Con toda seguridad, no seré nada original comparando la vida a un desierto por donde los seres humanos deambulamos en busca de nuestros pequeños oasis de felicidad, pero esta es la imagen con la que mejor sé definir la absoluta soledad del ser a lo largo de su paso por la existencia… ¡Jo!… Apareció mi vena trascendental…

Por ello, y volviendo a nuestro desierto existencial, no es nada difícil que con bastante frecuencia nuestros sentidos sean engañados por las crueles bromas de los dioses en forma de espejismos y, cuando la sed o el hambre nos retuercen las entrañas, aparezca en el horizonte derretido por la fiebre celestial, algún cristalino lago, o cantarín y refrescante riachuelo, o el manjar sublime e irresistible de una fuente de jugosa y sabrosa fruta… En cambio, cuando sacamos de lo más recóndito de nuestro miserable cuerpo las últimas escuálidas fuerzas que nos quedaban para alcanzar el premio deseado, nos damos de bruces con la cruda realidad de que sólo hay arena y más arena… quedándonos simplemente el recuerdo de una ilusión que nos hizo felices, pero que no nos satisfizo…  así es el destino…

El Creador o, según Darwin, la evolución de las especies dio al ser humano dones y capacitaciones que negaron al resto de los seres y, mientras los animales y plantas se adaptan como pueden al medio en el que viven, nosotros adaptamos todo lo que nos rodea a nuestras necesidades y caprichos. Y por ahí vamos, orgullosos, engreídos, seguros de nosotros mismos, haciendo y deshaciendo, descubriendo y destruyendo, levantando y derribando… pero, sin embargo, desde que comenzamos a gatear por la piel de nuestra madre Tierra Gaia, estamos expuestos a ser engañados por todo y por todos, incluso por nuestros propias percepciones y sentimientos, pues, a fin de cuentas, por muy sabios que pretendamos ser, los deseos siempre vencen a la razón.

Un buen día conocemos a alguien que nos impacta, ¿por qué?… nunca se sabe a ciencia cierta, pero ahí estamos, esclavos de un sentimiento que nuestra necesidad engorda y distorsiona creando una imagen ficticia de nuestro amor que cada vez se va alejando más y más de la realidad. Algunas veces hay suerte y abrimos los ojos a tiempo de darnos cuenta de que ese ser que habíamos idealizado no tiene mucho que ver con lo que tenemos delante… seguramente será recíproco… para qué engañarnos… Sin embargo, tristemente, hay gente especializada en mantener los espejismos más allá de los límites aconsejables y continúan buscando excusas para acciones monstruosas e injustificables por la única razón de su tozudez a mirar más allá de su nebulosa… lo malo es que cuando la bruma se disipa, suele ser demasiado tarde…

Otro día nos miramos al espejo y no nos gusta la persona que vemos y empeñamos todo nuestro tiempo y fuerzas en modelar imposibles sobre arenas movedizas, sacrificando nuestra personalidad en el templo de la opinión general, que todo lo devora, todo lo consume, sin dar nada a cambio… Sólo por no ser distintos de otros seres que se desesperan por no ser distintos de otros seres que sufren porque no quieren ser distintos… y todo porque alguien dijo alguna vez que algo tenía que ser así, por nada en particular, simplemente porque sí.

Más tarde, llega alguien con una aureola de seguridad inventada por unos asesores y nos dice lo que nos gustaría oír y nosotros queremos creerlo y nos sentimos más seguros porque ya pertenecemos a la manada… Y así, sin más, nos encontramos en el día de reflexión atiborrándonos de fútbol, programas basura, telenovelas e incluso porno, ¿por qué no?, pues la decisión ya está tomada desde hace mucho tiempo por nuestros sentimientos, quienes desterraron a la razón y la inteligencia de nuestras fronteras y nuestros dictados… y luego buscaremos excusas para la estupidez inexcusable…

Y podría seguir hasta los no límites del infinito universo hablando de la gran variedad de espejismos que llenan por entero nuestras vidas, en tanta cantidad y en tantas formas, que seguramente ya forman parte de nuestras células, son un bastoncillo más de nuestro ADN, nos los comemos con los helados y los bebemos en los cubatas… ¿o es que tal vez seamos nosotros mismos?… Sin embargo, es posible que allá dentro, acurrucada entre algún olvidado pliegue del cerebro, habite una pequeña lucecita, pariente lejana de la verdad platónica, que algún día se decida a asomarse a la puerta de la lúgubre caverna e ilumine un poco nuestros pasos. Mientras tanto, tendremos que seguir preguntándonos si lo que vemos es real o ficticio, si lo que oímos es una voz o un eco arrastrado por el viento, si lo que tocamos es una suave piel que nos eriza el vello o una materia gelatinosa fabricada en una sucia fábrica tailandesa… hasta es posible que nos preguntemos como el “locainas” de Calderón, si la vida no será simplemente un sueño… Ustedes lo disfruten.

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