Gianni Rodari fue un escritor y pedagogo italiano nacido el 23 de octubre de 1920 en Omegna y fallecido en Roma en 1980. Tras trabajar durante algunos años como profesor, inició su carrera como periodista al acabar la Segunda Guerra Mundial, colaborando en numerosas publicaciones como L’Unità, Pioniere o Paese Sera. Durante la década de 1950 comenzó a publicar sus obras para niños que, de inmediato, alcanzaron una gran popularidad entre el público y la crítica, siendo traducidos sus libros a varios idiomas y recibiendo numerosos premios, entre los que destaca el Hans Christian Andersen de 1870. Asiduo participante en congresos y encuentros escolares, recogió sus anotaciones en La gramática de la fantasía (1973), que rápidamente se convirtió en un punto de referencia para los docentes. Entre sus obras más significativas destacaremos: Aventuras de Cipollino, Jelsomino en la tierra de los mentirosos, Canciones infantiles en el cielo y en la tierra, El libro de los errores, Lamberto o Cuentos por teléfono.

Justo de esta última obra es el cuento “Juan el distraído”, una pequeña joya literaria que analiza de manera divertida y profunda el tema de la distracción y la imaginación. Juan es un niño que se pierde en sus pensamientos y olvida lo que debe hacer. Con este argumento tan sencillo, Rodari nos invita a reflexionar sobre el valor de la creatividad y la importancia de los sueños, con su estilo personal, donde mezcla la ternura con el humor, de lo que resulta un personaje entrañable que, a pesar de sus despistes, posee una enorme riqueza interior. Sin embargo, también se puede encontrar una sutil crítica a la rigidez de las estructuras educativas y sociales de su época que, con frecuencia, reprimían la creatividad  en favor de la disciplina, olvidándose de que el verdadero aprendizaje suele surgir del caos y la libertad de la imaginación. En conclusión, “Juan el distraído” nos provoca una sonrisa al mismo tiempo que nos invita a valorar la belleza de ser diferentes.

JUAN EL DISTRAÍDO

(Cuentos por teléfono)

GIANNI RODARI

– Mamá, voy a dar un paseo.

 – Bueno, Juan, pero ve con cuidado cuando cruces la calle.

– Está bien, mamá. Adiós mamá.

– Eres tan distraído…

– Sí, mamá. Adiós, mamá.

Juanito se marcha muy contento y durante el primer tramo de calle pone mucha atención. De vez en cuando se para y se toca.

– ¿Estoy entero? Sí – y se ríe solo.

Está tan contento de su propia atención, que se pone a brincar como un pajarito, pero luego se queda mirando encantado los escaparates, los coches y las nubes, y, lógicamente, comienzan los infortunios. Un señor le regaña amablemente:

– ¡Pero qué despistado eres! ¿Lo ves? Ya has perdido una mano.

– ¡Anda, es cierto! ¡Pero que distraído soy!

Se pone a buscarse la mano, pero en cambio se encuentra un bote vacío y piensa: «¿Estará vacío de verdad? Veamos. ¿Y que había dentro antes de que estuviese vacío? No habrá estado vacío siempre, desde el primer día…» Juan se olvida de buscar su mano y luego se olvida también del bote, porque ha visto un perro cojo, y he aquí que, al intentar alcanzar al perro cojo antes de que doble la esquina, va y pierde un brazo entero. Pero ni siquiera se da cuenta de ello y sigue corriendo. Una buena mujer lo llama:

– ¡Juan, Juan!, ¡tu brazo!

Pero ¡quiá!, ni la oye.

– ¡Qué le vamos a hacer! – suspira la buena mujer -. Se lo llevaré a su mamá.

Y se dirige hacia la casa de la mamá de Juan.

– Señora, aquí le traigo el brazo de su hijito.

– ¡Oh, que distraído es! Ya no sé qué hacer ni qué decirle.

– Ya se sabe, todos los niños son iguales.

Al cabo de un rato llega otra buena mujer.

– Señora, me he encontrado un pie. ¿No será acaso de su hijo Juan?

– Sí, es el suyo, lo reconozco por el agujero del zapato. ¡Oh que hijo tan distraído tengo! Ya no sé qué hacer ni qué decirle.

– Ya se sabe, todos los niños son iguales.

Al cabo de otro rato llega una viejecita, luego el mozo del panadero, luego un tranviario, e incluso una maestra retirada, y todos traen algún pedacito de Juan: una pierna, una oreja, la nariz.

– ¿Es posible que haya un muchacho más distraído que el mío?

– Ah, señora, todos los niños son iguales.

Finalmente llega Juan, brincando sobre una pierna, ya sin orejas ni brazos, pero alegre como siempre, alegre como un pajarito, y su mamá menea la cabeza, se lo coloca todo en su sitio y le da un beso.

– ¿Me falta algo, mamá? ¿He estado atento, mamá?

– Sí, Juan, has estado muy atento.

2 respuestas a “Juan el distraído, de Gianni Rodari”

  1. […] Juan el distraído, de Gianni Rodari […]

  2. […] Juan el distraído, de Gianni Rodari, por Antonio Cruzans […]

Replica a Índice de cuentos – Ese blog de Antonio Cancelar la respuesta

Tendencias