comentario que os presento e intentado analizarlo, aunque someramente desde cuatro perspectivas diferentes: literaria, artística, sociológica y psicológica.
Desde el punto de vista literario, “Dublineses” es una obra maestra del modernismo que establece a Joyce como un innovador en el género del cuento. Cada relato, desde «Las hermanas» hasta «Los muertos», está meticulosamente estructurado, con una prosa precisa y evocadora que captura los matices de la vida cotidiana. Joyce emplea el estilo del «realismo psicológico», utilizando la técnica del “stream of consciousness” en germen, que luego desarrollará plenamente en “Ulises” y “Finnegans Wake”. Su uso de la epifanía, un momento de revelación en el que los personajes enfrentan una verdad profunda sobre sí mismos o su entorno, es central en la obra. Por ejemplo, en «Los muertos», Gabriel Conroy experimenta una epifanía devastadora al comprender la profundidad del amor perdido de su esposa Gretta, lo que lo lleva a reflexionar sobre su propia mortalidad y alienación.
La estructura de la colección es igualmente notable. Joyce organiza los relatos en un arco que refleja las etapas de la vida (infancia, adolescencia, madurez y vida pública), creando un retrato colectivo de Dublín como un organismo vivo pero paralizado. Su estilo, que combina un lenguaje poético con un realismo crudo, logra un equilibrio entre lo universal y lo particular, haciendo que los problemas de los dublineses resuenen con lectores de cualquier contexto. Sin embargo, la obra no está exenta de críticas: algunos lectores de la época la consideraron demasiado sombría o carente de acción, aunque esta aparente «inacción» es precisamente lo que subraya su tema central de parálisis.

Artísticamente, “Dublineses” es un mosaico de impresiones que recuerda a las técnicas impresionistas y simbolistas de la pintura. Joyce pinta Dublín con pinceladas minuciosas, utilizando detalles sensoriales para evocar atmósferas opresivas, como el olor a humedad en «Eveline» o el frío invernal en «Los muertos». Su atención al detalle no es meramente decorativa, sino que funciona como un símbolo de la condición espiritual de los personajes. Por ejemplo, la nieve que cubre Dublín al final de «Los muertos» no solo es un elemento visual, sino una metáfora de la muerte, la uniformidad y la parálisis que envuelve a la ciudad.
La obra también destaca por su musicalidad. Joyce, influido por su amor por la música, imbuye los relatos con un ritmo casi lírico, especialmente en los diálogos y las descripciones. En «Los muertos», la descripción de la fiesta y la música que resuena en la casa de las señoritas Morkan crea una textura sensorial que contrasta con la introspección melancólica de Gabriel. Este contraste entre lo externo (vibrante, social) y lo interno (aislado, introspectivo) es un recurso artístico que anticipa las experimentaciones formales de Joyce en sus obras posteriores.
Desde una perspectiva sociológica, “Dublineses” es un retrato incisivo de la sociedad dublinesa de principios del siglo XX, marcada por la dominación colonial británica, el peso de la Iglesia católica y las tensiones de clase. Joyce describe una ciudad atrapada en un estado de parálisis cultural, política y espiritual. Los personajes, ya sean niños, trabajadores o burgueses, están limitados por las estructuras sociales que los rodean: la religión, el nacionalismo, el matrimonio, el trabajo y las expectativas sociales. En «Eveline», por ejemplo, la protagonista se enfrenta a la posibilidad de escapar de su vida opresiva, pero su incapacidad para actuar refleja cómo las normas sociales y el deber familiar sofocan el deseo individual.
La obra también aborda el impacto del colonialismo en la identidad irlandesa. Dublín, bajo el dominio británico, aparece como una ciudad alienada, donde los personajes carecen de capacidad para cambiar su destino. Joyce critica la complacencia de la clase media y la hipocresía de las instituciones, especialmente la Iglesia, que perpetúan la opresión. En «La casa de huéspedes», la señora Mooney manipula las convenciones sociales para asegurar un matrimonio ventajoso, revelando la hipocresía de una sociedad que valora las apariencias sobre la autenticidad.

Psicológicamente, «Dublineses» es una exploración profunda de la alienación, el deseo frustrado y la lucha interna. Los personajes de Joyce están atrapados en un ciclo de introspección y autoconciencia que, en lugar de liberarlos, los paraliza. Cada relato revela la tensión entre los deseos individuales y las limitaciones impuestas por la realidad. En «Un caso doloroso», el señor Duffy vive una vida de rutina y aislamiento autoimpuesto, incapaz de conectar emocionalmente con los demás, lo que lleva a una existencia estéril y solitaria. Este retrato anticipa las teorías freudianas sobre la represión y el conflicto interno, aunque Joyce no se adhiere a una escuela psicológica específica.
La epifanía, como recurso narrativo, es también un momento psicológico clave. Representa el instante en que los personajes se enfrentan a sus propias limitaciones o a la futilidad de sus aspiraciones. En «Araby», el joven narrador experimenta una epifanía al darse cuenta de que su búsqueda romántica y espiritual es vana, lo que lo sume en una mezcla de vergüenza y desilusión. Este enfoque en la psicología individual convierte a “Dublineses” en una obra profundamente moderna, que explora la subjetividad de una manera que resuena con las teorías existenciales emergentes de la época.
Por todo ello, podemos afirmar que “Dublineses” es una obra polifacética que trasciende las categorías de género para ofrecer un retrato devastador y poético de la vida moderna. Literariamente, establece a Joyce como un maestro del cuento modernista; artísticamente, crea un tapiz sensorial que captura la esencia de Dublín; sociológicamente, denuncia las estructuras opresivas de la sociedad irlandesa; y psicológicamente, explora las profundidades de la alienación y el deseo humano. Su relevancia perdura porque, aunque está anclada en un tiempo y lugar específicos, sus temas de parálisis, identidad y búsqueda de significado son universales. Como tal, “Dublineses” no solo es un retrato de Dublín, sino un espejo de la condición humana.






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