“La voz interior me dice que siga combatiendo contra el mundo entero, aunque me encuentre solo. Me dice que no tema a este mundo sino que avance llevando en mí nada más que el temor a Dios.”

Mahatma Gandhi

¿Cuántas veces deberíamos parar nuestro frenético mundo y quedarnos simplemente en silencio para escuchar esa voz interior que ignoramos ya por sistema?… Está ahí, dentro de nosotros y, por ello mismo, somos indiferentes a sus consejos y a sus ideas. Forma parte indivisible de nuestra personalidad, porque realmente está basada en la misma materia que ha nos ha creado a nosotros, pero con una diferencia notable, en la mayor parte de las ocasiones surge de nuestro razonamiento…

Dialogar con uno mismo es un buen ejercicio, pues de esa manera nos obligamos a conocernos ya que, empeñados en descifrar los secretos más intrincados de todo lo que nos rodea, nos olvidamos de aquello que es más importante en nuestra existencia: nuestro propio ser.

La voz interior consiste en esos menajes que nos auto enviamos para controlar mejor nuestros impulsos, hay quien la define como la capacidad de autocontrol, pero, a veces, es todo lo contrario, y esa voz nos domina y nos desvía del camino que consideramos correcto, ahí interviene la psiquiatría.

Ese diálogo interno va juzgando y etiquetando todo lo que nos rodea y unas veces nos ayuda a entenderlo, en cambio otras nos envía pensamientos equivocados… ¿para quién?… Siempre, claro está, desde el rasero de la sociedad que nos ha tocado vivir.

Todo ser humano es un producto del grupo social en el que nació y fue educado. De él aprende sus pautas de comportamiento y se autoasigna un rol que mantendrá, normalmente, durante toda su vida. Pero esa voz interior propia de cada uno, puede que unas veces esté empapada en el caldo de cultivo del germen social, aunque, con bastante frecuencia, aparece virgen de tales directrices y se proclama baluarte de la libertad. Y en esos momentos surge el conflicto…

Desde nuestros primeros días de vida, los humanos aprendemos un lenguaje verbal mediante el cual definimos y reconocemos la realidad de nuestro entorno. Todo lo que vamos conociendo, lo vamos nombrando y, a partir de ese bautizo, ya tiene una existencia… La realidad debe ser nominada, de lo contrario, simplemente no existe. Ese código de signos y reglas para combinarlos que es el idioma, es el mismo del que se sirve la voz interior para modelar nuestro mundo interno y particular. Por lo tanto, si tenemos en cuenta que cada grupo cultural, o pueblo, tiene un código diferente y una visión más o menos particular para interpretar su vida social, nuestra voz interior está en cierta forma contaminada de esa misma interpretación… Pero cada ser humano es una pieza única en la naturaleza, nunca se repite, es como una composición musical con infinitas posibilidades de organización entre sus notas. Entonces, de esa oposición entre lo social y lo individual surge el diálogo interior. De su buen desarrollo depende la estabilidad mental de la persona.

Cuando algo nos preocupa o realizamos una tarea complicada, tendemos a murmurar sin darnos cuenta… estamos dialogando con nuestro ego y buscamos una respuesta que, cuando no la hallamos, nos aferramos instintivamente a los sentimientos o a la creencia para estabilizar nuestras dudas que afectan a nuestras emociones. Es lo fácil. Y de ahí, de esta necesidad de no dejar lagunas o agujeros negros en nuestro mundo cotidiano, nace la fe, el creer en lo que no se ve, pero explica con facilidad lo que no tiene explicación. Y las religiones cubren con efectividad el hueco que puede causar algún síndrome a nuestra mente.

Pero este diálogo, cuando es dominado por nuestras neuras, puede desencadenar el pánico al vernos ante una situación que nos supera, o desarrollar en nuestro comportamiento reacciones antisociales como los celos, las fobias, la violencia, etc.

De ahí que sea muy importante un diálogo interno desde el mismo nivel: el ego y la voz interior, imperando siempre la autoestima y no dejando de percibir todo aquello que nos rodea. No somos tortugas que escondemos nuestra cabeza en el caparazón cada vez que hay problemas. Los seres humanos somos seres sociales y nuestra existencia deja de tener sentido si no está en relación con la perspectiva de los demás.

La voz interior es también la mejor representante de lo que cada uno somos, mucho más que nuestra imagen externa, incluso más que muchos de nuestros actos. El director y actor Eduardo Iñarra, nos dice para presentar su corto: “Todas las personas tenemos una voz interior que no cambia, la escuchamos alta y clara en nuestra mente, va más allá de la apariencia exterior, más allá de no andar bien, de poder comunicarse o no poder comunicarse bien…, lo importante es la voz del interior que tenemos y esa es la enseñanza y búsqueda de valores.” Veamos su película…

Eddie Madrid – Producciones © 2010.
http://www.youtube.com/user/Eddieliebe

En conclusión, confundamos la voz interior con la llamada de Dios, o con el logro del Karma o la perfección, la llamemos personalidad, temperamento, genio, o como sea, ella es simplemente una parte más de nosotros mismos que nos puede llegar a aterrar cuando ya no nos reconocemos en sus palabras.

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